Heroína o villana

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De vuelta en la Sala de Curación, Cexyll tritura algunas hierbas medicinales en un mortero de mármol, para preparar una pomada que le permita tratar las quemaduras de sus pacientes. Como todos llegaron inconscientes, desconoce qué fue lo que les ocurrió; los soldados tampoco le dieron mayores explicaciones, y la primera paciente en despertar se marchó enseguida.

Es precisamente esa paciente la que llama su atención, tocando la puerta antes de entrar. Al voltear la mirada en su dirección, se sorprende al verla transformada en la imponente She-Ra, y rápidamente deja lo que está haciendo para ir a recibirla.

—¡Lideresa Suprema! —saluda con fervor, ofreciéndole una reverencia —. Bienvenida. ¿Pudo resolver ese asunto pendiente?

—Oh, sí. Pero ya sabes cómo es esto, es un asunto tras otro —bromea Adora en respuesta, mientras se dirige a la camilla de uno de los esclavos malheridos.

Al hallarse frente a él, su espada comienza a resplandecer, seguida de todo su cuerpo, tal y como ocurrió en el repositorio. Entonces, coloca la mano sobre su frente, y en un instante hace desaparecer cualquier quemadura, arañazo o moretón en su cuerpo.

Aunque los vendajes ocultan parte del milagro, Cexyll comprende enseguida lo que acaba de ocurrir, y observa con asombro cómo avanza hacia el siguiente paciente. En cuestión de unos diez minutos, Adora repite la hazaña con todos los esclavos allí presentes, y en el proceso, algunos comienzan a despertar.

—¿En dónde... estoy? —murmura uno de ellos, incorporándose sobre su camilla.

—En la Sala de Curación —responde Cexyll, quien se acerca para ofrecerle un vaso con agua —. Cuando te trajeron estabas inconsciente y muy lastimado, pero la Lideresa Suprema ya curó todas tus heridas.

—La Lideresa Suprema...

El pobre desgraciado siente un escalofrío al escuchar ese título, y empalidece al descubrir que la autora de su tormento se encuentra acostada justo al lado. Su mirada se desvía entonces hacia la otra Lideresa Suprema, quien sana las heridas del último de los esclavos, mientras resplandece como una estrella caída del cielo.

—Primero nos arrastran hasta la arena de combate para darnos una paliza, y luego nos traen aquí para cuidarnos. ¿Por qué?, ¿por qué lo hacen? —cuestiona sin pensar, desconfiando de su "amabilidad".

—¿No es obvio? —responde Adora, volteando a verle con una expresión cínica —. Lo hacemos porque podemos, y porque queremos.

La realidad es algo más compleja que eso, pero él no necesita saberlo. Lo cierto es que jamás tuvo la intención de utilizar a sus esclavos como sacos de boxeo, sino más bien como servidumbre, pero tampoco se opone a que Catra haga lo que le plazca; eso sí, al verlos no pudo evitar sentirse un poco culpable, es por eso que decidió actuar en su favor, al menos por esta vez.

—¿Y qué pasará ahora con nosotros? —pregunta el hechicero, temiéndose lo peor.

—Hm.

Adora piensa un poco antes de responder, y finalmente voltea la mirada hacia la pelirroja que tiene al lado.

—Cexyll, encanto. Como recompensa por tu arduo trabajo, te concedo a todos estos esclavos por el resto de la semana, puedes hacer con ellos lo que creas conveniente.

—¿Que me los concede, dice? S-Sí... está bien —responde la aludida, ofreciéndole otra reverencia —. Agradezco su generosidad.

La idea de tratar a sus amigos como esclavos no le complace, pero ahora puede asegurarse de que disfruten de un merecido descanso; de hecho, sospecha que esa es su intención al concederle autoridad sobre ellos.

Dominio [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora