Mucho después de que el doctor apagara la lámpara y saliera de su dormitorio, ______ permanecía inmóvil sobre su cama, mirando fijamente las sombras proyectadas en el techo. El caramelo ya empezaba a derretirse en su mano, y estaba bastante pegajoso. Recordaba vagamente las ocasiones en que el médico había ido a verla cuando era pequeña. Su pelo era negro en aquel entonces, no gris como ahora, y su cara no estaba tan arrugada. Pero por más que lo intentaba, no podía recordar que le llevara caramelos. No entendía por qué lo había hecho aquella noche. Había advertido la expresión de inquietud en su rostro al palparle el vientre. Si todo el mundo estaba tan preocupado por su gordura, ¿por qué le llevaba él una golosina que la haría engordar aún más?
Se respiraba algo extraño en el ambiente aquella noche, como suele suceder justo antes de una tormenta eléctrica. De vez en cuando sentía vibraciones que emanaban del suelo y se preguntaba qué las estaría ocasionando. ¿Puertas que se abrían y cerraban? ¿Pasos? Quería salir a hurtadillas de su habitación y asomarse al barandal para ver qué estaba pasando abajo, pero tenía miedo de que su madre la pillara. A veces, ______ podía ver lo que estaba sucediendo sin meterse en líos, pero intuía que aquella noche no era como las demás.
Se puso de lado y dejó el caramelo en la mesita de noche. Luego, se lamió la palma de la mano para limpiarla, deleitándose con el sabor dulce y esperando que una cantidad tan pequeña de azúcar no la hiciese engordar aún más. Nunca había visto a sus padres tan alterados, ni siquiera la vez aquella en que se dirigió corriendo al altar de la iglesia para tocar el órgano.
Somnolienta, ______ se cubrió con el edredón hasta la barbilla y cerró los ojos. Juró que al día siguiente sólo comería algo ligero en el desayuno y en la cena. En un abrir y cerrar de ojos, estaría delgada de nuevo y sus padres dejarían de mirarla con tanta tristeza.
Harry tenía un fuerte dolor de cabeza, y la voz chillona de Edie Trimble hacía que el dolor se agudizara detrás de sus ojos. Se sentó frente a la chimenea del despacho del juez, deseando encontrarse muy lejos de allí. Las lágrimas de una mujer lo ponían siempre muy nervioso, posiblemente debido a que había convivido con muy pocas a lo largo de su vida. Maddy, su ama de llaves, una empleada incondicional de cincuenta y tres años de edad, no era muy dada a lloriquear delante de otras personas; y no tenía más que un vago recuerdo de su madrastra, Alicia.
—Por favor, James —suplicó Edie—, déjame cuidar de ella aquí. No entenderá por qué la enviamos a un lugar extraño para vivir con gente que no conoce.
El juez se pasó la mano por su escaso pelo y lanzó una mirada nerviosa al doctor Muir.
—Daniel, di algo.
El médico se encogió de hombros.
—¿Qué puedo decir? Edie tiene toda la razón. La chica no lo entenderá, y seguro que le va a afectar mucho, y para mal, que unos desconocidos cuiden de ella.
El juez se echó las manos a la cabeza en un evidente gesto de impaciencia.
—¿Qué más puedo hacer?
Daniel se frotó la barbilla.
—¿No es posible dejarla en casa?
—¿Y el escándalo? —gritó el juez.
—Ah, sí, el escándalo.
El tono de voz del médico revelaba con toda claridad que no veía con simpatía la obsesión del juez por su carrera política. Harry compartía este sentimiento. Si ______ fuese su hija, su bienestar sería lo más importante para él; su carrera profesional sólo ocuparía un segundo lugar.
![](https://img.wattpad.com/cover/16133424-288-k134770.jpg)