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Salí de la tienda sin darme cuenta de que las lágrimas empezaban a aflorar en mis ojos, caminé un par de calles más y sin querer espanté a las palomas que una mujer estaba alimentando.

Me dijo algo en francés que no entendí. Le pedí disculpas y cuando traté de seguir mi camino me llamó.

-¿A dónde vas con tanta prisa? -Me dijo con un inglés perfecto.

-A ningún lado, si te soy sincera, no tengo a dónde ir... -Caminé hasta llegar a ella.

-Siéntate. -Me dijo.

Me senté y observé como las palomas volvían a por sus pequeños trozos de pan.

-¿Por qué lloras? -Me dijo ella sin quitarle los ojos de encima a las palomas.

-No lloro. -Dije limpiándome la cara repetidas veces ya que las lágrimas no dejaban de salir.

-Vamos niña, no es de buena educación espantar las palomas de una desconocida y encima mentirla. -Me dijo ofreciéndome un pañuelo.

Al cogerlo, me fijé en ella, tendría unos treinta años y era la cara más amable que había visto desde que conocí a Alex.

-¿Mal de amores? -Preguntó sosteniendome la mirada.

Asentí y me reí.

-¿Sabes con qué se cura el mar de amores?, con un buen chocolate caliente y una larga charla con una desconocida. -Dijo mientras se levantaba.

-Pero... No tengo dinero... -Dije avergonzada.

-Y no te hace falta, el café es mío. -Sonrió ofreciéndome su mano.

La tomé y me levanté para caminar a su lado. No caminamos ni medio minuto y ya habíamos llegado.
El café era algo especial, tenía ese rollo vintag de los años 50 y un montón de cuadros colgados por todos sitios, era pequeño y acogedor, había un par de chicos sentados en la barra y el resto eran parejas adultas. Nos sentamos en una mesa cerca de la ventana por donde podías observar como caminaban con prisa los jóvenes empresarios y como los coches les pitaban a los ancianos que cruzaban la calle lentamente.

La camarera se acercó y nos trajo dos chocolates calientes con algunas pastas.

-Bueno niña, cuéntame. -Dijo la desconocida mientras tomaba un sorbo de su taza.

-He espantado a sus palomas y encima me ha invitado a beber chocolate caliente sin ni siquiera saber mi nombre, así que supongo que se lo debo... -Dije con una risa fingida.

-¿Cómo te llamas, niña?, yo soy Marie, por cierto.

-Leila. -Dije mientras bebía de mi taza.

-Bien, Leila, cuéntame. -Dijo con una sonrisa enorme.

Su cara transmitía tranqulidad, era blanca como la leche pero sus mejillas seguían rojizas cómo las de una niña pequeña y tenia unos ojos castaños enormes, no tendría más de treinta años y me trataba como a una cría, es gracioso.

-¿Hola?, estoy esperando. -Dijo mientras cogía una galleta.

-Pues yo... -Suspiré. -No soy de aquí, pero llevo unos días viviendo aquí con un médico que me operó después de que me dispararan, en verano, decidí huír por así decirlo con un chico que no conocía, todo iba bien hasta que fuimos a una fiesta y conocí a unos amigos suyos, y luego paso lo anterior y bueno. -Dije intentando repasar todos los detalles.

-Vaya, ¿cuántos años tienes?, ¿18?, y has vivido en un verano más que yo en mis 32 años... -Dijo mientras mordisqueaba su galleta.

-El caso es, que tengo algún tipo de relación con el médico, pero sigo queriendo al otro chico, o sea no, no sé si le quiero, pero le echo demasiado de menos y por mucho que intento estar bien con el médico no es lo mismo que estar con él y además el médico no me aspira mucha confianza... Es algo extraño. -Dije con la mirada distraída.

-Vaya, ¿y por qué le echas de menos?, ¿se fue sin ti no?

-No, yo le dije que se marchara y que no quería volver a verle, pero él tampoco me ha vuelto a buscar...

-¿Estás segura de eso?, es decir, tú ahora vives con el médico, y él no sabe donde vive, puede que haya ido al hospital a preguntar por ti y no le hayan querido decir nada. Y lo de que es extraño, todos los médicos están algo mal de la cabeza y si viene de familia rica ya ni te cuento... -Dijo con una carcajada.

-Pero él es bueno conmigo, además no tiene porqué ocultarme nada, le dije que Alex ya no era nada mío. -Dije confundida.

-Niña, los hombres como las mujeres, protegen lo que desean, y luchan entre ellos, yo no confiaría en ninguno de ellos. ¿Por qué no intentas llamar a ese tal Alex y hablar con él?

-Porque no quiero oír la verdad. -Contesté sincera.

-¿Y qué verdad sería esa? -Dijo despreocupada.

-Que nunca me quiso y que sólo me utilizó...

-¿Y tú crees que es verdad?

-No... No lo sé.

-Entonces, ármate de valor antes de que sea demasiado tarde y te quedes con las ganas.

-Este sitio es precioso, me encantaría venir aquí siempre.

-Mi madre siempre decía que teníamos que crear más lugares donde puedas leer un libro agusto y tomar buen café a buen precio, y después de su muerte, abrí esto.

-Es precioso. -Dije, mientras miraba al rededor, vi un reloj, quedaba media hora para que Thomas volviera a casa y yo tenía que estar lista.

-Marie, le agradezco muchísimo todo esto, ahora tengo que irme, pero le prometo que mañana volveré y esta vez seré yo quien le invite a un café, siempre y cuando vuelva a verla. -Dije mientras me levantaba del confortable sofá.

-Por supuesto, niña, siempre estoy aquí o con mis palomas, espero volver a verte. -Se levantó y me dió un abrazo.

Salí disparada por la puerta, me giré y la despedí con la mano.

//por ti, por mí// matty healyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora