Capítulo 7

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Mis piernas descansaban sobre sus hombros mientras sujetaba mis muslos con fuerza, deslizando su lengua en círculos por mi clítoris, utilizando dos de sus dedos, introduciéndolos en mi sexo, moviéndolos rítmicamente, preparándome, dando aviso de l...

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Mis piernas descansaban sobre sus hombros mientras sujetaba mis muslos con fuerza, deslizando su lengua en círculos por mi clítoris, utilizando dos de sus dedos, introduciéndolos en mi sexo, moviéndolos rítmicamente, preparándome, dando aviso de lo que sucedería, de lo que pronto tendría dentro, obligándome a retorcerme del placer, arrugando las sabanas bajo mis manos, presa del placer, sintiéndome tan bien que fue imposible no comenzar a sollozar ¿Hace cuanto tiempo no derramaba lagrimas? Me alegra saber al menos que en esta oportunidad, no son de pena, sino de lo loca que me vuelve la legua implacable de este hombre, sus despiadados dedos, sus torturadores dientes, su caliente boca...

Todo mi cuerpo estaba en llamas, mis piernas temblaban, mi vientre bajo se tensaban, mis pechos se endurecían, tensándose en la zona del pezón, alrededor de la perforación que me hice para mi cumpleaños numero dieciocho, mamá los tenía, yo los quería también.

De seguro a Rhett van a encantarle.

Dejé de pensar cuando tres dedos invadieron mi cavidad, moviéndose rápido, golpeando el mismo punto una y otra vez, mientras su lengua se movía más rápido, sus dientes raspaban con mayor insistencia, sus labios no paraban de succionar mi clítoris, torturándome.

El orgasmo me atravesó con intensidad, fragmentando mi conciencia en cientos de diminutos pedacitos, ni aun así, Rhett se detuvo, prolongó mi orgasmo hasta que pude sentirlo en cada centímetro de piel, cada vello, en cada poro...

Nunca pude darme un orgasmo así antes, nunca así de intenso.

Floja del placer, con mi cuerpo blando e inútil por el reciente orgasmo, Rhett me apoyó sobre la cama y repasó mi cuerpo con deseo, sonriendo con su típica sonrisa arrogante, acercando los dedos que hace segundos estuvieron en mi interior, lamiéndolos.

— Sweety... eres deliciosa...

Agitada, apoyé los codos en la cama para medio sentarme, devolviéndole la sonrisa.

— Aún te falta desnudarme, quedan prendas sobre mi cuerpo ¿Qué esperas?

Apoyando mi pie en su pecho, cuidadosa de no aplicar presión sobre los vendajes, viendo de reojo el que llevaba en el muslo teñido de rojo, demasiada presión, demasiada actividad para alguien que debería estar en reposo, más tarde me ocuparía de eso.

— Quiero saber algo, Aradia.

Tomó mi pie y quitó el calcetín, depositando un beso en la planta, antes de tomar el otro y repetir el proceso, siempre manteniendo el contacto visual.

— ¿Ahora soy un perro con dueño? ¿Puedo llamarte mía? ¿Puedo reclamarte si otro asqueroso perro se acerca con intenciones de cortejarte? ¿Se me permite ser así de egoísta? ¿Cuáles son mis limites?

Gateando sobre mi cuerpo otra vez, besando mis labios de forma corta, casi temeroso, esperando una respuesta de mi parte.

— Eres mío, Rhett. Llámame toxica si quieres, pero no voy a permitir que otra mujer vuelva a tocarte — deslizando mi mano por su pecho, sobre su tatuaje— Seré la única desde ahora, y prometo que, de mi parte, se acabaron los coqueteos con los demás, no besaré a otro, no tocaré a otro, no volveré a ponerle la correa al cuello a nadie más que no sea a ti.

Aradia "La selección" #2 (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora