Hordak y sus secretos

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Estirando sus brazos en medio de un largo bostezo, Adora es la primera en despertar tras una noche en la que, poseída por una pasión incontrolable, dedicó todos sus esfuerzos en la conquista del cuerpo de su amada; ni un solo rincón quedó impune ante su vehemente rigurosidad. Indomable por naturaleza, Catra resistió la presión de las fuerzas invasoras hasta el último segundo; sin embargo, acorralada e indefensa, finalmente no tuvo más opción que entregar el botín que con tanto esmero resguardaba: las contracciones frenéticas que suponen sus orgasmos.

Adora se sienta perezosamente sobre la cama, cubriendo su pecho desnudo con las sábanas, y lo primero que logra sentir es un intenso ardor en su espalda; al voltear la mirada hacia su derecha, puede apreciar a la responsable durmiendo plácidamente.

—Jamás pensé disfrutar algo que involucrara tus garras enterradas en mi piel... —murmura, suspirando con una sonrisa afable.

Sería prudente despertarla, pues deben retomar la reunión que dejaron pendiente a la mayor brevedad; sin embargo, su bello rostro durmiente se ve tan angelical, que perturbarlo parece una afrenta imperdonable. En todo caso, cualquier pensamiento al respecto se disipa cuando alguien toca repentinamente a su puerta.

—¿Quién es? —interroga la rubia al instante, recordando súbitamente que se encuentra desnuda.

—Adora, me he enterado de algo que podría interesarte —responde la voz al otro lado, nada menos que Shadow Weaver.

«Lo que me faltaba, ¿en dónde dejé mi lycra?», piensa la jerarca. Esta baja rápidamente de la cama, rebuscando en el suelo.

—Un segundo. Estoy... organizando el manifiesto con las nuevas reformas... —improvisa, aclarando su voz con las mejillas sonrojadas.

La angustia de Adora crece con cada segundo que pasa sin encontrar su ropa, pero alcanza su punto máximo cuando finalmente lo hace... «Tiene que ser una broma. Catra, ¿qué diablos?», lamenta para sus adentros, al descubrir que su lycra cuelga del techo sobre un candelabro.

—¿Adora? —insiste la hechicera.

Sin más remedio que esperar, esta apoya la cadera contra la pared y da un vistazo a la libreta que lleva entre manos. En un principio, la decisión de encerrar a alguien tan peligroso como Hordak en los calabozos le pareció sumamente arriesgada; no obstante, si las conjeturas expuestas en esa libreta resultan ser verdaderas, habrá sido la decisión correcta.

Impacientándose, Shadow Weaver se acerca nuevamente a la puerta, pero esta se abre justo antes de que pueda volver a tocar; del otro lado, yace Adora envuelta de los hombros para abajo con sábanas blancas, mostrándose tan seria como la situación se lo permite.

—Así que... organizando el manifiesto... —expresa la mayor, entrecerrando los ojos con escepticismo.

—Efectivamente.

—Adora, esta diversión tuya con Catra está llegando demasiado lejos.

—Asumo que no viniste hasta acá para inmiscuirte en mi vida privada.

Ahogando su disconformidad con un gruñido, la hechicera decide abandonar el tema y volver a la libreta, extendiendo su mano para entregársela.

—¿Qué es esto? —pregunta Adora al recibirla.

—He sido la mano derecha de Hordak por muchos años, pero este jamás llegó a compartir conmigo la entereza de sus planes. Ahora que su laboratorio se encuentra a nuestra disposición, he considerado oportuno indagar en sus secretos, descubrir qué se traía entre manos; es por eso que he puesto a esa princesa tuya a inspeccionar sus últimos experimentos. Esa libreta contiene sus hallazgos.

Dominio [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora