El precio del poder

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—Inútil. ¡Tráiganme a otro! —demanda Catra con impaciencia.

La felina se encuentra en una de las arenas de combate de Mystacor, frente a un joven hechicero que yace abatido en el suelo. Dos soldados hordianos que esperaban en la gradería responden inmediatamente a su llamado, bajando hasta la arena para subir al malherido a una camilla de emergencias, no sin antes volver a colocarle su collar de contención.

Shadow Weaver deja escapar un suspiro desde la primera fila, para seguidamente tomar el comunicador y solicitar a su siguiente contrincante.

—Traigan a la Nº 177 —ordena sin más.

—A esa no la recuerdo —comenta su protegida, quien combate el aburrimiento haciendo malabares con algunas bolas de fuego —. ¿Es fuerte?

—La más fuerte que puedo ofrecerte. Es una hechicera de élite, de las pocas con algún tipo de experiencia en combate; formó parte del grupo que nos recibió en la biblioteca, durante la invasión.

—Pff... entonces no es para tanto.

Shadow Weaver guarda silencio mientras los dos soldados llevan a su anterior contrincante a la enfermería, y otros dos aparecen con la siguiente. Hace poco más de un mes que comenzaron con su entrenamiento mágico, partiendo primero de los conceptos más básicos; al principio, Catra recelaba de cualquier pizca de magia que pudiera salir de la punta de sus dedos, pero eso cambió rápidamente con el transcurso de las lecciones, conforme su entendimiento sobre lo arcano fue en aumento. Ahora, cualquier lección le parece poca cosa, y practicar sus hechizos con muñecos de prueba ya no le satisface, es por eso que ha estado solicitando duelos contra varios de los hechiceros que esclavizó... sin haber perdido ninguno hasta la fecha.

La Nº 177 frunce el ceño tan pronto como reconoce a la tirana dictadora esperando en un extremo de la arena, con una sonrisa maliciosa dibujada en el rostro. Esta es escoltada hasta el otro extremo, en donde es finalmente liberada de su collar.

—¿Qué significa esto? —cuestiona la recién llegada, aprovechando la ocasión para estirar un poco su cuello.

La joven hechicera no se dejó intimidar cuando las tropas hordianas irrumpieron en la biblioteca, y tampoco se deja intimidar ahora, frente a su líder. Se trata de una mujer alta y esbelta, con una larga cabellera negra recogida con un moño; su mirada desafiante permanece clavada sobre los ojos heterocromáticos de Catra, que parecen estudiarle por algunos instantes.

—¡Ah! Ya me acordé de ti —responde la felina con un fuerte aplauso; a continuación, las bolas de fuego cambian su trayectoria de caída para quedarse flotando a su lado —. Te encontré desmayada en la biblioteca, como una triste mancha en el suelo.

—No sé por qué decidieron quitarme el collar, pero estoy por hacer que te comas tus palabras.

—Te quitaron el collar porque fui muy brusca con mi último juguete, lo rompí y ahora necesito uno nuevo.

La Nº 177 recuerda entonces al pobre desgraciado que llevaban a cuestas hasta la salida. Le hierve la sangre de solo imaginar a sus congéneres siendo utilizados como sacos de boxeo.

—¡Devolverme mi magia será el último error que cometas! —exclama furiosa.

—Tu actitud no decepciona. ¡Veamos si tu poder está a la altura!

Y con esas palabras, Catra extiende la mano hacia su contraria para arrojarle las bolas de fuego a manera de proyectiles incandescentes. La Nº 177 reacciona rápidamente con la creación de una barrera, resguardándose efectivamente de su ataque; las bolas de fuego se extinguen conforme colisionan con la barrera, pero puede sentir que se debilita con cada impacto. Tras haber resistido el bombardeo inicial, reconoce enseguida que el último proyectil será el que consiga atravesar su defensa, por lo que decide retirarla ella misma y lanzarse al suelo para esquivarlo.

Dominio [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora