Un mensaje de amor

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—Vamos de nuevo, Servil. Arriba.

Ese simple comando es todo lo que Adora necesita para que, raudo y veloz, el pequeño clon fallido de Hordak trepe por su espalda y espere sobre su hombro.

—Buen chico —expresa entonces, ofreciéndole una rica mora como recompensa.

Ambos se encuentran en sus aposentos privados, finalizando una de muchas sesiones de entrenamiento. La idea le vino a la mente tras despedirse de Catra, hace ya varios días; por aquel entonces, se dedicó de lleno a supervisar las remodelaciones que tienen lugar en la Joya de Etheria, lo que eventualmente le llevó a visitar el almacén en donde se alojan los esclavos. Fue allí en donde se encontró nuevamente con el desdichado diablillo, con su jaula colgando del techo para entretenimiento de los soldados, quienes le guardan cierto rencor por haber metido a tantos de los suyos en problemas.

—¡Larga vida al Nuevo Orden!, ¡gloria a las supremas gobernantes! —exclama el pequeño con entusiasmo, reproduciendo la voz de algún soldado.

Adora supo entonces que debía decidir qué hacer con él, antes de olvidarse nuevamente de su existencia. Al tratarse del fiel lacayo de Hordak, probablemente lo más seguro habría sido deshacerse de él, pero le pareció sensato comprobar primero si podía serle de alguna utilidad, y vaya que dicha apuesta rindió sus frutos. Servil, como decidió llamarle al no conocerle ningún otro nombre, respondió de forma muy prometedora al entrenamiento, basado en un sistema muy simple de recompensas y castigos. Claro está, no es tan ingenua como para descartar una posible traición de su parte, es por eso que decidió colocarle un collar con rastreador incluido, programado para activar una alarma si osa acercarse a la celda de su antiguo maestro.

—Eso es todo, Servil —declara la rubia, satisfecha con su desempeño —. Sal a patrullar, ve si puedes traerme algo útil.

Su pequeño sirviente asiente y obedece al instante, saltando de su hombro para dirigirse hacia el balcón. Hasta ahora, con ayuda de Servil ha conseguido pillar a un par de soldados holgazanes, así como a un cocinero que robaba fruta de la despensa y la escondía debajo de su cama; trivialidades, sin duda, pero algún día podría ser él quien destape una conspiración en su contra.

«Me pregunto qué descubrirá hoy», piensa Adora, de camino hacia su escritorio, en donde le espera una agobiante montaña de papeleo. Muy para su sorpresa, Servil llama su atención antes de lo esperado, y esta vez no se trata de holgazanes ni ladrones.

—Será mejor que me prepare para el discurso —vocifera el diablillo, emulando esta vez su propia voz.

Adora da media vuelta tras escucharse a sí misma, hallando a su pequeño espía sentado sobre la baranda del balcón, mientras señala insistentemente hacia abajo. Curiosa, la rubia pospone sus deberes y le acompaña hasta el balcón para ver de qué se trata.

—Pero qué tenemos aquí... —murmura entonces, entrecerrando los ojos con suspicacia.

Por algún motivo que ignora, una gran multitud se encuentra reunida a un costado del bastión, frente a lo que parece ser una improvisada tarima de madera. Adora consigue distinguir la figura de Octavia entre el público, por lo que rápidamente busca contactarse con ella a través de su comunicador.

—Octavia, ¿qué está pasando allí abajo?

—Lideresa Suprema —responde la mayor, quien sube instintivamente la mirada hasta el punto más alto del bastión —. Todos se han reunido para escuchar el discurso. Pensé que ya lo sabía.

—¿El discurso de quién?

Antes de obtener su respuesta, Adora y todos los presentes se sorprenden al sentir un suave temblor bajo sus pies. Las vibraciones van en aumento hasta que, desbaratando la tarima en el proceso, una gigantesca flor brota súbitamente del suelo, con sus brillantes pétalos violáceos aún recogidos.

Dominio [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora