Capítulo 57

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Esa noche cenamos en la playa, Elisa nos preparó una mesa y una barbacoa, fue muy ameno y divertido, a la mañana siguiente teníamos la visita a la reserva de la biosfera de Sian Ka'an iba a ser la segunda vez que iba, aquel sitio me había ayudado mucho a encontrarme a mí misma, la belleza de la naturaleza en todo su esplendor.

Me acerque a la orilla de la playa mirando la luna, era hipnotizante. El olor del mar, el sonido de las olas y del suave viento moviéndose entre las palmeras... me encantaba. Hae Young y Suga estaban tumbados sobre una de las camas balinesas, los solteros de oro seguían bebiendo en la mesa y Jin y Min Ha se habían ido a su cabaña un poco borrachos.

Unos fuertes brazos me abrazaron por detrás. No me hizo falta darme la vuelta para saber que era Jimin porque su olor viajó hacia mí inundándome por completo.

- ¿Qué piensas? – me preguntó.

- La verdad es que estaba pensando en la última vez que vine aquí – confesé – había terminado una relación bastante toxica, él era un hijo de puta que solo pensaba en el dinero de mi familia. Después de aquello necesitaba desconectar del mundo y volver a conectar conmigo misma, recibí muchas críticas en aquel momento, él me hizo quedar como una perra infiel cuando en realidad había sido él quien me había engañado, fue una historia bastante escabrosa – Jimin no estaba acostumbrado a que las mujeres hablaran tan abiertamente de su pasado lo sabía, pero quería abrirme un poco a él, que supiera sobre mí.

- Yo siempre que he salido con alguna chica si no ha sido por culpa de mi empresa ha sido mi familia, no ha durado, luego estaban las que se han querido aprovechar de la fama, no es fácil estar en una relación siendo quien soy – me contó apretándome contra su pecho.

- Cuéntame ¿Qué hacen tus padres? – le pregunté.

- Tienen un café en mi ciudad natal, pero trabajan porque quieren, al fin y al cabo yo les doy cualquier cosa que necesitan – me contó.

- ¿Tienes hermanos? – pregunté curiosa.

- ¿Sabes? Por un lado me encanta que no sepas estas cosas de mí, son de dominio público al fin y al cabo – me dijo sonriendo – tengo un hermano pequeño ¿y tú?

- No tengo hermanos, mi madre es empresaria y mi padre actor – le confesé. No me parecía justo que él se hubiera abierto a mí y yo no le dijera nada.

- ¿Actor? ¿en serio? – me preguntó sorprendido.

- Sí, pero no te voy a decir quien es – le aclaré con una sonrisa.

- ¿Por qué? – la verdad es que no se lo decía porque no quería que buscara en internet sobre mí ya que lo primero que le iba a salir es mi escandalo con Anuel y después que el imperio de mi madre venia en parte del imperio de mi abuelo que... al parecer no era tan legal como mi mama, pero al final decidí confiar en él, en que no indagaría.

- Sebastián De la Vega – tarde o temprano lo averiguaría por lo que ya de perdidos al rio.

- ¿En serio? ¿Ese no es el actor de la serie la casa encantada? – me preguntó sorprendidísimo – pero si es súper joven – dijo más para el mismo que para mí. No pude evitar reírme.

- Sí, es que ambos me tuvieron cuando tenían dieciocho años – expliqué. Más de una vez algunos periodistas estúpidos me habían confundido con una amante.

- Eres toda una caja de sorpresas, pero la verdad es que me da lo mismo quien seas – me dijo con esa sonrisa ladeada tan suya. Luego mordió su labio inferior y no hizo falta que dijera nada más. Me lancé a comerle la boca.

El beso fue profundo y cuando quise darme cuenta de que casi nos lo montábamos en la arena miré hacia la mesa donde estaban todos reunidos. No había nadie, ni en la mesa ni en la cama balinesa que ahora se me antojaba muy apetecible.

- ¿Estas segura? – me preguntó cuándo miró hacia donde yo estaba mirando. Sabía perfectamente lo que estaba pensando.

- Hay luz en las cabañas, por lo que no hay nadie fuera... - dije mirándole y mordiéndome el labio.

- Joder – solo con esa palabra sabía que aceptaba el reto. Este Jimin era el desconocido, salvaje y  caliente que solo yo conocia.

Nos fuimos corriendo hacia la cama balinesa y soltamos las cortinas mosquiteras que colgaban de los travesaños, no es que ocultaran mucho porque eran casi transparentes pero con eso y apagando las dos antorchas cercanas era suficiente como para que la noche nos ocultara.

Ambos nos quitamos la ropa y sin pensarlo demasiado nos dejamos llevar por la pasión, hacia unos días que habíamos decidido no usar protección, al fin y al cabo yo me tomaba la píldora y ambos estábamos sanos.

Perderme en su cuerpo era como una puñetera droga.

Encontré una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora