Amargo destino

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—El duelo iniciará cuando extienda mis gloriosas alas —anuncia Swift Wind, con cierto resquemor en su tono de voz —. ¿Están listas?

Silencio absoluto. Las Lideresas Supremas no hacen más que mirarse fijamente a los ojos, y la tensión entre ambas crece con cada segundo que pasa. «Supongo que ya es tarde para sugerir un duelo de piedra, papel o tijera», lamenta el corcel, quien traga saliva antes de retomar la palabra.

—Okay, a la cuenta de tres. Uno... dos...

—¡Tres! —le interrumpe Catra con excitación, incapaz de continuar con la espera. Esta levanta ambos brazos para crear una docena de bolas de fuego sobre su cabeza.

—¡O-Oye!, ¡dije que cuando extendiera mis alas!

—Swifty, mantente al margen hasta que se cumpla alguna condición de derrota —le instruye Adora, sin apartar la mirada de su adversaria.

Aunque el vínculo sagrado que comparte con She-Ra le dificulta dejarla a su suerte, Swift Wind encuentra en ese puñado de esferas incandescentes la motivación necesaria para retroceder.

—Esos magos inservibles no me sirvieron ni de calentamiento —confiesa la felina, mientras guía con su mano a una de las esferas hacia el frente —. ¡Contigo sí que me voy a divertir!

Y acto seguido, arroja a su oponente el primero de los proyectiles, seguido de otro, y otro más. «Que rápido», piensa Adora, reconociendo enseguida que apartarse no es una opción; en cambio, se planta como un roble y recibe los proyectiles con el filo de su espada.

La rubia carga su espada con magia y realiza un corte limpio en el aire, lanzando una ráfaga de energía arcana con la que consigue dividir la esfera más próxima en dos fragmentos, mismos que se precipitan a sus pies y levantan una nube de humo y polvo a su alrededor. Le siguen las demás bolas de fuego, y con cada una la nube crece en tamaño y densidad, dificultando ver lo que ocurre.

Catra arroja el último de sus proyectiles con todas sus fuerzas y, sin bajar la guardia, permanece a la espera de algún tipo de reacción. Derrotó a sus esclavos con mucho menos, pero es seguro que Adora espera el momento para contraatacar, cuenta con ello.

La nube de polvo comienza a disiparse cuando, tal y como esperaba, She-Ra salta imponente desde su escondite, buscando caerle encima con todo el peso de su espada. Catra se aparta de su camino sin mucho esfuerzo, deslizándose grácilmente hasta su espalda, misma que rasga cruelmente con sus garras.

Adora deja escapar un gruñido por el dolor, y rápidamente reacciona blandiendo su espada hacia atrás, pero Catra evita nuevamente su ataque retrocediendo con una ágil voltereta. Lejos de aterrizar sobre el suelo, esta se pone de cabeza con sus poderes de levitación y se eleva hasta tocar el techo con sus pies, desde donde observa a su contrincante con una sonrisa burlona.

—Yo mejor que nadie sé lo fuerte que eres —asegura, para seguidamente estirar la lengua y saborear la sangre en sus garras —. Pero estás limitada al combate cuerpo a cuerpo. Siempre que mantenga la distancia, la victoria será mía.

Lejos de caer en sus provocaciones, Adora se detiene un momento para evaluar sus opciones. Catra prepara un nuevo hechizo para mantener la presión, pero lo deja a medias cuando, muy para su sorpresa, su contraria flexiona el brazo con la intención aparente de arrojarle su espada. «Hazlo», piensa, invitándola a atacar con los brazos abiertos; ciertamente es una forma de resolver el problema de la distancia, pero no es nada de lo que no pueda protegerse, y separarla de su espada facilitará muchísimo las cosas.

Aunque exponerse tan solo forma parte de una treta, Adora demuestra rápidamente que se trata de un error; uno que, desde luego, se encarga de castigar. El arma que sostiene se ilumina antes de que la lance en su dirección, y cuando finalmente se impulsa hacia adelante, no es una espada lo que se dirige hacia su adversaria, sino la punta de un látigo.

Dominio [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora