Capítulo 3; El callejón Diagon

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3 meses para el inicio de clases

— ¿Dónde iremos primero?  —, inquiere James con emoción observando las miles de tiendas que se desplegaban frente a ellos, sus ojos se posaron inmediatamente en una tienda de escobas  —. ¡Mira! ¡Una Barredora 5!

Fleamont rio con gracia al ver lo que había llamado la atención de su pequeño hijo. Claro que James iba a desarrollar su gusto por el Quidditch.

— Sabes que los de primero no pueden ingresar al equipo  —, le recuerda Fleamont, James hizo un puchero y se apartó de la vitrina.

— Esa es una regla estúpida  —, opina James levantando la barbilla y cogiendo su caldero con orgullo mientras seguía su camino.

—Estoy de acuerdo  —, asiente su padre que, aunque Euphemia no apoyara las palabras como "estúpido", Fleamont creía que, si eran ocupadas en situaciones que sólo podían ser descritas así, estaba bien

Caminaron por el callejón abriéndose paso entra la gran multitud de magos, principalmente jóvenes, que hacían sus compras también. Los ojos de James viajaban a todas las tiendas, veía las tiendas de pociones con grandes carteles de calderos burbujeantes, tiendas de lechuzas que giraban sus cabezas contemplando interesadas a todos los que pasaban frente a ellas, grandes carteles de alfombras mágicas, tiendas de dulces de todos los tipos y una enorme librería de dos pisos con cualquier libro que se te pasara por la cabeza. El banco Gringotts estaba al final de la calle ocupando toda una esquina, era de ladrillos blancos puros con detalles dorados como los marcos de la ventana y la puerta , una vez su padre le dijo que ese banco era resguardado por un dragón, desde entonces era su mayor sueño entrar allí para verlo pero Fleamont jamás había accedido. Ingresaron a la tienda de varitas de Ollivander. James no dijo nada pero era la tienda más horripilante de todo el callejón.

Era una tienda oscura, la única luz que ingresaba era por las grandes vitrinas que daban al callejón. Al fondo había un mostrador donde un anciano esperaba pacientemente mientras lustraba una varita, tras de él había una enorme estantería con pequeñas cajas perfectamente clasificadas por letras y números dorados. James no podía esperar a saber cuál sería su varita.

— Buen día  —, saluda Fleamont, Ollivander se acomoda las gafas y entrecierra los ojos.

— ¡Ah, clientes!  —, exclama humedeciéndose los labios arrugados, James hizo una mueca, dejó la varita sobre el mostrador y se inclinó hacia ellos dándoles una sonrisa, James notó que todos sus dientes estaban de un fuerte amarillo  —. ¿Vienen a por una varita para el joven?

— Sí  —, asiente James inflando el pecho con orgullo  —. Este año ingreso a Hogwarts.

— ¡Ah!  —, vuelva a exclamar Ollivander impresionado, James se sintió halagado  —. Ya veo, es una gran escuela, felicitaciones muchacho.

De pronto, a James ya no le parecieron tan malas las muecas raras ni los dientes amarillos.

La campana de la puerta sonó cuando esta se abrió dejando ver una hermosa muchacha acompañada de un joven casi tan alto como ella e igual de atractivo. Los jóvenes ingresaron a la tienda agilmente casi como si hubieran levitado hasta el mostrador. Tenían facciones que compartían como un rostro estructurado, una piel pálida como la porcelana, unas cejas angulares y una figura alta y esbelta. El chico tenía el cabello negro y lo llevaba largo en el flequillo generando unas ondas oscuros y bastante corto en el cuello, la chica tenía el cabello sumamente largo y de un rubio tan claro que a veces parecía ser hasta blanco. Fleamont los reconoció inmediatamente y por su reacción al verles, James supuso que eran magos de renombre.

La Luna Asesina; WolfstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora