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Narra Alex.


Me desperté con los ojos rojos y me dirigí al baño intentando abrirme paso entre todas las botellas rotas que había en el suelo de mi habitación.
Me afeité la cara y me di una ducha rápida. Al acabar, como siempre George seguía dormido, pero esta vez tenía compañía, una bonita rubia de ojos claros que me desnudaba con la mirada, me sonrió y se acercó a mí. No llevaba más que unas bragas y una camiseta, la agarré de la cintura y la besé aún sabiendo que mi aliento olía a alcohol, cigarrillos y decepción.


Bajó de mis caderas y volvió a meterse en la cama con George.

Salí de la habitación y subí al coche otra vez. Tenía que volver a aquel lugar, tenía que volver a verla y contarla la verdad, se lo merecía. Y qué clase de persona era si mientras la echaba de menos a ella me metía en camas de rubias y les comía la boca a media mañana, dios mío, soy un hijo de puta, no me la merezco.

Conduje durante treinta minutos hasta entrar en la urbanización, aparque el coche en un lugar cercano y caminé hasta la casa.

Por un momento, pensé en llamar a la puerta, pero no lo hice.

Decidí asomarme por ventanas, todo estaba vacío, pero la ventana del piso de arriba estaba abierta.


Escalé hasta ella y me metí por la ranura.
Creo que estaba en la habitación del doctor ese de mierda, tenía un montón de papeles encima de un escritorio cutre, estaba todo muy limpio y olía a médico.

Abrí la puerta y me dirigí escaleras abajo, miré en la cocina y en el salón y no había nadie. Subí otra vez y abrí dos habitaciones en las que tampoco había nadie.
Mis ojos se posaron en el picaporte dorado y negro de la puerta del fondo, intenté abrirla pero no se porqué razón estaba cerrada detrás de esa puerta había algo, y quería saber que tan extraño podía ser como para querer ocultarlo.

Oí unos ronquidos en la puerta de al lado, así que me dirigí a abrirla.
Abrí la puerta con cuidado, el sol entraba por la abertura así que por un instante no pude ver nada más que un claro resplandor.

Después los vi, tumbados, durmiendo juntos, él la abrazaba y ella sostenía su mano por encima de su cuerpo.

El mundo se me cayó encima y deje escapar un gemido de angustia. Por suerte no se dieron cuenta, así que decidí salir de ahí lo antes posible.

Volví a la ventana y salté de ella ignorando que serian más de cuatro metros, pero no me hice daño.
Caminé por el vecindario dando pasos rápidos, mirando al suelo mientras encendía uno de mis cigarrillos.


Una niña que parecía estar jugando con sus muñecas levantó la vista y entró a su casa corriendo.


"No va a ser la primera ni la última vez que veas a alguien con el corazón roto."
Pensé.

//por ti, por mí// matty healyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora