Narra León
Escuché un sonido estridente que no pude diferenciar. Gruñí un poco y busqué la mano de Violetta, pero me di cuenta de que no estaba. Automáticamente abrí mis ojos y me senté rápidamente mirando hacia todos lados. Pero otro sonido me distrajo, esta vez reconocí que era el de una pistola. Me levanté del sopetón y me mareé un poco, levantarse bruscamente no puede ser bueno. Me dirigí hacia donde dormían Linc y Fernando y los sacudí con fuerzas para que despertaran, parecían marmotas vivientes. Fernando se quejó y se movió, casi tirando a Linc del sillón.
-Ay señor – rodé los ojos al mismo tiempo que hablé.
Otro disparo.
Dejé a aquellos dos durmiendo y me dirigí hacia adelante, donde estaba Michael manejando.
-Michael, ¿qué es eso? – dije alterado.
-Nos atacan – me contestó
-¿Y Violetta? – pregunté
-¿No fue atrás contigo? – me miró asustado.
-No – negué – cuando desperté no estaba allí.
-Estoy aquí – gritó Violetta.
Me giré casi al instante de escuchar su voz y la vi subiendo por la trampilla del techo. ¿Pero qué está haciendo esta loca?
-Violetta – casi me da algo - ¿qué narices haces ahí?
-Tenemos que conseguir que nos dejen de disparar – me contestó
-Así te van a matar loca – me fulminó con la mirada – baja de ahí – me dirigí hacia ella y negó con la cabeza. Vi que sacó una pistola y mi cuerpo se tensó – epaaa – grité –te volviste loca.
-Tengo una idea – me dijo – cúbreme y me pasó otra pistola
-Violetta – respiré hondo – no sabes... - hice un pausa – no sabemos usar pistolas
-No seas gallina – le miré con mala cara y se rio – quita el seguro y cúbreme.
Tragué saliva y subí con Violetta. Nos asomamos por el techo y nos empezaron a disparar con más intensidad. Agarré la tapa de la trampilla y la puse enfrente de nosotros. No estaba seguro de cuánto iba a durar esa tapa, el tiroteo estaba bastante intenso.
-Violetta – dije – no puedo bajar la tapa, nos va a alcanzar una bala.
-Lo sé – su voz tembló – a la de tres – me dijo – baja la tapa
-¿Qué? – contesté asombrado - ¿estás loca?
-¿Confías en mi? – me miró a los ojos y mi corazón se paró un segundo
-Si – le contesté
-¿Ciegamente? – dijo
-Violetta – le miré con reproche – no me hagas esto
-Tú solo hazlo, ¿vale? – me dijo
No estaba para nada seguro bajar aquella tapa, pero había algo dentro de mí que me hacía confiar en ella. La miré y una lágrima salió de sus ojos. No pude resistirlo y la besé. Fue un beso con miedo, a volver a perdernos.
-Te amo – dijo sin más
-Yo más – cerré los ojos con fuerza y cogí una bocanada de aire-
-Una – tensé mi mandíbula – dos – sentí como mi respiración se aceleraba – tres – solté la tapa y me puse en posición con la pistola. Comencé a disparar como un loco, no tenía ni idea de usar ese maldito cacharro.
Miré a Violetta y la vi apuntando fijamente a algo.
-Violetta – dije alterado – no sé qué haces - estaba muy alterado – pero hazlo ya - ¿dije que estaba alterado? – nos va a alcanzar una bala.
Entonces Violetta por fin disparó su pistola y le dio a la rueda del coche de los que nos disparaban, volcándose.
-Si – dijo victoriosa
-Muy bien mi amor – dije asombrado, me miró y me sonrió.
No nos dimos cuenta, pero uno de los hombres de la camioneta salió por la ventana y disparó por última vez. Había bajado la guardia cuando Violetta le dio a la rueda y la bala se dirigía a nosotros. Violetta se dio cuenta de ello y me apartó rápidamente, pero se le enterró en su brazo. Agarré a Violetta porque nos íbamos a caer de la escalera de la trampilla y se agarró a mi pecho. Cerré rápidamente con la tapa abollada por todas las balas y bajamos.
-Violetta – solté mi pistola alterado y agarré su brazo – mi amor – salió unas lágrimas de sus ojos y me quité la camisa para hacerle un torniquete – mi amor mírame.
-Estoy bien León - me contestó
-Tenemos que ir a un hospital – le dije – estás perdiendo mucha sangre Violetta
Noté como su respiración comenzó a acelerar y la coloqué sobre mi regazo. Estaba más pálida de lo normal. Hice presión en su brazo para que dejara de salir tanta sangre.
-Michael – grité – tenemos que ir al hospital
-Entendido – me respondió
Michael aceleró dirigiéndose hacia el hospital.
Cargué a Violetta y la puse sobre el sillón. Instintivamente se abrazó a mí y le correspondí. Seguí haciendo presión sobre su brazo, mientras que con el otro brazo agarró mi mano que quedaba libre. Las lágrimas caían de sus ojos y se me estaba rompiendo el alma con esa situación.
-Mi amor – dije entrecortado – tranquila, ya estamos yendo al hospital.
Me miró a los ojos, pero no me respondió y me fijé en como su mirada iba desvaneciendo. Sus ojos se estaban cerrando.