Narra Violetta
Había pasado ya un mes desde que decidí irme a Madrid. Nada me retenía aquí a parte de mis amigas que me animaban a que fuese, pero sin ser ellas, ya no tenía ningún motivo por el que quedarme. Las cosas no había sido diferentes desde entonces, yo seguía sufriendo por cada rincón por él y él solo tenía ojos para Lara. Cada vez hablábamos menos. Apenas no saludábamos y cuando lo hacíamos nos costaba.
Mañana mismo salía mi vuelo a Madrid. Todos estaban emocionados y a la vez muy tristes. Aunque les había prometido que les iba a llamar siempre que pudiese y que intentaría no perder el contacto con ninguno. E incluso Gregorio se entristeció, pero ya saben como es, siempre intentando parecer duro y lo menos sentimental posible. Cómo lo echaría de menos. A Gregorio y a todos. Pero sobre todo a León. A lo mejor no verlo es el primer paso para conseguir olvidarle o tal vez no sea capaz de olvidarle nunca...
-Bueno chicos- dijo Pablo- quiero que me muestren las canciones que prepararon para el ejercicio de hoy- habló brevemente y siguió- van a empezar los chicos y luego irán las chicas.
Seguidamente los chicos se levantaron y subieron al escenario del zoom. Cada uno se colocó el instrumento correspondiente y empezaron a tocar.
Cuando me miro al espejo
solo veo tu reflejo tus ojos
ventanas son a un
mundo mejor
Como fuego en el invierno
tu le das calor a mi universo
es amor sin condición lo que
siento yo estando contigo
Dime si esto es real llegaste
a cambiar con un beso mi verdad
no sé cómo expresar con palabras
que cuando miro tus ojos se
que ya te amé mil vidas atrás
Cuando respiro te siento
de armonía me llenas el pecho
con tu voz, no hay temor
en mi corazón.
Sin ti estaría incompleto
no saldría eso si no te tengo
es amor sin condición lo que
siento yo estando contigo
Dime si esto es real llegaste
a cambiar con un beso mi verdad
no se cómo expresar con palabras
que cuando miro tus ojos se
que ya te amé mil vidas otras.
Miré a León prácticamente toda la canción, aunque muy a mi pesar él estuvo mirando a Lara todo el tiempo, que le sonreía tontamente desde su silla, situada dos puesto hacia la izquierda más allá de la mía. Suspiré y agaché la cabeza, ¿por qué me tenía que doler tanto?