Enamorarse jamás había estado en los planes de Mia, pero todo eso cambió el día en que conoció al niño con la peculiar cicatriz de la que sus padres siempre le habían hablado. Harry jamás imaginó que una de sus mejores amigas sentiría lo mismo que é...
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La luz se colaba por las cortinas de mi cama, las cuales había cerrado la noche anterior. Asomé un poco mi cabeza y noté que ninguno de los chicos se encuentra en la habitación.
De seguro se durmieron en la sala común, pienso.
A mi lado, un pequeño ángel se remueve entre sueños y murmura algunas cosas. Sonrío al notar como sus pestañas golpean sus pómulos y como su cabello cae sobre su rostro.
Suavemente, acerco mi mano a su rostro y aparto los mechones que caían sobre éste.
─Si no fueras mi novio, me sentiría acosada.─ dice ella abriendo sus ojos y sonriendo.
Río un poco y besó su frente, para luego caminar en dirección al baño. Cepilló mis dientes y al voltear puedo ver a Mia, sentada y buscando algo con la mirada.
─¿Buscas algo, bella durmiente?─ preguntó luego de enjuagar mi boca.
─Ja. Ja. Muy gracioso, James.─ dice ella con un puchero que hace que mi corazón se derrita.─¿Dónde está tu suéter?
Sabía muy bien a cuál se refería; le señalé mi armario y ella bajó de la cama y caminó hasta él.
─Te queda mejor a ti que a mi.─ dije apoyado en el marco de la puerta del baño.
─Eso lo sé muy bien.─ respondió ella, terminando de colocar el suéter sobre su camiseta gris.
Caminó hasta el lugar en donde me encontraba. Y cuando creí que me besaría, simplemente me esquivó y tomó dos pastillas de menta, para luego meterlas a su boca.
Luego, lavó su rostro y ató su cabello en una linda trenza; que luego llevó hasta detrás de su hombro izquierdo.
Se veía realmente preciosa, pero moría por uno de sus besos.
MIA ISABELLE JONES:
Sabía que Harry estaba un poco indignado y también sabía que quería que lo besara. Aunque, molestarlo era uno de mis pasatiempos.
Salí del cuarto de baño, tratando de pasar por alto que no lo había besado. Pero cuando creí que mi plan funcionaría a la perfección, sentí como tomaba mi brazo y me atraía hasta él.
─¿No se te olvida algo?─ susurró él. Mi rostro y el suyo se encontraban a pocos centímetros de distancia. Agradecía a Merlín por las pastillas de menta.
─No lo sé, quizás sí.─ respondí de la misma manera.
Él hizo un mohín de tristeza. Yo sonreí en respuesta mientras él se inclina y captura con sus labios los míos en un beso suave y dulce, que hace que sienta mariposas, hipogrifos y dragones en mi estómago.
