Operación: Plumeria

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«La luz matinal es cálida y reconfortante, las corrientes de aire que bajan desde las colinas se sienten como una suave caricia en el rostro, y las aves que descansan a mi alrededor ofrecen la más encantadora de todas las serenatas; entonces, ¿cómo es que en un día tan precioso como este... me invade una tristeza tan grande?». Rememorando sus aventuras con la Alianza de las Princesas, una lágrima cristalina se desliza por la mejilla de Perfuma, quien yace sentada en medio de un colorido campo de flores. Frente a ella, dos arbustos grandes y frondosos han sido cuidadosamente recortados para imitar las figuras de Adora y Entrapta, quienes fueron dejadas atrás en la Zona del Terror.

—Me pregunto... si pude hacer algo más para salvarlas.

La joven princesa respira hondo y, con un simple gesto de su mano, consigue que de los arbustos broten flores blancas, amarillas y azules; una ofrenda de amistad para dos personas con las que, sin saberlo, podrá reencontrarse muy pronto.

—¿Estás bien?

Perfuma se sobresalta al escuchar una voz a su espalda; pero, al voltearse, comprueba aliviada que solo se trata de uno de sus súbditos.

—¡Lo siento! No quería asustarte —agrega el recién llegado.

Se trata de un chico esbelto y bien parecido, con una larga cabellera rubia; como es propio de los plumerianos, su ropaje es ligero y se encuentra adornado con flores.

—Thorn, no te preocupes —responde Perfuma, regresando la mirada hacia los arbustos —. Últimamente he estado un poco inquieta...

Cabizbajo, su acompañante se inclina silenciosamente para tomar asiento a su lado. Ha pasado ya un tiempo desde que la princesa regresó de aquella fatídica misión de rescate, y no ha vuelto a ser la misma desde entonces.

—Lamento mucho lo sucedido —expresa entonces, siendo tan empático como puede —. Pensé que el universo nos había bendecido con esta nueva alianza, es una pena.

Tras asentir con amargura, una sonrisa melancólica se dibuja momentáneamente en el rostro de Perfuma.

—Sabes... cuando me encontraba con Adora y las demás, sentía que éramos invencibles —admite —. Sentía como si... bueno, como si pudiéramos enfrentar cualquier adversidad.

En un intento por hallar las palabras correctas para levantarle el ánimo, Thorn recuerda un viejo poema que la antigua reina de Plumeria solía recitarles cuando eran niños.

—Cuando te invada el temor, y la esperanza se haya ido —recita, añorando aquellos años —. Fortalece tu corazón; porque un día, estoy convencido... el amanecer vendrá.

Aunque no existen palabras mágicas que puedan desvanecer todas sus penas, Perfuma encuentra verdadero consuelo en esos versos.

—La noche es larga, y el camino es oscuro... resiste esa carga; porque un día, te aseguro, el amanecer vendrá —responde, completando el poema con una mirada llena de ilusión.

Con una vibra bastante más alegre apropiándose del ambiente, ambos comparten un espacio ameno de silencio y quietud, acompañado únicamente por el canto alegre de las aves. Sería fácil perderse por horas en un momento como ese, dejándose llevar por la inmensa serenidad que solo la naturaleza puede ofrecer; sin embargo, una voz a la distancia consigue sacarles de ese trance.

Al voltear la mirada, la figura de una aldeana corriendo en su dirección se hace vagamente visible; aunque inicialmente no consiguen comprender lo que dice, cuando la chica logra acercarse lo suficiente, el mensaje se vuelve bastante claro.

—¡Hordianos!

—¡No puede ser! —exclama Perfuma, levantándose al instante.

Sin reinos aliados que puedan auxiliarle, ha estado temiendo el día en el que la Horda finalmente decida mover ficha contra Plumeria. Está asustada; aterrada, incluso, pero debe mantenerse tan calmada como pueda frente a sus súbditos.

Dominio [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora