Narra León
Bajamos corriendo de la furgoneta junto a Michael, dejamos a Linc y Fernando dentro ya que era muy arriesgado que bajaran con nosotros, todavía les buscaba la policía, de hecho "disfrazamos" a Michael. Llevaba a Violetta en brazos y literalmente andaba hacia el hospital ciego, estaba como en shock, solo pensaba en Violetta. Estaba perdiendo mucha sangre a pesar del torniquete que le había hecho en el brazo.
Michael corrió hacia una enfermera e inmediatamente le pidió ayuda. La enfermera nos miró y enseguida soltó todo lo que tenía en sus manos y alcanzó una camilla justo a mi lado. Un médico apareció por detrás de mí y me obligó a poner a Violetta sobre la camilla. Michael me agarró alejándome de ella y lo vi como un equipo sanitario llevaron la camilla hacia una sala al fondo, todos corrían y gritaban algo que mis oídos no percibieron. Estaba como ido, mi cuerpo estaba allí pero mi mente se colapsó. En un abrir y cerrar de ojos la camilla con Violetta estaba dentro de la sala y Michael me dirigió hacia unos asientos.
-Ey, León – captó mi atención y le miré - ¿estás aquí?
-Si – mentí
-Miente mejor – respondió
-Es que todo pasó muy rápido – hice una pausa.
-Tranquilo – me puso una mano sobre mi hombro – estará bien.
Narra Violetta
Desperté en una sala con bastante luz. Moví un poco la cabeza huyendo de ella, tenía los ojos chinitos porque no era capaz de abrirlos. Cuando me fui acostumbrando a la luz los abrí por completo y moví mi mano hacia mi nariz. Tenía una especie de tubitos y la verdad es que molestaban bastante, quería quitármelos.
Volví a girar mi cabeza y vi mi brazo completamente vendado. No lo sentía, estaba completamente dormido. Sentía un poco de molestia pero eso era todo, no sentía nada de dolor.
-¿Mi amor? – su voz captó mi atención - ¿estás bien?
-León – dije
-Si – se acercó a la camilla – estoy aquí – y agarró mi mano buena - ¿cómo te sientes?
-Bien – dije – un poco desconcertada
-Tranquila – acarició mi cara – estarás bien
-¿Y Michael? – pregunté
-Está abajo, en la sala de espera – respondió
-Ah – parpadeé - ¿qué se supone que va a hacer ahora?
-No lo sé – hizo una pausa – de hecho, nunca sabemos – me hizo reír.
-Tienes razón – admití
-Es la última vez que me convences para hacer un tiroteo – me soltó de repente
-Gallina – me reí de él
-De eso nada – se quejó - ¿sabes el cuento que me tuve que inventar para la enfermera? – me hizo pensar – complicada la cosa – y me volví a reír
-¿Qué le dijiste?
-Que unos pibes armados nos atacaron – dijo
-Bueno, no es mentira eso – levanté una ceja
-Claro – me respondió – si omitimos la parte en la que nosotros también disparamos – volví a reírme – eres preciosa cuando te ríes
Le miré y me sonrojé. Cuántas cosas habíamos pasado para estar juntos. Estoy tan feliz y satisfecha de tener a ese hombre alucinante frente de mí, y que me dijera eso me llenó completamente el corazón.
-Vos sos hermoso – le respondí.
-Voy a buscar al enfermero para que sepa que ya despertaste – se levantó y antes de que se fuera le agarré por la mano haciendo que me mirara - ¿qué ocurre? – se asustó - ¿te encuentras mal?
-No, estoy bien – le tranquilicé – pero antes de irte – le dije - ¿me das un beso? – me sonrojé.
-¿Por qué te pones roja? – se rio
-No sé – encogí los hombros al mismo tiempo que hablé
-Ya te he dado muchos como para que te sonrojes – me dijo
-Bueno, perdón – rodé los hombros y admito que me enfadé un poquito.
No me duró mucho el enfado porque enseguida acercó su rostro al mío quedando a centímetros de mis labios. Me miró a los ojos y con su mano acarició mi mejilla. Se acercó lentamente y nuestros labios finalmente se juntaron. Enrollé mi mano en su cabello e intensifiqué el beso.
-Te amo – dijo cuando se separó, pero quedando a centímetros de mi.
-Te amo – volví a decir yo.
Entonces se levantó y salió por la puerta de la habitación para avisar a los médicos. Apoyé mi cabeza en la almohada nuevamente y miré hacia el techo. Vaya suerte que teníamos nosotros, con toda la gente que hay en el mundo nos toca todo a nosotros dos. Dicen que el camino más difícil es el que más se disfruta.
Escuché que alguien entró y me supuse que sería León con los sanitarios. Levanté la cabeza y me encontré con Tomás. Mis ojos se abrieron como platos y rápidamente intenté apretar el botón para avisar a los sanitarios, pero él lo alcanzó primero.
-Hola bonita – me sonrió cínicamente.
-¿Qué haces aca? – dije asustada
-Pensabas que no saldría nunca – me dijo – que ilusa que eres.
-SOCORROOO – grité
-Grita todo lo que quieras - dijo maliciosamente – nadie podrá entrar si la puerta no se abre, ¿no?
-¿Qué es lo que quieres? – dije. No me podía mover de la cama, estaba muy débil ya que había perdido demasiada sangre.
-Quiero que tu amiguito Michael devuelva lo que nos pertenece – dijo sin rodeos
-Las pruebas en las que se demuestra que él es inocente – hablé seria - ¿esas dices?
-Calla – me ordenó
-¿Por? – me incorporé quedándome sentada - ¿por decir la verdad dices?
-Eres ingenua – dijo – te buscas la ruina tu solita
-A tu compañía y a ti os queda muy poco tiempo – rio al escucharme.
-Me parece que ya mis compañeros encontraron la furgoneta donde están Fernando y Linc – me mordí los labios y desvié la mirada. ¿Cómo van a ser tan descuidados?
-Vaya – le miré con una ceja levantada – al final los malos acaban ganando, ¿no crees? – se acercó a mí y me acarició la mejilla. Desvié mi cara de la suya y rio – Tú y tus amiguitos han perdido, nada tienen que hacer en contra de la compañía
-Dile a tu querida presidenta que es un asco de persona – dije furiosa, dándome por vencida
-Vaya, no le gustará escuchar eso.
-Ah, si – dije – y una asesina – añadí.
-No te lo voy a negar, pero me paga bien por mi silencio – admitió – hasta luego Violetta.
Vi como se marchaba por la ventana dejándome allí. Habíamos perdido esta batalla, las pruebas que teníamos se habían esfumado. Tantos días encerrada en aquella pocilga habían sido en vano.