Capítulo 67; El Pájaro que Abandonó el Castillo

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Su cumpleaños se canceló luego de las lágrimas derramadas contra la camisa de Sirius y, en su lugar, los chicos se vieron obligados a fingir que su cumpleaños ni siquiera había pasado, Remus no quería ni oír hablar del tema... o de nada, en realidad, sólo quería pasar las tardes en su cama con las sábanas cubriéndole hasta las cejas. James se sentía horriblemente culpable y realmente tuvo que luchar con cada hueso de su cuerpo para no ir a suplicarle a Lily que perdonara a Remus, después de todo, no era su culpa, el chico no tenía cómo saber la reacción de James, lo hubiera hecho de no ser porque Peter, la voz de la razón del grupo, le detuvo en cada uno de sus arrebatos. Tampoco fue sorpresa cuando James se negó a celebrar su cumpleaños también, en sus propias palabras, no había nada que celebrar.

La transformación fue más dolorosa que nunca, se desmayó cuatro veces en toda esa noche y despertó con todos sus huesos doliéndole como si hubiera sido arrollado por un camión de dos pisos. Pomfrey se mantuvo a su lado toda la mañana y le impidió asistir a las clases, tampoco habría podido si hubiese querido, no podía ponerse en pie y estaba ardiendo en fiebre. Cuando ya recuperó la consciencia por completo y pudo retener la comida en su estómago sin potarla junto a la cama, Pomfrey le ayudó a ponerse en pie y le recomendó que diera un par de paseos por la enfermería para que sus huesos volvieran a su sitio. En cuanto bajó de la cama y dio el primero paso, una fuerte punzada lo ataco en la cadera y casi lo derrumbó. Tal y como Pomfrey temía, los huesos de Remus, luego de haber aguantado las transformaciones por tantos años, comenzaban a sumarle la cuenta, especialmente sus articulaciones. Le lanzó un par de hechizos que aliviaron el dolor y le permitieron caminar sin cojear, también le recetó unos asquerosos remedios que hacían que su lengua ardieran y se tornara de un horrible verde pero, que en palabras de la enfermera, le ayudaría a que sus huesos se fortalecieran y sus articulaciones no perdieran lubricación, cosa que era lo que le producía esos horribles dolores. Poppy no dijo absolutamente nada al respecto pero sabía que, si Remus quería seguir teniendo la vivaz movilidad con la que contaba hoy, tendría que utilizar un sinfín de remedios y hechizos mágicos para tratar su posible cojera permanente.

Los ánimos de Remus iban de mal en peor. Las comidas eran rápidos, el chico no tenía apetito, ni siquiera antes de la luna llena y eso era mucho decir, parecía que el lobo también extrañaba a Lily. Sus calificaciones, las cuales habían incrementado notoriamente, ahora volvieron a bajar en picada ganándole una citación directo a la oficina de McGonagall, la reprimenda no sirvió de nada porque Remus no estaba dispuesto a cambiar absolutamente nada, no se veía capaz. Las travesuras también cesaron, ni siquiera aceptaron formar parte de la última gran broma de despedida de los Prewett cuando se les ofreció la oportunidad, cosa que desanimó a Sirius y Peter quienes sí querían estar en primera fila cuando ocurriera lo que tenían planeado. 

Todo había salido tan bien para Remus todos esos años, ¿Cómo no había previsto que todo cesaría tarde o temprano? Primero su ruptura, luego la revelación de su padre, las constantes peleas con Sirius, la traición de Regulus y, ahora, el rompimiento de su amistad con su mejor amiga. Era como si el destino estuviera intentando poner todo en equilibrio de nuevo, como si la bestia jamás hubiera estado destinada a ser feliz por mucho, Remus sintió nauseas ante aquel pensamiento pero consideró que se lo merecía.

— Señor Lupin —, le llamó Kettleburn luego de una clase de Cuidado de Criaturas. 

Para ese momento, Remus y el profesor ya habían dejado atrás su incómodo encuentro en Hogsmeade, Remus ni siquiera pensaba en ello ya. Luego de lo ocurrido y su conversación, Kettleburn siguió su deseo y mantuvo la boca cerrada, ni siquiera le miraba en clases o volvió a intentar ponerse en contacto con él más de lo debido, Remus lo agradeció pese a que aún tenía ciertos arrepentimientos en lo profundo de su corazón. Para su suerte, aquél momento no arruinó el disfrute que sentía en las clases del profesor, posiblemente una de las pocas cosas que Remus disfrutaba hacer en ese tiempo, hablar y leer de criaturas mágicas mientras escuchaba al profesor hablar de sus aventuras en los bosques lejanos conociendo manadas de centauros y persiguiendo rastros de unicornios, Remus, a veces, soñaba despierto acerca de esas aventuras y se imaginaba a sí mismo en su lugar, era estúpido pero le calmaba, le daba esperanza.

La Luna Asesina; WolfstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora