Capítulo 22

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Una semana

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Una semana.

Llevo una semana viviendo con Ardan y el muy hijo de puta correcto no ha querido dormir conmigo porque dijo que dormir es lo que menos haríamos y necesitaba cumplir su palabra porque un De Santis no faltaba a sus promesas y bla bla bla.

Marica, eso es lo que es, un marica.

Y para colmo, estoy de mal humor y todo por culpa de Santino.

Rhett salió del calabozo y Santino me ha pedido mínimo unas diez veces que lo deje venir a quedarse acá para que poco a poco se reincorpore a sus funciones cuando yo le dije expresamente que no quería su nariz metida en mis asuntos ¿Cómo joder se lo hago entender?

— Aradia, soy yo de nuevo.

Rodé los ojos viendo a mi suplente de Segundo entrar nuevamente a mi despacho.

— Si vienes a pedirme que reintegre a Rhett de nuevo, te juro que te sanciono nivel rojo para que dejes de joderme.

Lo señalé.

— Uy... ya suenas igualita a tu padre — tembló— No venía por eso, Lomonósov está afuera, acaba de llegar ¿Lo hago pasar?

Suspiré, apoyando la espalda en el respaldo del asiento.

— Sí, que pase.

Dije.

— Por cierto... Rhett dice que está muy arrepentido y que no la cagará otra vez porque hoy se bañó por primera vez en dos semanas y...

Calló en cuanto el cuchillo que lancé y fallé el tiro a propósito le rozó la mejilla, clavándose en el marco de la puerta.

— ¿Lo tengo que repetir, Santino?

— No, no hay para qué — sonriendo con miedo, mirando el cuchillo— Ya regreso con Lomonósov.

Asentí.

Cerró la puerta del despacho y masajee mi sien, estaba frustrada, molesta y necesitaba quemar algo de energía, Ardan no estaba disponible porque estaba entrenando con las nuevas reclutas y capitanes, por lo tanto, sólo quedaba mi nuevo saco de box, o Lomonósov, como prefieras decirle.

La puerta se abrió y empujaron al hombre ruso dentro, cayendo de rodillas frente a mi escritorio, mis hombres cerraron la puerta a sus espaldas, dos de ellos plantándose tras el sujeto para que no se me escapara.

— Buenas tardes, rata escurridiza — dije levantándome del asiento— ¿Creíste que podrías esconderte de mí? Tengo ojos en todas partes.

Apoyando la cadera en el borde del escritorio, mirándolo desde lo alto.

— Y-yo no me estaba escondiendo, sólo... sólo necesitaba tiempo.

Alcé una ceja, dando dos pasos hacia él, pisándole la mano.

Aradia "La selección" #2 (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora