Juego de tronos

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Dos horas han transcurrido desde el desafortunado incidente con la Black Garnet, y una asamblea con los generales de mayor rango entre las filas hordianas se ha reunido en la sala del trono; entre los que se encuentran Lonnie, Rogelio y Kyle, quienes han sido recientemente ascendidos. Aunque todos mantienen un semblante discreto, dispuestos con firmeza en formación militar; lo cierto es que puede percibirse una presión malsana en el aire, pues ocupando su sitial por encima de las escaleras, yace Hordak notablemente irritado.

El incómodo silencio en la habitación es finalmente interrumpido cuando, tras un breve descanso, Shadow Weaver se suma a la asamblea, abriendo las puertas de par en par.

—Por tu propio bien, espero que no hayas venido a defender a la traidora —advierte Hordak, con un tono lúgubre y amenazante.

Mostrándose neutral, la hechicera avanza para tomar su sitio frente a los generales.

—Las piezas en el tablero han llegado a un punto sin retorno —termina por responder —. Nada de lo que yo diga cambiará el resultado de esta reunión.

Dicho lo cual, extiende su mano hacia la entrada, dando la señal para que entre la prisionera.

—Ante usted, Lord Hordak... Adora —anuncia.

Con las manos esposadas y una mirada vacía, Adora sale de las sombras y entra a la habitación, siendo escoltada por Catra y Scorpia. Ambas le siguen hasta la base de las escaleras, en donde saludan respetuosamente a su superior con una reverencia, para seguidamente acoplarse al resto de generales.

—Quiero que todos observen, y aprendan... —ordena Hordak ante su llegada, poniéndose finalmente de pie —. No hay nada que no sepa, nada que no esté dispuesto a hacer para castigar a aquellos que traicionan mi confianza.

Entonces, sin despegar la mirada de la prisionera, Hordak comienza a bajar lentamente por las escaleras.

—Me has traicionado, no una, sino dos veces. ¿Realmente creíste que tendrías una tercera oportunidad?

—Hay quienes dicen que la tercera es la vencida —responde Adora, fastidiándole con una sonrisa bufona.

—Sonríe mientras puedas...

Hordak le pasa de largo con un gruñido grave, dirigiendo su atención hacia sus generales.

—Esto es lo que ocurre cuando cualquiera de ustedes se vuelve desleal, incompetente, inútil; en definitiva, cuando se convierten en un problema para mí.

Antes de poder proseguir con su discurso, este se voltea indignado ante la súbita risa de Adora, quien permanece dándole la espalda.

—¿Quieres saber cuál es tu problema? —cuestiona la rubia.

—No quiero escuchar una palabra más de tu boca.

—Eres demasiado arrogante...

Adora deja caer ese comentario como la última gota que derramó el vaso, colmando la paciencia de Hordak. Impetuoso, este avanza en su dirección con la obvia intención de silenciarle a la fuerza; no obstante, se ve forzado a detenerse en el acto cuando, con expresiones de dolor grabadas en el rostro, casi todos los generales se ven paralizados por un aura de energía carmesí... siendo Catra y Scorpia las únicas aparentemente inmunes.

—Tan crecido en tu arrogancia que miras todo hacia abajo —reitera Adora, volteándose con una sonrisa perversa —. Y quedas indefenso ante los peligros que vienen desde arriba.

Tras semejante declaración, a la rubia le basta con un sencillo movimiento de muñecas para que sus esposas se desprendan y caigan al suelo.

—¡¿Qué significa esto?! —cuestiona Hordak.

Su mirada encolerizada se clava inmediatamente sobre la siniestra figura de Shadow Weaver, quien yace con las manos extendidas para mantener a todos bajo su control.

—Ah, Hordak... —responde la hechicera, disfrutando del momento —. ¿Para qué crees que he entrenado a Adora durante todos estos años? La respuesta es simple... para ocupar tu lugar.

—Pagarás por esto...

—Tus amenazas ya no significan nada. Como bien dije al entrar, las piezas en el tablero han llegado a un punto sin retorno, y acabas de recibir el primer "jaque".

Arrogancia aparte, Hordak es bastante inteligente y estratégico, por lo que sabe reconocer que se encuentra entre la espada y la pared. Lo primero que cruza por su mente es intentar liberar a sus generales, recuperar ventaja en los números; pero, como si sus pensamientos fuesen audibles, Scorpia se adelanta para cubrir a Shadow Weaver.

—No preocupes tu cabecita intentando maquinar un plan a estas alturas —manifiesta Adora, recuperando su atención.

Con una sonrisilla traviesa dibujada en el rostro, Catra se le acerca para entregarle uno de los bastones extensibles que utilizaban antaño para entrenar.

—Buena suerte —expresa con calidez, inclinándose para besar suavemente su mejilla.

Tenuemente sonrojada, Adora se limita a asentir en silencio, extendiendo el bastón con firmeza. Catra regresa entonces con los demás, dejando un espacio en medio de la habitación en el que, sin lugar a dudas, se producirá un duelo interesante.

—Darte el "jaque mate" ahora mismo sería demasiado fácil... y aburrido —afirma la rubia, extendiendo ambos brazos en un gesto de grandeza —. Como próxima lideresa de la Horda, debo mostrar a mis generales que no solo soy capaz de diseñar una estrategia sólida, sino también de dirigirlos en el campo de batalla.

Hordak presiona sus puños y gruñe con exasperación, pues lleva mucho tiempo sin enfrentarse a una humillación tan grande. No es el duelo lo que realmente le molesta, sino el hecho de haber sido arrinconado hasta el punto de no tener otra opción que seguirle el juego.

—No pongas esa cara tan larga... —agrega Adora, consciente del efecto que tienen sus palabras sobre su contrincante —. ¿Es que acaso a Lord Hordak le da miedo librar sus propias batallas?

—Estás demente si crees que podrás vencerme en un combate mano a mano.

—Tal es mi seguridad, que ni siquiera he encontrado pertinente combatirte como She-Ra.

Ese comentario consigue hacerle enfurecer todavía más, si es que cabe; sin embargo, se encuentra convencido de que es demasiado pronto para declararse en derrota. Si consigue deshacerse de Adora, le resultará más sencillo interrumpir el hechizo de Shadow Weaver y, en consecuencia, recuperar a sus generales.

—Muy bien... —resuelve entonces, aceptando el desafío —. Si tan desesperadamente quieres encontrarte con la muerte, estaré encantado de presentártela.

—¡Esa es la actitud! —exclama Adora con entusiasmo.

«Cielos, no es propio de mí emocionarme tanto por algo tan banal como un duelo», se cuestiona a sí misma, pero no puede evitarlo. La puesta en escena que ha trazado para su pequeño golpe de estado le resulta casi... poética, y se lo debe todo a Catra.

Minutos atrás, cuando discutían sobre los estragos que estaba causando el experimento de Entrapta, Catra aceptó interrumpirlo con una sola condición: si no moverían ficha para conquistar Luna Brillante, entonces lo harían para hacerse inmediatamente con el trono; "de todas formas, no me interesa conquistar un solo pedrusco en nombre de Hordak", expresó su amada en aquel entonces. Claro que al principio protestó, no sintió que estuvieran listas para ejecutar ese golpe, pero Catra le ha ayudado a comprender que un plan no debe ser completamente infalible; y que, si deja que pase demasiado tiempo intentando perfeccionarlo, podría no encontrar nunca una oportunidad para ejecutarlo.

—Dejemos que comience el duelo —anuncia Adora, apuntando su bastón hacia Hordak —. La batalla por el trono comienza... ahora. 

Dominio [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora