Capítulo 48; La Luna Roja

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— ¡Lupin! —, exclama James ingresando a la habitación corriendo, sus mejillas sonrojadas y su frente sudorosa, al oír su exclamación, Sirius empujó a su amigo del marco de la puerta e ingresó a la habitación de un salto, Remus iba a alzarles las cejas juguetonamente hasta que Sirius saltó sobre él y lo cogió de los brazos.

— ¡¿Dónde demonios estabas, Lupin?! ¡Llevamos buscándote por una hora! ¡Recorrimos todo el bendito pueblo, todos los malditos pasillos...! ¡Marlene incluso tuvo un ataque de pánico porque pensó que te habían secuestrado por su culpa! ¡¿Por qué demonios te fuiste sin decirnos nada?! ¡¿Sabes el miedo que pasamos?! ¡¿Lo sabes?! —, chilla Sirius apretando los brazos de Remus con tanta fuerza que sintió su piel arder y, si bien Remus odiaba cuando le gritaban, esta vez, se quedó en silencio, más que nada porque podía sentir el olor al miedo emanando de Sirius tan fuerte como si de una vela aromática se tratara. Ninguno de ellos estaban enfadados, estaban terriblemente preocupados por el bienestar de su amigo y Remus lo comprendía, él también se hubiera vuelto loco si uno de ellos desapareciera de la nada.

— Lo siento mucho, debí avisarles, lo sé —, asiente levantándose de la silla de su escritorio, Remus sintió las manos de Sirius temblando contra sus brazos y la culpa subió de su estómago y le creó un nudo en la garganta, estiró sus manos y rodeó los brazos de Sirius intentando tranquilizarlo, el chico estaba pálido, más pálido que de costumbre —. Es sólo que me encontré con Kettleburn, el maldito anciano me trajo de vuelta al castillo antes de que pudiera chistar, no quise delatarlos así que lo seguí, no pensé... no se me ocurrió avisarles, yo...

— Mierda —, suspira James pasándose las manos por el cabello, lucía mucho más calmado, Sirius también, Remus pudo sentir como dejaba de temblar justo antes de que lo soltara —. Dios, que mala suerte que justo te encontraras con un profesor, ¿estás en problemas?

— No —, niega chasqueando la lengua —. Me dejó ir con una advertencia, nada más.

— Eso es bueno —, asiente Peter, el chico parecía igual de pálido que Sirius, seguro que su amigo le había comido la cabeza con todo tipo de cuentos y Peter había dejado que su ansiedad lo consumiera, Remus se sintió aún más culpable —. Pensamos que te habían devorado los lobos, o que magos oscuros te habían secuestrado...

— Estoy bien, enserio —, intenta calmarles con una sonrisa, James relajó los hombros y se permitió sonreír también, Sirius no, estaba aún muy serio y tuvo que sentarse sobre el escritorio mientras se pasaba las manos por el rostro para calmarse, Remus tuvo que luchar con el impulso de ir hacia él y abrazarlo hasta que cambiara esa cara —. Seguro que los secuestradores me hubieran vuelto enseguida, soy un grano en el culo.

— Ahí tienes razón —, asiente James riendo, Remus se sintió aliviado de que al menos alguien pudiera verle el humor a todo esto —. Bien, voy a por Marlene, está esperando en el túnel por si apareces por ahí.

— Voy contigo, no deberíamos andar por allí de noche solos —, propone Peter inmediatamente, James asintió con la cabeza agradecido antes de pasarle el brazo por sobre el hombro y guiarlo fuera de la habitación.

Un silencio terrible consumió la habitación, Remus sentía el corazón de Sirius retumbándole en los oídos y, cuando se volteó, lo encontró con sus ojos sobre el suelo y sus manos entrelazadas frente a su barbilla, sus dos dedos índice unidos y apoyados en sus labios sumamente pensativo. Remus suspiró sin saber que más hacer. Se deslizó de regreso a su escritorio y abrió el cajón de este junto a Sirius, su amigo lo observó fijamente, incapaz de hablar, no pudo evitar notar el cajón de madera repleto de pequeñas piedras de colores y cristales, si no hubiera estado en shock aún, habría hecho una broma acerca del síndrome de Diógenes de Remus pero en cambio, simplemente lo observó rebuscando entre las pequeñas piedrecillas hasta que encontró una barra Mars de chocolate con un llamativo envoltorio rojo con decoraciones doradas. Remus lanzó una pequeña exclamación de alegría cuando encontró el chuche, Sirius frunció el ceño.

La Luna Asesina; WolfstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora