Encadenados [Ronald Weasley] EN EDICIÓN

Capítulo 56

La noche llegó trayendo consigo la llegada del mes de Mayo. Un nuevo mes empezó y la gira concluyó.

El día primero me la había pasado totalmente encerrada en mi habitación, Hannah aceptó ser mi niñera aunque no quisiera admitirlo necesitaba ayuda.

El resto del día la pasé en cama, Ron siguió ignorandome, no dejaba explicarle que todo está atención yo no la había decidido así.

El que todo el mundo me observara, estaba en primera plana en todos los periódicos, eso me consternaba. No había hecho algo específico como descubrir la cura contra la Viruela de Dragón o algo maravilloso como eso..

¿Por qué a mí? ¿Por qué toda esta publicidad?

Mi esposo empezó a sentir muchos celos.

Caí en cuanta en la inseguridad que reflejo en mi, en que la clase de celos no era porque estaba cerca de George si no porque George estaba cerca de mí cuando la tarea se la habían asignado a él.

Sabía que después de esta Gira algo había cambiado dentro de mí, de cierta manera madure.

Aunque apenas pude comer algo por la sensación tan pesada del estómago que me hizo correr al baño de la habitación.

Levante la tapa colocandome de rodillas frente al retrete, y con ella se fue todo lo que había consumido jalando la palanca.

Eso me hizo recordar el día de mi cumpleaños hace un mes. Pase una de mis manos por mi frente. Busque entre mis cosas una de esas pruebas, hasta esperar unos minutos.

Al fin tuve el resultado.

Mayo 02 del 2001

Hoy se concluía tres años de cinco del tiempo límite. Solo faltaban dos.

Estaba sentada en mi sala con Maison en brazos mientras hacía lo posible por aguantar mi mareo.

Mi espera terminó, la llama de la chimenea se encendio dejando ver a la persona que había llamado a venir.

Mi abuela hizo aparición, con su grande saco y un bolso fino en su mano, tan extravagante y elegante a la vez.

—Abuela. — exclame con suavidad.

Ella hizo un movimiento de mano indicándome que no me parará, se sentó en el sillón justo enfrente de mí.

—Mira esto. —chilló sacando de su pequeño bolso una enorme cantidad de periódicos conmigo en la portada.

Uno tras otro poniéndolos frente a la mesa de estar.

—Te pedí que vinieras porque.. Ya no sé a quién acudir realmente. — eso pareció llamar su atención.

Alzo una de sus cejas pidiéndome que continuará.

—Estoy sufriendo. — murmuré.

—¡¿Sufriendo?! — pareció desconcertada. — ¡Pero acabas de tener un éxito! — señaló.

—No lo considero un éxito si al final mi esposo y yo somos sumamente infelices.

—¡Las fotos de ambos están en todas partes! ¿De verdad me dirá que eso es infelicidad? Deberías estar agradecida después de todo.

—No en ese momento. — musite con anhelo, con la misma sensación que sentí en ese segundo. —No, en ese momento, es.. Felicidad absoluta. Pero luego a puerta cerrada es una historia diferente. Esta resentido por todo la atención que recibo.

—¿Y eso a mi qué? Después de todo fue mi idea que tú tuvieras toda esta atención a tu beneficio y tú misma te encargaste de eso, lo hiciste todo sola muy bien.