Se acabó

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Narra León

6:45

Suspiré y me giré hacia el otro lado para volverme a refugiar en la comodidad y el confort que me ofrecía mi cama. Era tan duro levantarse cada día, y no por el simple hecho de que me guste dormir, como a cualquier persona de este mundo, si no que hay que enfrentarse a la cruda realidad de cada día. ¿No han pensando siempre tenemos que sufrir por algo o por alguien? La vida es dolor. Mucho dolor. Pero supongo que eso demuestra que estamos vivos, si nunca pasaran cosas malas supongo que nunca estaríamos conforme a las cosas buenas que tengamos. ¿Cómo conoceríamos que es la felicidad si no experimentamos la tristeza?

La filosofía de León.

Estaba más cansado de lo que pensaba, que me estaba empezando a volver paranoico. Aunque eso no quiere decir que no sea verdad lo que he dicho anteriormente. Levantarse cada día y saber que no tengo a Violetta a mi lado es todo un reto. Un reto que causa mucho dolor.

Me volví a girar y estaba vez me quede tumbado mirando para el techo. La verdad es que me parecía mejor estar así que ir al estudio para ver que me deparaba el día de hoy. Nada bueno seguro. Cerré los ojos nuevamente y coloqué las mantas sobre mi cara, a la vez que resoplaba resignado.

-¿León?- escuché el chirrido de la puerta mientras se abría- ¿Estás despierto?

-No- respondí.

-Muy gracioso- se acercó a mi lado mi madre para quitarme las mantas de encima.

-Supongo- me encogí de hombros.

-Que pases buen día mi vida- me besó la frente antes de desaparecer por la puerta.

-Tu igual- suspiré

-¿Sabes algo?- escuché desde la puerta.

Volví a mirar hacia la puerta y estaba mi madre asomada nuevamente.

-Ya es hora de afrontar la realidad, ¿no?- fruncí el ceño, en señal de que no entendía lo que estaba diciendo y prosiguió- me refiero que… ya es hora de ser feliz cielo.

-Sigo sin entender nada mamá- puse mala cara.

-Que recuperes a Violetta- eso si había sido muy claro.

Abrí la boca para pronunciar algo pero no pude.

-¿Cuánto tiempo más vas a fingir que te gusta Lara?- se cruzó de brazos.

-Mamá, no es tan fácil…-fue lo único que pude decir.

-Vosotros lo hacéis complicado mi amor- dijo mi madre- os amáis, solo tenéis que dejar de negarlo- hizo una pausa- es así de fácil.

No encontré ninguna escusa más. Me levante y me quedé sentado en el borde de la cama. En milésimas de segundo había empezado una lucha en mi fuero interno. Alcé los ojos para encontrarme con el rostro de mi madre y este se acercó a mí hasta quedar enfrente de mí.

-Lucha por lo que quieres León- me agarró a ambos lados de mi cara- escucha tu corazón.

Esa fue la gota que colmó el vaso. En cuanto mi madre se fue al trabajo rompí a llorar como un niño. Ella tenía razón, ya no podía seguir viviendo en un mundo rodeado de mentiras y escondiendo lo que siento con tal de que no me vuelva a destruir. Ya sabéis… la manera de que no te rompan el corazón es fingir que no tienes. Pero eso se acabó.

Me levanté de la cama y me vestí. Observé mi reflejo en el espejo y estudié mis ojos, que estaban rojos y además cristalizados.

-Basta de ser un cobarde- dije en un tono casi inaudible- ¡basta!- casi chillé esta vez.

Leonetta, es para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora