Narra León
Escucha mi teléfono y automáticamente lo saqué de mi bolsillo. Era Michael, ¿por qué carajos me llamaba si estaba en el hospital?
-Michael – dije cuando contesté
-León, Tomás tiene las pruebas – me quedé helado – está aquí en el hospital
-¿Qué dices? – estaba en shock
-No te separes de Violetta – casi se me salen los ojos del casco.
No le dejé terminar lo que estaba diciendo y corrí vuelta atrás hacia la habitación de Violetta. Acababa de bajar del ascensor, pero sabía que si subía en él tardaría demasiado. No lo pensé ni un segundo y subí por las escaleras. Subía los escalones de tres en tres, lo más rápido que podía. Esquivé bastante gente que bajaba y se me quedaban mirando de manera extraña, no era normal que una persona corriera de la manera en la que lo estaba haciendo yo por el hospital, de hecho no se puede correr por el hospital.
-¡Ey, chico! – me gritó un enfermero – no se puede correr por el hospital
Estaba a unos metros de la habitación de Violetta cuando escuché un grito... ¡SOCORRO! Miré al enfermero asustado y él hizo lo mismo. Rápidamente llamó a seguridad y no tardaron en venir unos guardias enormes, me sacaban como dos cabezas y eran muy musculosos. Eran como tres yo, ¿entienden? ¿Qué comerán para estar así?
Nos acercamos a la habitación y escuchamos a Violetta hablando con alguien, reconocí la voz en segundos, sabía que era Tomás. Me enervó la sangre saber que estaba con Vilu ahí dentro, si la tocaba lo mataba sin duda alguna. Los guardias hicieron una especie de señal en clave y acto seguido tiraron la puerta abajo colocándose en posición de defensa con las pistolas. Me asomé rápidamente y vi a Violetta con las manos en alto. ¿Pero qué hacía?
-Señorita – dijo un guardia - ¿está bien? Puede bajar las manos, igual no era a usted al que buscábamos.
-Perdón – dijo y bajó las manos – me asustaron - esta chica no tiene medio.
-¿Quién estaba con usted? – habló el guardia
-Acaba de huir por la ventana – le respondió
Nada más decir eso los guardias se pusieron en posición de defensa y salieron rápidamente en busca de Tomás. Crucé la habitación rápidamente y abracé a Violetta.
-Te dejo sola unos minutos y mira la que armas – dije bromeando
-¿Me estas cargando? – se separó de mi abrazo
-Un poco – respondí gracioso - ¿qué quería?
-Tiene las pruebas – me miró seria – hemos perdido.
La abracé nuevamente apenado y me estrujó con fuerza. Escuché como suspiró en mi hombro y enterró su cabeza en mi cuello.
-Te quiero pequeña – susurré en su oído.
-Disculpen por interrumpir – habló el enfermero – tengo que revisarte Violetta
-Si claro – inmediatamente me aparté - ¿salgo? – le pregunté al enfermero
-No será necesario, puede sentarse en los sillones de la habitación si lo desea
-Sí, gracias – respondí.
Me senté tal y como me dijo el enfermero y vi cómo se ponía a revisar a Violetta. Le hizo un par de preguntas haber si realmente estaba consciente y además del dolor que sentía en el brazo. Me sentía verdaderamente culpable. Había pasado por tantas cosas malas estos últimos meses y toda no paraba de ir a peor. Ahora Tomás tiene las pruebas que demostraban la inocencia de Linc, y para colmo a Fernando y a Michael le caerían bastantes años más en el talego por huir todo este tiempo. No sabía que vendría ahora, Michael no me había llamado más desde que me dijo que ya no tenían las pruebas, pero aunque tenga a Michael a dos centímetros de mi, jamás sabría qué es lo que planea esa cabeza manipuladora y a la vez tan brillante y eficiente. Es como si tuviese un coeficiente intelectual superior al de los humanos, cuando le veo maquinar algo, por sus ojos pasan tantas cosas que son inexplicables. ¿Cómo se puede entender lo que pasa por la cabeza de un genio?
-Bueno, ya está – levanté mi vista – estas perfecta Violetta – el enfermero me despertó de mi trance.
-Gracias – le respondió ella amablemente
-Siento mucho lo que ha pasado con ese hombre, no suele ocurrir nunca – se sinceró – la verdad es que somos bastante cuidadosos con esas cosas. De verdad que lo sentimos, no volverá a pasar.
-No se preocupe, estoy bien – Violetta dejó mostrar una sonrisa, era hermosa.
-Bueno – asintió el enfermero – me voy, os dejo.
-Muchas gracias – esta vez hablé yo y le estreché la mano.
Vimos como se fue el hombre por la puerta y la cerró. Me acerqué a Violetta y nos miramos sin decir nada. Sabíamos que el plan había fracasado, no sabíamos que vendría ahora.
-Estoy contigo mi amor – me dijo de repente
-Yo también lo estoy – la abracé – siempre.