El juego de la vida

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Antes de compartir lo que tiene en mente, Adora decide invitar a otros dos rostros de confianza a la reunión. Siendo Catra la más ansiosa por sonsacarle el plan, esta ordena a Scorpia que le acompañe para traerlos a la mayor brevedad, por lo que solamente Shadow Weaver se queda atrás.

—Si tienes algo para decirme, soy toda oídos —manifiesta Adora de repente, levantándose del trono.

La hechicera ahoga una risa sarcástica al escucharle, para seguidamente sorprenderle tomando asiento en el suelo.

—Creo que tenemos tiempo para un pequeño juego... —responde con tono maternal, extendiendo su mano derecha.

Agitando los dedos, esta levanta una sombra amorfa bajo la palma de su mano, sombra que rápidamente toma la forma de un tablero compacto con sesenta y cuatro casillas; de estas, la mitad son negras, y la otra mitad se encuentran huecas, por lo que ostentan el color grisáceo del suelo.

—Ajedrez... —murmura la rubia, con una expresión agridulce.

—¿Qué dices? Por los viejos tiempos...

Como parte de su formación para convertirse en una Capitana de la Fuerza temible, Shadow Weaver le hacía jugar algunas partidas a la semana para entrenar su razonamiento lógico; basta decir que, vergonzosamente, jamás pudo ganarle una sola partida. Adora se siente inicialmente inclinada a rechazar la oferta, pues a todas luces parece un juego sin propósito; no obstante, sabe también que todas las acciones de su mentora son premeditadas, y la oportunidad de una revancha ciertamente dibuja una sonrisa en su rostro.

—Creo que es la primera vez que te veo sonreír por el ajedrez —comenta la mayor, sintiéndose extrañamente complacida.

—Solía odiar este juego, pero... —responde Adora, bajando por las gradas para sentarse del otro lado del tablero —. Desde que mi razonamiento ha cambiado, he aprendido a valorar las tácticas que me enseñaste durante todas aquellas sesiones.

«Pongamos ese razonamiento a prueba», piensa Shadow Weaver. Deseosa de poner inicio y fin a la partida antes de que regresen los demás, esta agita nuevamente los dedos para crear las treinta y dos piezas sobre el tablero; las suyas propias tienen el rasgo distintivo de portar máscaras miniatura, mientras que las de su protegida portan espadas diminutas.

Tras considerarlo brevemente, Adora decide mover su primer peón en la casilla e4, obedeciendo al principio básico de intentar acaparar el centro del tablero.

—Las cuatro casillas centrales ofrecen ventaja táctica para quien logre controlarlas —menciona la hechicera, respondiendo con su propio peón en e5 —. Aplicaste este concepto cuando decidiste volver a la Zona del Terror, ¿no es así?

Antes de lograr su siguiente movimiento, la mano de Adora se congela sobre uno de sus peones. «Tiene razón», reconoce para sus adentros; aunque Catra jugó un papel importante en su decisión de regresar, también tenía muy claro que dirigir su anhelado orden desde La Rebelión habría sido imposible.

—¿Juzgarás mi carácter por la estrategia que elija? —responde entonces, resolviendo mover otro peón en f4.

—El gambito de rey... una apertura arriesgada. Parece que las consecuencias de tus actos ya no te preocupan tanto como antes.

«Tomaré eso como un sí», reflexiona Adora, entrecerrando los ojos con una sonrisa astuta. Cuando lo piensa detenidamente, los movimientos de su mentora son también un claro reflejo de su raciocinio, y es precisamente esa pequeña revelación la que le permite elegir su estrategia.

Sin pensárselo demasiado, Shadow Weaver acepta el gambito y captura su peón en f4; una jugada sólida y, por lo tanto, predecible de su parte. Su intención es clara, castigar el gambito de rey al desarrollar su reina de forma prematura, dando el primer jaque de la partida y poniendo al rey enemigo en aprietos; sin embargo, Adora consigue rechazar la ofensiva con el ingenioso avance de sus piezas, forzando que las contrarias, con excepción de la reina, deban retroceder hasta el otro extremo del tablero.

Dominio [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora