Capítulo 39

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Ron

Los días pasaban, uno tras otro.

Margaret comenzó a ser casta conmigo.

Discutimos en más de una ocasión porque simplemente no coincidimos.

A veces su inmadurez era tanta que sentía que estaba casado con una niña entrando a la adolescencia.

Empezamos a dormir separados de nuevo, volví a mi habitación.

Era el claro como ella intentaba no explotar justo cuando estaba apuntó de hacerlo.

No podía entenderla y era claro que ella no podía hacer lo mismo conmigo.

Se la pasaba encerrada en su habitación, solo dejaba pasar a Lucy.

Levante la vista del plato, observándola almorzar frente a mi, tan calmada. Tan reluciente como ella sabía ser.

—Invite a mamá a comer, quiero, espero. — me corregí. — Que dejes de tu encierro de esa habitación, bajes y la recibas.

—¿Algo más? — preguntó con ironía.

—Qué bajes a comer.

—Pues al parecer seguirás esperando, no voy a bajar. — se levantó de su asiento dejando ver su ya crecido vientre.

—Te has negado a recibir a cada invitado que he traídos esta casa,— replique ante su negativa. —Siendo una grosera que ni siquiera es capaz de saludar, no pasaré de alto a mi mamá esta vez.

—Ya tuviste mi respuesta, no voy a repetirla, espero y disfruten la comida.

—Margaret. — gruñó en cuanto la veo irse.

Su inmadurez y desplante no tenía límites.

Prepare los platos y cubiertos junto a Tinny en donde se encontraba la gran mesa separada de la cocina.

Subí de nuevo las escaleras, parando me justo enfrente de la puerta de Margaret. A dentro solo se podía escuchar la radio sonar.

Aprieto fuertemente la mandíbula frente a la puerta —¡Se que no te sientes bien! — gruñó con voz fuerte. —¡Pero debo recordarte que no únicamente es mi madre! ¡Además es tu suegra! ¡Margaret!. —no hay respuesta, solo sube el maldito volumen. —¡Margaret! —toco la puerta con puños apretados.

Dejó de hacerlo en cuanto mi vista capta al elfo doméstico indicándome que mamá ya llegó.

—¡En serio, es patético! — gruñó frente a la puerta.

Bajo las escaleras, encontrandola en la sala.

Me acerco a saludarla, afectuosa besa mi mejilla.

—Que gusto que hayas venido. — le digo.

—¿Solo tú? — pregunta esperanzada.

—Sí. —suspiro con pesadez. —Margaret está indispuesta, al parecer no la está pasando bien.

—Pobrecilla. —exclama. —Tuve suerte de no afectarme en los embarazos.

—Sí pero son.. mujeres muy diferentes. ¿Comenzamos afuera? — le señaló.

—Sí, claro. —acepta.

Ambos nos dirigimos a la puerta principal para ir directo a los jardines.

—Vaya, escucha eso. —se detiene en cuanto llegamos cerca de la fuente. —No hay insectos, ni aves.

—Es horrible. Un silencio mórbido y terrible porque los insectos no tienen a dónde ir. —seguimos caminando.—Quisiera poner un jardín silvestre por allá. —le señaló nuestra izquierda. —Un jardín cercado aquí. Un huerto por allá. —apuntó a la derecha mientras seguimos avanzando. —Uno con reloj de sol allá.

Encadenados [Ronald Weasley] EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora