Huida

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Narra León

Ya eran las 23:30 de la noche. Recién estaba saliendo de casa de Violetta cuando me di cuenta de que me llevaba siguiendo un coche desde hace un rato. De vez en cuando echaba una mirada disimulada para atrás para ver si efectivamente me estaba siguiendo y además intentar averiguar quién era. Al doblar las esquina me paré un segundo tras un arbusto y el coche pasó. No reconocí muy bien el rostro, jamás había visto a aquel hombre en mi vida. Menos aún sabía por qué me estaba siguiendo, pero me imaginaba que tendría que ver algo con Tomás, no cabía duda de ello.
Estaba empezando a ponerme histérico, no sabía que hacer y no pensaba llamar a Vilu porque se pondría como loca. Asomé mi cabeza por el arbusto y vi que el hombre se bajó del coche y empezó a mirar hacia todos los lados. Era obvio que me estaba buscando y como no huyera rápido de ahí lograría encontrarme. Rápidamente agarré mi celular y le marqué a Michael, era la única persona que podría ayudarme.

"Al número que ha llamado no existe"

-Mierda- murmuré

¿Cómo es posible que ya se hubiese desecho del móvil? Miré mi reloj. Las 23:46. Agarré el celular, esta vez para decirle a mi madre que me quedaría a dormir en casa de Federico. Ni loco iba a llevar al hombre ese hacia mi casa con mi madre.
Volví a asomar mi cabeza y vi que entró en el auto. Estaba sentado en el asiento de conductor marcándole a alguien por el teléfono. Me era imposible saber de lo que estaban hablando, estaba muy lejos. Así que aproveché para dar media vuelta y escaparme de aquel señor. Siendo sincero no sabía a dónde ir y era cuestión de segundos que el hombre me encontrara.
Empecé a andar, casi corría, en dirección al Studio. Pasé la casa de Violetta lo más rápido que pude y llegué a la banca dónde nos solíamos sentar ella y yo. Tuve que parar un momento para recuperar el aliento. Pero mi descanso duró muy poco, al ver a lo lejos el coche nuevamente. Se me pusieron los ojos como platos y seguí corriendo rumbo al Studio. Había una entrada secreta que sólo sabíamos Federico y yo, que era para cuando llegábamos tarde al estudio. Así que rodeé el estudio y me metí por la trampilla, que daba justo a la sala de baile. Cerré la trampilla y la sellé bien para que no pudiese entrar.
Estaba aterrado. Estaba en el suelo sentado mirando con cuidado por la ventana. El coche se paró nuevamente y el señor volvió a salir del auto. Se acercó hacia el estudio y paró justo enfrente a la puerta.

-Por favor no entres - dije bajito cerrando los ojos. Casi suplicaba.

Dio una vuelta alrededor y me escondí para que no me descubriera mirando por la ventana. Como supiese que estaba ahí estaría perdido, no tendría escapatoria. No sabía lo que ese hombre me iba a hacer y prefería no descubrirlo. Seguí allí sentado sin moverme un par de minutos. Estaba intentando asegurarme de que se iría antes de que saliera para huir hacia otro sitio en la dirección contraria en la que él fuera.
Pasado unos instantes me asomé con cuidado y vi que el coche ya no estaba. Me levanté del suelo y de repente una bala me rozó la oreja. Me tiré al suelo y me cubrí la cabeza. El hombre empezó a disparar. Había conseguido engañarme, quitando el coche supuso que pensaría que ya se había ido, y así fue, dicho y hecho.
No podía levantarme del suelo porque me podría llegar una bala tranquilamente a alguna parte de mi cuerpo. Aquella bala que me pasó rozando la oreja no me mató de milagro. Tenía la oreja sangrando y me ardía, pero nada es mucho peor que lo que podría haber pasado si me hubiese dado donde de verdad quería.
No podía quedarme allí, mientras el hombre seguía tiroteando la ventana, acabaría dándome. Miré hacía la puerta y calculé más o menos la distancia a la que estaba para correr hacia ella. Ya se que no era un plan muy bueno, pero no podía hacer nada más. Intentaría salir por la ventana gigante de la mesa de profesores e huiría hacia el bosque adentrándome en él. Es demasiado arriesgado ya que no tendría ningún tipo de luz para saber por dónde voy pero él tampoco así que eso fue lo que hice.
Rodé por la sala de baile hasta que alcancé la puerta y corrí el estudio hasta llegar a la sala de profesores. Tendría que darme bastante prisa porque pronto se daría cuenta de que ya no estaba allí. Ya en la sala de profesores abrí la ventana y ya no escuché mas tiroteos, así que ya se había dando cuenta de que no estaba en la sala de baile. Salí por la ventana corriendo y me adentré en el bosque. No sabía a dónde iba pero corrí lo que más pude porque sabía que tarde o temprano el hombre empezaría a seguirme. Notaba como me estaba quedando sin fuerzas y empezaba a jadear. Necesitaba parar a descansar pero no podía hacerlo. Por mi mente se paso la imagen de mi madre y luego la de Violetta. Tenía que escapar, por ellas. Daría lo que fuera por estar todo el tiempo que estuviese en mi mano a su lado, y no dejaría que esto acabara de esta manera.
Entonces vi como una especie de cueva y me adentré. Me pegué a la pared e intenté respirar y hacer el menos ruido posible. Cuando a lo lejos vi una silueta. Solo rezaba para que no se acercara a la cueva y siguiese de frente.
Entonces me sonó el celular. Se me pusieron los ojos como platos y lo agarré rápidamente para colgarlo. Era Violetta. Al colgarlo volví a mirar hacia afuera y la silueta negra se posó frente a mi.

Dios mio, esto se pone interesante. ¿Qué piensan que pase? ¿León tiene escapatoria?
Gracias por leer siempre y por votar.

Leonetta, es para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora