12; Atenas.

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Me desperté aturdida con la cabeza reposada en su pecho, no sabía qué hora era pero parecía que todo el mundo en el avión estaba durmiendo, incluso él, parecía tan vulnerable e inocente... Me incorporé para posar su cabeza sobre mi pecho y dejar que durmiese con toda comodidad como él hizo conmigo.

-Mhmhmhm...

Gruñó al notar que le movía.

-Shhh, duérmete.

Me obedeció dejando caer sus mechones rizados sobre su rostro y abrazándome volvió a dormirse.

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Desembarcamos del avión, yo seguía sin creérmelo, estábamos en Atenas. Él me cogió de la mano algo que no me agradó demasiado ya que siempre había pensado que era un gesto de "propiedad" de "es mía y de nadie más" y a mí nunca me ha gustado ser de nadie. Pero de todos modos se lo permití, lucía tan guapo esa mañana, y no sé si estaba felíz pero su sonrisa era la más bonita del lugar.

-Parece que estas muy emocionado.

Dije sin apartar los ojos de él.

-¡Claro que lo estoy!, estoy en Grecia gozando de la mejor compañía, ¡para no estarlo!.

Dijo sobresaltado mientras se agachaba a besar mi mano con ternura.

-Alex... Estas cosas... No... Simplemente no me gusta que las hagas... Me incomodan.

-Lo siento...

-No importa.

-¿Quieres ir a comer algo?

Asentí y nos marchamos a un enorme restaurante donde mientras yo devoraba un filete enorme de carne un gracioso personaje llamado "Eneas" nos explicaba cómo las musas de la diosa Afrodita eran todas homosexuales y vivían todas en la isla de Lesbos y que de ahí venia la palabra "lesbiana". Noté a Alex divertido.

-¿Se puede saber qué es lo que te hace tanta gracía?, ¿te excitan las lesbianas?

Pregunté intentando ponerlo incómodo.

-Todo hombre que se aprecie debe saber apreciar a una bella mujer en su totalidad y si esa mujer se entrega a otra, entonces ha de observarlo y apreciarlo también, el amor es libre, el ser humano, no.

Volví vista a él, me parecía tan gracioso y adorable, se movía como un monigote intentando poner una sonrisa en la cara de todos e incluso las de los más pequeños, se esforzaba tanto que era admirable cómo alguien que carecía de todo podía dar tanto. Me acerqué a él y arrojé cuatro billetes de cinco euros en un sombrero que tenía ante sus pies, me sonrió y hizo un gesto de sacar algo de su traje y me regaló una rosa.

-Una flor bonita para una chica más bonita aún.

Dijo con una sonrisa enorme en su cara y un acento encantador.

-Muchísimas gracias.

-De nada. -Dijo haciéndome una reverencia. -El placer es todo mío.

Volví a mi mesa con mi rosa blanca, verdaderamente era preciosa, se veía tan pura, tan cálida...

-Parece que le has gustado.

Dijo Alex sin apartar sus ojos de los míos.

-Él también me agrada a mí.

Dije sin darle importancia intentando mostrarme indiferente frente al brillo que inundaba sus ojos.

-No, digo de verdad, no aparta la vista de ti y la flor... Aunque lo entiendo, yo tampoco consigo centrarme en otra cosa teniendote delante de mí.

Me confesó ruborizado. Me limité a sonreír cuando de repente me hice daño con una de las espinas y mi dedo comenzó a sangrar un poco. Cogí la servilleta y me limpié rápidamente, de todos modos la herida era tan pequeña que apenas escocía.

-Déjame ver eso.

-No, estoy bien, es solo un corte pequeño, no te preocupes.

-A veces la vida te pone ejemplos tan visibles pero diminutos, como este, ¿ves cómo algo tan hermoso, puro y sofisticado ha podido herirte?, pues lo mismo sucede con las personas.

-A mí nadie puede herirme.

Dije con firmeza.

-Todo el mundo en algún momento cae.

-Por eso mismo, yo ya caí, y me convertí en mi enemiga y en mi amiga, yo me hería, yo me curaba, nunca me hizo falta alguien, y cuando pensé que me hacía falta, no había nadie, sólo yo.

-Piensas que eres de piedra y en piedra te conviertes, pero debajo de esa piedra aún hay un corazón que late.

-Un corazón puede latir, y al mismo tiempo puede no sentir.

-Los seres humanos somos inexplicables, y por nuestra sangre corren millones de sentimientos.

-No cuando la sangre es fría.

-Habrá alguien que la caliente.

Tomo un sorbo de mi copa de vino dando por finalizada la conversación, nunca había tocado ese tema con nadie que supiese darme respuestas tan válidas, era extraño, no me gustaba sentir que alguien me entendía porque sabía que los seres humanos somos traidores y solo buscamos nuestro propio bien y cuanto más sepan de ti más daño te van a hacer. "Lo gracioso de todo esto es que él sigue pensando que me llamo Alice." Digo para mis adentros mientras suelto una leve risita. Acabamos nuestra comida y decidimos salir de ahí Eneas me mira triste.

-¿Ya se va la hermosa señorita? - Dice ladeando la cabeza. -Déjeme al menos tocarle una canción, para que baile con su novio, será su primer baile en Atenas. No lo olvidará.

Asiento aunque tenía ganas de soltarle que Alex no era mi novio, que eramos simplemente amigos, amigos... especiales. De todos modos Alex sonrió divertido y me cogió por la cintura dejando mi pelo caer sobre sus manos mientras me mecía suávemente al compás de la música, posó su frente en la mía y suspiró, me di cuenta de que cerraba los ojos, pensaba en algo... La música acabó y salimos de ahí, se hacía tarde y teníamos que llegar al hotel. Por el camino hablamos animados sobre lo que haríamos mañana y a dónde iríamos yo le había mencionado que quería ir a la Acrópolis y él me dijo que sería el primer lugar al que iríamos pero que después a él le gustaría visitar el Teatro de Dioniso, asentí complacida y caminamos de resto del camino en silencio, no uno incómodo, sino uno donde nos permitimos el uno al otro pensar en lo que fuese que queríamos pensar.

//por ti, por mí// matty healyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora