Capítulo 39; El Bosque Prohibido

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Cuando el retrato de la Dama Gorda se estaba haciendo a un lado para dejar pasar a Sirius, el lienzo descubrió a otra figura en el agujero haciendo que ambos dieran un brinco en su sitio y retrocedieran por la sorpresa.

— ¡Santa mierda! —, exclamó Remus llevándose una mano al pecho luego de recuperarse del susto —. ¿Dónde andabas? Iba a ir a buscarte.

— Estaba, bueno...

No supo que decir. Hace un rato que llevaba dando vueltas por los pasillos cercanos a la torre de Gryffindor intentando armarse de valor para ingresar y hacer las paces con Peter, estaba más que dispuesto pero eso no le quitaba lo aterrador a la situación. Había repasado las palabras una y otra vez, tenía varios discursos pensados, uno que otro descartados al no expresar realmente lo que sentía sin embargo, ahora que tenía a Remus enfrente y que cabía la posibilidad de que Peter les hubiera contado absolutamente todo y que sus amigos le despreciaran por ser un maldito desagradable, todas las palabras, todos los discursos, todo eso se había ido a la mierda dejando un enorme hueco en su interior para que el miedo se expandiera y se colara por cada uno de sus huesos.

— ¿Peter habló contigo? —, inquiere Sirius retorciéndose los flecos de la camisa, Remus frunció el ceño.

— No, de hecho, no tengo idea de donde está él ni James, nos separamos luego del partido —, explica Remus mirando por sobre su hombro —. Están todos los demás allá adentro celebrando, ¿quieres ir?

— No, creo que prefiero... ir a cualquier otro lado —, suspira pasándose las manos por el cabello, Remus volvió a fruncir el ceño, Sirius simplemente chasqueó la lengua y se dispuso a volver a la sala de las recompensas, se recostaría en el viejo sofá hasta podrirse, ese era su plan. Escuchó el retrato volver a cerrarse cuando se alejaba del pasadizo para salir al corredor principal y, cuando pensaba que Remus se había marchado, apareció a su lado con sus manos en sus bolsillos y su cuello escondido entre sus hombros haciendo que Sirius se detuviera extrañado —. ¿Qué haces? Ve a disfrutar la fiesta.

— No, ya tuve suficiente, prefiero pasar el resto de la tarde contigo —, dice como si aquellas palabras no significaran nada pero Sirius abrió mucho los ojos —. Además, en una de esas un poco de compañía te quita esa cara larga.

— No tengo una cara larga —, protesta rodando los ojos, Remus entrecerró los ojos y se inclinó hacia adelante para examinarlo, Sirius tuvo que hacer su mayor esfuerzo para no apartarse de golpe pero dejó que Remus siguiera con su tontería.

— Sí, confirmo, es la cara más larga que he visto —, corrobora Remus sonriendo —. ¿Qué puede animar a Sirius en una situación así? Mmm, déjame pensar...

— No es necesario, Lupin.

— ¡Lo tengo! Tu y yo de expedición, seguro que tienes algún pasadizo secreto en mente que podamos ir a buscar, ¿no? Para terminar con tu mapa —, le anima dándole un codazo y, aunque en realidad no tenía animo de hacer absolutamente nada, jamás podría decirle que no a esa sonrisa de Remus Lupin, esa sonrisa de lado donde levantaba sus cejas y hacia que un hoyuelo apareciera en su mejilla izquierda, Remus parecía notar que sólo tenía que sonreír de esa forma y que Sirius haría absolutamente todo lo que le propusiera porque Dios, el maldito siempre le sonreía así y Sirius no tenía más opción que abandonar todo sentido de voluntad para seguirlo hasta el fin del mundo —. Ya sabes, sólo tu y yo, Black.

— Está bien —, asiente Sirius sin poder decir otra cosa, Remus dio un pequeño brinco en su sitio como si le hiciera más ilusión a él que al propio Sirius.

— Bien, déjame ir por un abrigo primero, me estoy congelando —, maldice retorciéndose contra su suéter de lana, Sirius rodó los ojos, Remus siempre tenía frío —. Ni se te ocurra dejarme plantado, Black, ya vuelvo.

La Luna Asesina; WolfstarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora