Capítulo 30; El Buscador

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— ¡No me lo puedo creer! —, chilla James en cuanto vieron la habitación secreta, los otros tres chicos miraban el lugar con las bocas abiertas por la sorpresa al igual que su amigo —. ¡La Sala de Recompensas!

— ¡Encontramos la maldita Sala de Recompensas! —, exclama Sirius dando brincos de emoción en su lugar, Remus le contemplaba con una enorme sonrisa en el rostro —. ¡Bendito seas, Remus Lupin!

La Sala de Recompensas era una habitación secreta donde los profesores y el director almacenaban varios logros de los distintos alumnos que habían transitado por la escuela en enormes vitrinas dispuestas a lo largo de la sala. Años atrás, la sala de recompensas era pública y todos los estudiantes podían merodear por ella si así les apetecían pero decidieron esconderla luego de que un grupo de alumnos traviesos abrieran las vitrinas para jugar con los objetos expuestos poniendo en riesgo el registro. Hasta entonces había sido un misterio su paradero, muchos decían que la sala había desaparecido y, otros, insinuaban que había sido desplazada a las mazmorras pero allí estaba frente a ellos, la enorme sala de las vitrinas.

— ¡La escoba de Harry Nott! —, chilló James quien recorría las vitrinas para observar los distintos objetos expuestos, sus amigos se voltearon para ver a James dando brincos en su sitio y sacudiendo mucho las manos —. ¡Es la escoba con la que ganó su primer juego acá en Hogwarts!

— El reloj de bolsillo de Basil Fronsac —, exclama Sirius casi sin aire, su rostro estampado contra la vitrina contemplando el hermoso reloj dorado frente a él, sus ojos se desviaron al objeto a su lado —. ¡EL BASTÓN DE MERLÍN! ¡ESE ES EL MALDITO BASTÓN DE MERLÍN! Creo que me voy a desmayar.

— ¡Ja! Al dueño de este libro lo apodaron "Cara de hongo" —, se burla Remus leyendo la placa dorado en una de las vitrinas, Peter se estiró por sobre su hombro para corroborar lo que decía y rio al leer las letras en la placa.

— Ese es Zygmunt Budge, un Slytherin muy mala leche pero increíble con las pociones —, explica Sirius sin siquiera posar los ojos sobre la vitrina que sus dos amigos estaban admirando —. Su madre le llamaba así porque no era... precisamente atractivo.

— Ah, interesante dato, cara de hongo —, bromea Peter haciendo que Sirius se volteara con la nariz arrugada pero la ofensa desapareció inmediatamente cuando sus ojos fueron atraídos por un antiguo artilugio en una de las vitrinas.

Estuvieron un buen rato investigando la sala y leyendo las placas. James había suplicado a Sirius que le dejara abrir la vitrina de la escoba de Nott pero Sirius se negó rotundamente, para el chico no había absolutamente nada más sagrado que esa habitación en aquél momento, todos esos objetos eran extractos históricos de Hogwarts, un vistazo al pasado, un temblor lo recorrió por la emoción de aquél pensamiento, era como viajar en el tiempo, pensó con asombro. Cuando finalmente revisaron todos los objetos y Remus ya se había dormido en el viejo sofá ubicado al fondo del salón, decidieron que era hora de volver a la cama sintiendo una nueva oleada de emoción (a excepción de Remus, el chico había perdido la emoción del descubrimiento diez minutos dentro de la sala, no estaba muy interesado en la historia ni en ver libros y escobas viejas de gente muerta). Lo último que escucharon cuando bajaban las escaleras fue un bufido de alivio saliendo de la boca del cuadro de Viridian.



— ¿Tu crees que quedaré? 

— Te lo aseguro, ¡Eres el mejor este año! —, exclama Sirius apoyando sus manos sobre los hombros de su amigo quien ya estaba en su uniforme deportivo, James exhaló aire dándose ánimos y dio pequeños brincos en su sitio calentando, Sirius le masajeó los hombros —. Junto con Benjy, claro.

La Luna Asesina; WolfstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora