Mientras la observaba, Harry advirtió una mancha azul en un balaustre que se encontraba a la derecha de ______. Para su sorpresa, vio que ella había puesto su cinta de pelo alrededor de la columna, formando una espiral perfecta. Parecía una delicada golosina Se preguntó si a ella le gustarían los dulces para niños y tomó nota mentalmente de que debía comprarle algunos la próxima vez que fuese al pueblo.
Dulces golosinas para la dulce...
—Harry, amigo mío...
Este inesperado saludo hizo que Harry se sobresaltara. Se volvió para ver a James Trimble saliendo del salón. Dado el motivo de aquella fiesta, no podía entender por qué el hombre estaba sonriendo de oreja a oreja. Que Harry supiera, aquélla no era una ocasión para especiales celebraciones, y por eso respondió al saludo con voz neutra.
—James.
Harry sabía que probablemente debía decir algo más a manera de saludo cordial, pero en ese momento le resultaba imposible ser cortés con aquel hombre. ¿Qué podría decirle? ¿Que se alegraba de verlo? Francamente, no era así. A lo largo de la última semana, durante la cual se produjeron diversos encuentros, el padre de ______ le había resultado cada vez menos simpático. Había admirado a este hombre durante muchos años, pero ahora que lo conocía mejor, sabía que en realidad era un bellaco egocéntrico e insensible. Y no eran sus peores atributos.
Deteniéndose junto a Harry, Trimble enganchó sus dedos pulgares bajo la solapa de su chaqueta, se echó hacia atrás meciéndose sobre sus talones y habló, muy satisfecho.
—Es una hermosa mañana para una boda, ¿no te parece? Sí, ya lo creo, verdaderamente perfecta.
Al ver que el novio no mostraba su acuerdo, la sonrisa del juez titubeó y, con ese don especial que tienen los políticos verdaderos para las evasivas, dio marcha atrás.
—Bueno, quizás, un poco calurosa. Pero al menos podemos estar seguros de que no lloverá. Aunque no nos vendría mal un buen aguacero.
Para Harry no era, de ningún modo, una hermosa mañana. En realidad, por lo que a él se refería, toda aquella semana había sido pésima. Estaba a punto de casarse con una mujer sin su consentimiento. Independientemente de que ______ lo entendiese o no, él sí lo tenía del todo claro. Noche tras noche había permanecido despierto mirando fijamente el techo, diciéndose que el fin justificaría los medios, que estaba haciendo lo correcto. Pero ¿era la verdad? Esta era una pregunta que Harry no podía responder con certeza, al menos sin la ayuda de una bola de cristal y un vidente que predijera el futuro. Aunque la verdad era que él no creía en tales gilipolleces.
Echó un vistazo sarcástico al atuendo de su futuro suegro. Con total falta de consideración por la importancia del momento, Trimble llevaba una chaqueta canela bastante amplia sobre una camisa blanca ligeramente almidonada, y un jersey de algodón de color rosa, de cuello de pico. Su corbata, a juego, era de un rosa de tono más oscuro. Era indudablemente un traje poco elegante, más apropiado para recibir a invitados en el jardín que para una boda, aunque se tratara de una boda tan informal.
Harry, en cambio, había sido excepcionalmente meticuloso en la elección de la ropa que llevaría aquella mañana. Había terminado por escoger un traje hecho a medida, de color gris oscuro, y una camisa blanca muy almidonada, cuya parte delantera estaba tan tiesa que amenazaba con agrietarse cuando él se moviera. Dado que odiaba el olor del almidón para camisas, que inundaba las ventanas de su nariz y se aferraba implacablemente a la parte posterior de su lengua, no pudo menos que ofenderse, algo resentido, por la informalidad del otro hombre.
Sonriendo de oreja a oreja nuevamente, James le dio a Harry una palmada en el brazo.
—Te has puesto nervioso, ¿no es verdad? Vamos al salón. Tengo el remedio que necesitas. —Con un guiño de complicidad, se inclinó hacia Harry—. Mi pócima especial. Brandy de melocotón. Nunca en tu vida has probado nada igual.
Mientras el juez lo arrastraba hacia el salón, Harry miró a ______ por encima del hombro. Aún tenía sus grandes ojos azules clavados en él. Le sonrió de nuevo, esperando tranquilizarla. Antes de que pudiera ver su reacción, James ya lo estaba conduciendo al otro salón a través del corredor abovedado.
Coñac e imbéciles presuntuosos. Una mezcla particularmente repugnante, decidió Harry unos pocos minutos después. Ni Trimble ni el pastor parecían comprender la envergadura de lo que estaban a punto de hacer. Harry no podía pensar en otra cosa. Era verdad que tenía las mejores intenciones, pero esto no atenuaría el impacto que todo aquello tendría sobre ______. Poco después de que tuviera lugar aquella parodia de boda, un hombre que la aterrorizaba la sacaría del único hogar que ella conocía. Cuanto más pensaba Harry en ello, más se inclinaba a estar de acuerdo con su ama de llaves, Maddy, quien decía que aquel acuerdo era un pecado contra Dios y todo lo que había de sagrado en el mundo.
Tras terminar su brandy, el pastor sacó un reloj del bolsillo. Hombre alto y corpulento, de pelo negro del mismo tono que su traje, el ministro le hizo pensar a Harry en un funeral. Comprendió por qué cuando advirtió que llevaba el alzacuello negro, en lugar del tradicional de color blanco.
—Bueno, James —dijo—. Empecemos de una vez. Como ya te dije cuando hablamos la semana pasada, mi agenda está muy apretada. Casi no logro encontrar tiempo para celebrar este matrimonio. Tengo dos bautizos y otra boda esta tarde, además de un funeral esta misma mañana, con el que no contaba. —Soltó una estentórea carcajada—. Es el problema que tienen los feligreses agonizantes. Nunca escogen el momento oportuno para morir.
A Harry le empezó a temblar un músculo debajo del ojo, reacción nerviosa que experimentaba al enfadarse, una de las pocas muecas que no había aprendido a controlar con los años. Comprendió que aquella boda no era más que una obligación molesta para aquellos dos hombres, una necesidad engorrosa que debían quitarse de en medio con el menor alboroto posible.
—En cuestión de agendas apretadas, nadie más entendido que yo. —James puso su copa medio vacía sobre la repisa de la chimenea—. ¿Y bien, Harry? ¿El brandy te ha dado suficiente valor para decir las dos palabras más temidas del hombre? —Se rio a carcajadas y le guiñó un ojo al reverendo—. Aún no he conocido a un soltero que pueda decir: «Sí, quiero», sin asustarse.
Harry apretó la copa con fuerza y se mordió la lengua para no decir nada de lo que pudiera arrepentirse. Mientras James se dirigía al corredor abovedado para llamar a su esposa, el angustiado novio dirigió la vista hacia la chimenea.
¿Le habrían comunicado al buen reverendo las razones para la celebración de aquella repentina boda? Dada la actitud confiada de James, Harry tenía la desagradable sospecha de que su futuro suegro había garantizado la colaboración del pastor haciéndole una donación importante a su iglesia. Los vitrales y las lujosas campanas de la torre no eran nada baratos. La sola idea de que pudiera ser así le asqueaba. El dinero hablaba con elocuencia; nadie sabía esto mejor que él. Pero se suponía que los clérigos debían estar por encima de los sobornos.
Olores de cocina —canela, vainilla y masa de levadura— llegaron al salón, procedentes de la parte de atrás de la casa, para mezclarse de manera repugnante con la viscosa dulzura de su brandy. Por un vertiginoso instante, habría podido jurar que las rosas de la alfombrilla de lana se estaban moviendo. Parpadeó, anhelando sentir el efecto vigorizante del licor, pero temiendo también que su estómago pudiera rebelarse si bebía el resto.
______... Sin duda, una joven a la que sus padres no apreciaban mucho. Más que una mujer, era como un secreto bien guardado, que estaba a punto de desaparecer de una casa, por arte de magia, para aparecer en otra. Y en unos pocos meses, cuando su hijo haya nacido, volverá a aparecer en su casa, se recordó a sí mismo.
Este pensamiento y el resto del brandy fortalecieron su desfallecida voluntad. Una semana atrás había tomado una decisión por el bien de ______ y de su hijo. Todas las razones para llegar a esa decisión aún eran válidas. No podía permitir que su sobrino, o sobrina, fuera etiquetado de inadoptable y criado en un orfanato. Esto era totalmente inaceptable.