Capítulo 22; Verdadera maravilla

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San Valentín

— No les voy a mentir, creo que prefiero limpiar el cobertizo del campo de Quidditch —, suspiró Sirius desganado, Peter alzó la vista ofendido.

— ¡Pero sí esa vez no hiciste nada! —, exclama con rabia, Sirius sonrió macabramente.

— Exacto.

— Es una putada que nos castigaran sólo a nosotros, toda la casa estuvo involucrada en esto —, protesta Remus estirándose hacia adelante para observar el interior del caldero, su nariz se arrugó al ver una extraña materia verdosa pegada en el fondo del caldero —. Que puto asco.

— No seas quejica, Lupin —, protesta James acercándose hacia adelante para mirar el caldero también, en cuantos sus ojos se posaron en el interior del caldero una arcada se escapó de la garganta de James y tuvo que alejarse para no vomitar —. Por Merlín, que asco.

El castigo esta vez fue bastante más severo que limpiar el cobertizo del campo de vuelo, Remus supuso que tenía que ver con que la luna llena no caería hasta en dos semanas más, además, esta vez la broma se les había escapado un poco de las manos, aún en los pasillos quedaba una que otra decoración de Gryffindor o un pasillo que se les olvidó limpiar, además, el hechizo para cegar de Peter les sumó un par de semanas más a su castigo ya de por sí largo que, por culpa de James a quien se le escapó el nombre de Peter frente al Slytherin que los descubrió, fueron descubiertos y castigados inmediatamente aunque sabían que, aunque eso no hubiera pasado, muy probablemente McGonagall hubiera sospechado que fueron ellos.

Era San Valentín y mientras todos en el castillo repartían amor, comían chocolates y olían flores, los chicos estaban encargados de limpiar la sala de pociones, no era como que tuvieran nada mejor que hacer, ninguno estaba interesado en celebrar esa fecha tan estúpida aunque Sirius y James habían planteado su deseo de pasearse por los pasillos molestando a las parejas de enamorados pero Peter se los prohibió severamente, no quería estar castigado hasta final de año.

— No entiendo porqué no puedo usar mágica, terminaría esto en un minuto y podríamos irnos de aquí a hacer cosas más productivas —, bufa Sirius de mala gana trapeando el suelo y, aunque no había parado de quejarse, en realidad Sirius disfrutaba limpiando sin magia, en su casa era un castigo que su madre le imponía pero, con el tiempo, Sirius le había pillado el gusto, los elfos domésticos le habían enseñado a ser muy prolijo con la limpieza y, en realidad, hacían buena compañía a la hora de lavar los trastes, Sirius pasaba un buen rato con ellos menos cuando Kreacher era quien tenía que vigilarlo, ese elfo era tan desagradable como su madre y parecía aborrecerlo con toda su alma, en realidad, Kreacher siempre había tenido una debilidad por Regulus y, claro, Sirius era exactamente lo opuesto a su hermano pequeño por lo que no era sorpresa que el elfo lo despreciara tanto.

— Oíste a McGonagall, si nos ve usando magia será un mes más —, le recuerda Peter con los labios apretados con miedo de que le salpicara algo del interior del caldero a la boca —. Así que cierra el pico y termina de limpiar esa esquina.

— ¿Desde cuándo es tan mandón? —, susurra Sirius mirando a James, el chico se encogió de hombros y lo miró divertido.

La puerta de la sala se abrió de pronto y un enorme ramo de flores con piernas apareció en el umbral. Los chicos se voltearon extrañados, Mary asomó la cabeza por entre las verdes hojas del ramo y les dedicó una enorme sonrisa a sus amigos.

La Luna Asesina; WolfstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora