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Narra Leila.

Salí de la ducha empapada y me enrolle en una toalla, me encaminé al armario y me puse unos pantalones y una camisa azul, me desenredé el pelo y baje por las escaleras hasta la cocina me tomé un vaso de zumo frío y busqué a Thomas por todos lados, pero no estaba, así que decidí salir de casa y coger el largo camino a la cafetería de Marie para volver a verla, la verdad es que me apetecía hablar con alguien que no fuese yo misma o Thomas.

Minutos después de caminar sin parar llegué.

Entré y la vi sentada en una mesa junto a la ventana, leyendo un libro. No levantó la vista de él hasta que notó que me senté a su lado.

-Buenos días. -Dije con una sonrisa.

-Buenos días, creí que no volverías más por aquí. -Dijo ella volviendo la vista al libro.

-¿Cómo estás?

-Muy bien, como siempre. -Dejó el libro a un lado y me echó un vistazo. -¿Y tú?, ¿cómo estás?

-También bien.

-No lo creo niña, ¿qué es eso de tu cuello?

Se me formó un nudo en la garganta y aparté la vista, no sabía cómo explicarlo y no quería dejar a Thomas como a un maltratador delante de ella.

-No tengo ni idea, me desperté y ya lo tenía. -Mentí.

-No me mientas, niña.

-No te estoy mintiendo.

-Ha sido el doctor, ¿no?

-No, no ha sido culpa de nadie, Marie, no se preocupe.

Suspiró y volvió la vista a su libro.

-No dejes que te haga cosas así... Y si necesitas un lugar donde quedarte o lo que sea, vivo en el tercer piso, y mi puerta va a estar siempre abierta para ti, niña. -Dijo tras unos largos minutos en silencio.

-Muchísimas gracias, Marie, pero le aseguro que no es nada.

-No soy estúpida, niña.

-¿Qué está leyendo?

-La verdad es que no tengo ni idea, está en español, estoy intentando aprender español.

-Yo sé español, si quiere puedo ayudarla.

-Eso significa que te veré más a menudo. -Sonrió.

-Cuando usted quiera.

-Mañana mismo, si no tienes nada que hacer.

-Por supuesto, estaré aquí a la misma hora, ahora si me disculpa, tengo que irme, que tenga usted un buen día, Marie.

-Lo tendré cuando dejes de tratarme de usted, que no soy tan vieja, por dios.

Me reí y cerré la puerta detrás de mi.

Caminé lo más rápido posible a la casa de Thomas.
Al llegar no había nadie, así que subí a mi habitación y me puse el vestido azul y me arreglé un poco.
Bajé las escaleras para esperarle en el salón y me di cuenta de que la ducha de su habitación estaba abierta. Me senté en el sofá minutos después Thomas estaba a mi lado, en traje y corbata, le quedaba tan bien vestirse así que no pude evitar mirarle de arriba abajo.

-Vaya. -Dije con una sonrisa.

-Podría decirte lo mismo. -Dijo mientras me cogía de la mano.

-¿Nos vamos ya?

-Sí, tenemos que estar ahí para la hora de comer.

Asentí y caminamos hasta el coche. Se me calló el bolso y Thomas se agachó para cogerlo.

-Disculpe, señorita. -Dijo abriéndome la puerta del coche, hizo una reverencia y me reí.

Le di un beso en la mejilla a modo de gracias y me metí en el coche.

-Oye Thomas, la habitación donde estoy, ¿de quién era antes?

-De mi hermana, vivía conmigo hasta que se marchó a Italia. -Dijo sin apartar la vista de la carretera.

Conducimos más o menos una hora por la carretera hasta un bosque enorme donde se encontraba una casa enorme con forma de palacio, dos hombres nos abrieron la puerta principal para meter el coche y al llegar Thomas le dejo las llaves a uno de ellos para aparcarlo.
Me cogió del brazo y entramos en la casa.

//por ti, por mí// matty healyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora