Una causa perdida

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Un caótico despliegue de magia y tecnología es desatado cuando, colisionando finalmente unos contra otros, hechiceros y hordianos batallan ferozmente por el corazón de Mystacor.

Pese a no haber librado una guerra en siglos y hallarse superados en número, los magos consiguen defenderse admirablemente bajo el liderazgo de su Hechicera Superior. Mientras que un reducido grupo se ha quedado en la retaguardia, brindando apoyo con cualquier hechizo de protección, sanación y fortalecimiento del que disponen, los demás combaten valerosamente en el frente, equipados con una selecta colección de armas encantadas. Adicionalmente, y para alivio de Castaspella, los gólems demuestran ser un recurso sumamente valioso; además de proteger a los magos de apoyo, las imponentes figuras de piedra consiguen mantener a los hordianos a raya, derribando con facilidad a cualquier soldado con la mala fortuna de acercarse demasiado.

«Se coordinan bien para ser un montón de ratones de biblioteca», reflexiona Catra, escabulléndose ágilmente entre los combatientes; antes de poder avanzar demasiado, sin embargo, esta se ve forzada a retroceder cuando una flecha aterriza súbitamente frente a sus pies.

—¡No irás a ninguna parte! —declara Bow, tensando su arco con firmeza.

Su atenta mirada se encuentra clavada sobre Catra, pues además de ser ella quien lidera el ataque, es también la única que podría burlar a los gólems para atacar a los hechiceros más vulnerables.

Con una sonrisa maliciosa dibujada en el rostro, la felina ignora su advertencia y se pone nuevamente en marcha, como si le retase a intentar detenerle. Esta se aprovecha astutamente de que ambos bandos se encuentran dispersos por la biblioteca, ocultándose tras cada hechicero que encuentra en su camino.

«¡Eso es jugar sucio!», lamenta el arquero para sus adentros, haciendo un gran esfuerzo tan solo para seguirle con la mirada. Entre sus movimientos erráticos y la forma descarada con la que se escuda detrás de sus compañeros, atinarle con una de sus flechas resulta prácticamente imposible; no obstante, aunque la mayoría de sus flechas a duras penas consiguen rozarle la cabellera, también están obstaculizando su avance por la biblioteca. «Eso es», piensa entonces, apuntando y lanzando, una y otra vez, «si no puedo detenerla, al menos puedo distraerla».

Mientras tanto, acumulando poder arcano desde una distancia segura, Shadow Weaver posa su mirada sobre uno de los gólems. Años atrás, cuando todavía servía como tutora en Mystacor, ella misma hizo un estudio detallado sobre cualquier artefacto mágico que pudiese ayudarles a combatir a los hordianos; dicho estudio incluyó, desde luego, a los dichosos gólems.

—Controlar a cuatro de ellos debe resultar agotador... —murmura, extendiendo ambos brazos hacia el frente —. Déjame tomar uno prestado.

En ese instante, un siniestro resplandor carmesí comienza a brotar de sus manos, y las runas dibujadas sobre uno de los gólems a la distancia se tiñen rápidamente de rojo...

—¡Cuidado! —advierte uno de los magos de apoyo.

Al borde del pánico, él y sus compañeros huyen atemorizados cuando el gólem que se supone debe protegerles, se voltea súbitamente para intentar aplastarles.

—¡No! —profiere Castaspella, batallando por recuperar el control.

Es entonces que, con enorme frustración, esta descubre que ha cometido un grave error. Era tan solo una niña cuando la infame traición de Light Spinner tuvo lugar, todo lo que sabe sobre ella proviene de rumores y relatos para asustar a los más pequeños, y es precisamente esa ignorancia la que le ha hecho subestimarla. Tal como están las cosas, si concentra su magia en recuperar al gólem que le ha sido arrebatado, su control sobre los tres restantes se debilitará... en pocas palabras, lo que inicialmente parecía ser su carta ganadora, acaba de convertirse en una espada de doble filo.

Dominio [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora