La luz del sol penetró por la ventana reflejada directamente en mis ojos, lo que me hizo despertar algo aturdida. Me bajé de la cama y me metí en el baño, intenté darme una ducha sin mojar los vendajes para que Thomas no tuviera que volver a cambiarmelos, pero fue en vano. Salí de la ducha empapada, me enrollé en una toalla y caminé hasta el armario, me puse un vestido blanco ceñido y unos tacones negros, opción que descarté al darme cuenta de que caminar con ellos me producía más dolor. Me quité el vestido y me puse un par de pantalones y una blusa azul con un collar dorado y unas zapatillas negras. Me dirigí a la cómoda y me puse brillo de labios y corrector de ojeras, estaba horrible. Mi cara no tenía arreglo, así que me esmeré en mi pelo, me lo sequé y me hice un par de ondas.
Bajé las escaleras con cuidado, caminé hasta la cocina y a mitad de camino me choqué con Thomas lo que hizo que perdiera el equilibrio, pero por suerte, Thomas me agarró y no dejó que me cayese.-Vaya, buenos días. -Dijo mirándome de arriba abajo.
-Lo siento, quiero decir, buenos días. -Dije avergonzada.
-He preparado el desayuno, como no sé qué te gusta he hecho de todo un poco. -Me dijo con una sonrisa.
-En realidad no suelo desayunar nunca, pero está bien, me tomaré un zumo de naranja. -Le sonreí.
-Como quieras. -Me devolvió la sonrisa.
Me senté a la mesa y me serví un vaso de zumo. Me lo tomé mientras a Thomas se le quemaban un par de tostadas.
-Va a ser que al fin y al cabo no eres tan buen cocinero cómo afirmas. -Me reí.
-¿Vienes así y pretendes que le preste atención a las tostadas? -Me dijo sonriendo mientras las quitaba del fuego.
-Tampoco soy para tanto. -Miré al suelo.
-Es increíble que no te des cuenta... -Dijo él desviando la mirada.
Hice una mueca.
-¿No vas a ir a trabajar hoy? -Dije desviándome del tema.
-De eso quería hablarte... -Sonrió. -He hablado con el hospital y claro hace mucho que no me cojo vacaciones ni nada, así que he decidido cogermelas ahora y así aprovechar para enseñarte la ciudad. -Dijo con una sonrisa enorme.
-No hacía falta, de verdad, bastante haces con dejarme vivir aquí de momento.
-No importa, además ha sido decisión mía.
Sonreí.
-Necesito pedirte otro favor. Sé que no paro de pedirte favores. -Me reí.
-Lo que sea. -Sonrió.
-¿Me cambias los vendajes?
-Por supuesto.
Subimos las escaleras y nos metimos en la que ahora parecía ser mi habitación, me indicó que me sentara, después, salió de la habitación y volvió unos segundos más tarde con un par de vendas y agua limpia. Se arrodilló delante de mí y comenzó a levantarme la camisa, me quitó las vendas sucias con cuidado y me limpió la herida, volvió a vendarme y se levantó para lavarse las manos.
-Listo. He pensado en que hoy podríamos ir a dar una vuelta por el vecindario y cenar en mi restaurante favorito. -Me dijo con una sonrisa.
-Está bien. -Asentí.
-Pues coje un abrigo y salgamos ya, no quiero que se nos haga tarde.
Salió de la habitación y me dirigí al armario, cogí una gabardina azul oscura y bajé lo más rápido que pude las escaleras. Él estaba esperándome en la puerta.
-¿Lista? -Dijo ofreciéndome su brazo.
-Lista. -Dije mientras le agarraba.
Caminamos un largo rato cuando comenzó a dolerme el vientre.
-¿Estás bien? -Preguntó.
-Sí, no te preocupes. ¿Por dónde íbamos?
-Ya no me acuerdo, ah sí.. La historia de cuando mi madre decidió comprarse una máquina de hacer pasta para hacer su propia pasta ese día fue espantoso...
El seguía hablando mientras yo me sumergía más y más en mis pensamientos, cada farola, cada luz a lo lejos... Todo me recordaba a Alex, y de alguna forma, y sin saber por qué, cada coche que se acercaba a lo lejos con los faros encendidos deseaba que fuese él.
-Ya hemos llegado. -Dijo Thomas soltándose de mi brazo.
-¿Qué?, ah sí, lo siento, es que me había perdido observando el paisaje. -Mentí.
-No importa. -Sonrió. -Este es el mejor restaurante de toda la ciudad, te va a encantar. -Dijo entrando.
En la puerta, estaban dos camareras preciosas de metro setenta y con el pelo recogido en una coleta rubia que les llegaba hasta las caderas. Me pregunto hasta dónde llegará suelto. Una de ellas me cogió el abrigo mientras otra nos dirigía hacia nuestra mesa. Nos sentamos y nos trajeron el menú. Pedí una ensalada griega con cangrejo y una botella de agua fría. Thomas pidió un filete de ternera y no se qué más.
-¿Te gusta? -Dijo mirándome con atención.
-Sí, la comida está deliciosa. -Asentí.
-Me refiero al sitio. -Se río.
-Es agradable. -Le respondí.
Seguimos la cena en silencio. Esta vez, le presté más atención a Thomas y hay que decir que es un caballero, una de las rubias lleva mirándome incrédula de que yo esté con el al rededor de media hora y acercándosele cada dos por tres con las excusas más patéticas y sin sentido y él no me quita los ojos de encima, ni si quiera cuando fingió que se le caía un bolígrafo y se intentó agachar de forma que su culo quedara en buena forma coincidiendo con el ángulo de visión de Thomas.
Llevaba toda la noche ignorándola. Y la verdad es que empezaba a gustarme que alguien se interesase por mi de esta forma y que me respetase como él lo hacía.Al acabar la cena, la camarera antes mencionada, se acercó a Thomas con la cuenta, el se río y rompió el papel, le miré y lo cogí, junte los trocitos y vi que le había dejado su número de teléfono.
-¡Vaya, con corazoncitos y todo! -Me reí.
Sonrió, pagó la cuenta y salimos de ahí. Caminamos en silencio por unos minutos.
-Gracias, Thomas. -Dije al fin.
-¿Por qué? -Dijo aturdido, parecía que le había sorprendido.
-Por no ser un completo gilipollas y mirarle el culo y por no haber pasado de mi por ella. -Dije sonrojada.
-He tenido el tiempo suficiente para serlo, por eso sé que las chicas como ella sólo buscan sexo, joyas y que les digan lo guapas que son cien veces al día. Además, estando contigo, ¿por qué iba a fijarme en alguna de ellas? -Dijo tomándome de la mano.
Miré al suelo.-Mírame. -Dije.
-Es lo que llevo haciendo desde el primer día en el que te conocí. -Dijo besándome la mano. -No tienes ni idea de lo increíble que eres, y no sólo por tu físico, tu mente y tu cuerpo están perfectamente combinados y en armonía, y ninguna de ellas puede decir lo mismo.
Se me escapó una risa falsa.
-¿Por qué no me crees? -Me dijo con tono frustrado.
-Para ti solo soy quien crees que soy, no quien verdaderamente soy, y no quiero decepcionarte. -Dije.
-Para mí eres quien realmente eres y nunca te has dado cuenta de que eres. -Dijo sonsteniendo mi cara entre sus manos.
Parecía estúpido, pero en ese momento, ya no existía Alex, no existía el tiempo, ni las personas que pasaban a nuestro alrededor, en ese momento quería besarle, y lo hice.
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//por ti, por mí// matty healy
RomanceUna historia en la que mentiras, verdades, dolor y pasión se abren paso a la vida de una adolescente normal y corriente cuando conoce a "Alex". Prohibida su copia o adaptación.