Capítulo 36

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Por fin era momento de irme a ver el rey León, había vuelto de la excursión con JK al tatuador donde se había hecho un bonito tatuaje en la parte superior del hombro, ya se estaba quedando sin espacio en ese brazo, conocía a la gente como él, pronto empezaría por otra parte del cuerpo.

Tenía ganas de pasar un tiempo con Jimin, quería hablar con él y decirle que sí, que estaba dispuesta a aceptar su oferta, ya no me quería reprimir más, yo necesitaba volver a estar con él, en todo el sentido de la expresión. Iba a evitar enamorarme, al fin y al cabo todos sabíamos que aquello no tenía futuro, empezar algo sabiendo el final seguramente evitaría que me entregara al cien por cien y seguramente en su caso sería igual.

Me había puesto bien bonita, un precioso vestido de lana calentito con unos leotardos negros y mis flamantes botas.

Baje al hall y allí estaba él y tres guardias de seguridad. Nos miramos y pese a que vi algo de preocupación en su rostro no pude evitar sonreírle, algo que le sorprendió, pero me devolvió la sonrisa. Esa sonrisa... recuerdo que fue el desencadenante para que me lanzara a besarle en el bar del hotel de Qatar, no había visto sonrisa más sexy y bonita que la suya.

Cuando salimos del hotel había al menos veinte fans que salieron a su encuentro abriéndose paso a empujones. Todos nos metimos en un coche y fuimos a Brodway.

Al llegar allí, conseguimos pasar desapercibidos hasta que entramos al teatro, una vez dentro comenzaron los cuchicheos.

- Al fin y al cabo eres súper famoso – le dije sonriéndole.

- Eso me temo – no parecía contento. Era entendible, tenía que ser una mierda vivir así. Yo lo había experimentados durante algunos meses cuando saltó mi escándalo en la televisión, pero por suerte no duró demasiado.

- No te puedes sentar con él – me dijo el tipo de seguridad. Los tres hombres que venían con nosotros eran de lo más parcos en palabras.

- ¿Por qué? – pregunté entre indignada y sorprendida.

- Nuestro trabajo también es que no se meta en escándalos, así que nos sentamos nosotros en medio – vaya mierda. Jimin y yo nos miramos como si nos hubieran lanzado un cubo de agua.

- Pero tengo que traducirle – insistí.

- Todo el mundo sabe de qué va el Rey León, no hace falta traducción – comentó otro de los guardias fulminándome con la mirada.

Pasé toda la función a tres metros de Jimin, sin poder hablar nada. Todas estas cosas las archivaba mi cabeza para convencerme de que no iba a poder haber nada más que escarceos sexuales entre nosotros.

El espectáculo fue maravilloso, una autentica obra de arte, era mi segunda vez viéndolo, la primera fue hacía ya cinco años en Gran Vía.

Cuando todo terminó, los de seguridad del teatro se acercaron a nosotros. Intentaron hablar con Jimin que me señaló a mí.

- Hay como cincuenta personas fuera del teatro, saben que él está aquí – me comunicaron. Yo se lo traduje a todos. Los tres gorilas que llevábamos empezaron a ponerse nerviosos y hablar entre ellos. Estaba claro que ellos tres no eran capaces de hacerse con esa marabunta de fans. Mientras hablábamos con los de seguridad, el teatro se quedó vacío.

- Tenéis ya el taxi en la puerta del teatro – me comentaron mientras hablaban por el walkie con imagino que la parte de seguridad que había arriba.

- Pregúntales si nos pueden hacer un pasillo – me dijo uno de los guardaespaldas. Yo le traduje al guardia que me dijo que si, así que bajamos hacia la entrada.

Había muchas personas y algunas seguramente estaban paradas solo por cotillear a ver que famoso había dentro, cuando enfrentamos el pasillo, los tres gorilas se echaron sobre Jimin y yo quedé desprotegida detrás, los guardias del teatro avanzaban haciéndoles pasillo, pero yo quedé entre las fans y los curiosos. Escuché un grito en coreano "muere" y se desató el infierno.

Un tipo con un cuchillo se lanzó hacia donde estaban ellos, Jimin no corría peligro, al fin y al cabo la primera línea eran los guardaespaldas que estaban ocupados escoltándolo hacia el taxi, pero el tipo fue muy rápido y pude ver casi a cámara lenta la trayectoria del cuchillo, iba a colarlo por un hueco, iba  derecho al brazo de Jimin. Él lo vio también cuando alzó la mirada buscándome. Yo solo reaccioné y los empujé fuera de la trayectoria del cuchillo quedándome yo expuesta. Cerré los ojos esperando el pinchazo.

Al no sentir nada más que un golpe alcé la vista y vi como el chico que me había apuñalado el brazo me miraba sorprendido. El cuchillo no había podido atravesar mi abrigo... mi seis años de entrenamiento en defensa personal tomaron el control de mi cuerpo, le miré con una sádica sonrisa cogí su muñeca con mi mano izquierda y se la doble hasta romperla. Tiré de él hacia mí y golpee su pecho con mi pierna, después lo tiré al suelo y le puse las manos detrás de la espalda. Tuve que contenerme para no matarlo a palos. Uno de los guardias me dio una brida y le ate las manos.

- Marchaos – les dije a los chicos que me miraban como si me hubiera crecido una cabeza llena de serpientes. Jimin estaba intentando llegar a mí, estaba aterrorizado, pero entre los tres le metieron casi a la fuerza en el taxi.

- Vaya placaje – me dijo uno de los guardias del teatro mientras otros llamaban a la policía, la mayoría de las fans estaban furiosas con el atacante, llamaron a la policía y le metimos dentro del teatro porque si se llega a quedar fuera, todas las Army que estaban allí le hubieran linchado a ostias.

- ¿Por qué has hecho eso? – le pregunte. Era coreano y me entendía perfectamente, pero ni me miró ni me contestó.

- Señorita – me dijo una empleada del teatro que corría hacia mí con una toalla del rey León. Mira que majos, me van a dar un detalle, pensé – tápese la herida – aquello me hizo reaccionar y la adrenalina se evaporó dando paso al dolor. El hijo de puta sí que había atravesado el abrigo. Mi abrigo beige estaba empapado en sangre a la altura del codo del brazo derecho.

- Hijo de puta – le dije pegándole una patada en las rodillas y haciéndole caer. Me miró sorprendido y con miedo. Se agarraba la muñeca que le había roto, pero no soltaba ni un quejido de dolor.

- ¡Señorita! – me "regañaron" los guardias apartándome de él – está llegando la ambulancia y la policía, no se preocupe – no estaba preocupada, estaba muy cabreada. La herida no parecía grabe pero si lo suficientemente profunda y escandalosa como para mancharme bastante el abrigo.

Cuando llegó la policía se le llevaron detenido, me tomaron declaración y los chicos de la ambulancia me cosieron el corte con cuatro puntos y me lo desinfectaron completamente. Sin darme cuenta, habían pasado al menos dos horas. Miré mi móvil... tenia más de treinta llamadas perdidas de todos, pero había como cincuenta mensajes de Jimin. Escribí un mensaje con una carita sonriente y diciendo que estaba bien que iba de camino al hotel y se lo mandé a todos.

Me despedí del personal del teatro que se habían portado maravillosamente bien conmigo y cogí un taxi.

Encontré una EstrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora