Aquello que anhelas

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Siguiendo las instrucciones de Adora al pie de la letra, Shadow Weaver ha convocado a todos los Capitanes de la Fuerza para reunirse en la sala de conferencias, extendiendo una invitación adicional para Entrapta. Con los espejos lunares destruidos, Mystacor se encuentra en un estado de vulnerabilidad sin precedentes; sin embargo, un reino enteramente conformado por hechiceros no puede ser tomado a la ligera.

Tras deliberar sobre los hechos por cerca de una hora, el equipo consigue robustecer el plan con una estrategia práctica y eficiente, aprovechando el conocimiento que posee Shadow Weaver sobre sus congéneres para explotar sus debilidades.

—D-Disculpe, Shadow Weaver —expresa Kyle, quien se incorporó a la reunión hace apenas algunos minutos —. En su informe, usted menciona que la isla flotante tiene la capacidad de desplazarse en el aire, ¿no dificultará eso su localización al momento de lanzar el ataque?

—En lo más mínimo —responde la hechicera.

Por su forma de hablar, está claro que reboza en confianza. Finalmente, después de tanto tiempo, su venganza contra aquellos que le traicionaron comienza a tomar forma.

—La movilidad de Mystacor es limitada —explica, dirigiéndose a todos los presentes —. Sin duda intentarán desplazar la isla tanto como puedan, pero es imposible ocultar los cincuenta mil kilómetros cuadrados que conforman al reino. 

La veterana parece querer decir algo más, pero todas las miradas se desvían hacia la entrada al momento de abrirse la puerta. La primera en mostrarse del otro lado es Scorpia, quien da un paso al frente y, aclarando su voz, extiende su tenaza hacia su acompañante.

—Ante ustedes, su michijestad, Catra...

—Voy a pretender que no dijiste eso —murmura la felina con pesadez, apartándole con brusquedad para encarar a sus capitanes.

Su mirada se clava inmediatamente sobre la siniestra figura de Shadow Weaver; quien, tal y como imaginaba, no parece muy contenta con su llegada.

—Catra, veo que te dignaste a aparecer —comenta la mayor, con ese tono despectivo que tanto le molesta.

Una tensión malsana crece entre ambas mientras la felina se acerca para tomar su asiento.

—Harías bien en cuidar ese tono —advierte, esbozando una sonrisa astuta mientras reposa el mentón sobre sus manos —. En caso de que lo hayas olvidado, ahora yo mando por aquí; y puedo deshacerme de ti en el momento que me plazca.

—Adelante, hazlo. Será un placer sentarme y ver cómo tu expedición a Mystacor fracasa estrepitosamente; quizá entonces Adora entre en razón y comprenda que no estás hecha para gobernar.

—¡Muy bien, tú te lo buscaste!

Fácil de provocar, Catra salta sobre la mesa y fulmina a la mayor con su mirada; no obstante, antes de que cualquiera de las dos pueda añadir más leña al fuego, ambas se sobresaltan al escuchar un repentino y contundente...

—¡Suficiente!

Al voltearse, ambas se encuentran con la mirada fría y desaprobatoria de Adora, quien carga todavía con su pequeño prisionero. Esta deposita la jaula en el suelo, para seguidamente dirigirse a las implicadas en tan vergonzoso despliegue de inmadurez.

—¿Esta reunión es para acabar con Mystacor, o para acabarse entre ustedes? —cuestiona entonces.

—Adora... —manifiesta la hechicera, con un tono sorpresivamente sumiso —. Tan solo estábamos...

—¡Ella empezó! —le interrumpe Catra, haciendo un puchero infantil.

«Juro que algún día me van a volver loca», reflexiona Adora, suspirando con resignación; «si es que no lo han hecho ya».

Dominio [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora