A pesar de todos los esfuerzos que Harry y Maddy hacían por impedirlo, ______ siguió desapareciendo casi todas las tardes de la semana siguiente. Sólo ella conocía su destino. Maddy trataba de no quitarle los ojos de encima, pero la muchacha lograba escabullirse de alguna misteriosa manera. Después de cada una de sus desapariciones, el ama de llaves llamaba a Harry, que dividía a los empleados de la casa en dos grupos para que revisaran las ventanas de todos los pisos.
Los empleados nunca encontraban ningún cerrojo descorrido.
Entonces... si no salía de la casa, ¿adónde iba? Esta pregunta intrigaba a todas las personas que residían en Styles Hall, desde Harry y Maddy hasta el mozo de cuadra más joven. Antes de finalizar la semana, la confusión de Harry era tal, que casi llegó a estar de acuerdo con Maddy y a empezar a creer que ______ tenía la capacidad mágica de esfumarse en el aire.
Salvo por un pequeño detalle. ¿Cómo podía ensuciarse tanto?
Una tarde, una semana después del día en que ______ desapareció por primera vez, Maddy llamó a Harry para informarle de que finalmente se había resuelto el misterio.
—Logré engañarla —le dijo a Harry con orgullo—. Fingí que estaba ocupada en otra cosa. Esperé a que se escabullera y luego la seguí. Usted nunca adivinaría adónde iba la endemoniada chica. No lo adivinaría ni en un millón de años.
Harry miró a su ama de llaves con expectación. Cuando cayó en la cuenta de que ella no tenía la intención de decir nada más, apretó los dientes.
—Maddy, dímelo de una puñetera vez, por el amor de Dios. ¿Adónde va?
—¡Al ático! —le informó, sonriendo llena de satisfacción—. Subía al puñetero ático.
—¿Cómo? Tú me aseguraste... dijiste que estabas segurísima, ¿recuerdas?... que lo mantenías cerrado con llave. ¿Nunca subiste a echar un vistazo?
—Yo tengo la llave —le recordó ella—. No vi la necesidad de echar un vistazo, pues estaba segura de que nadie podía abrirlo.
—¡Pero obviamente estaba abierto!
—Henry, otra vez —dijo ella a manera de explicación.
—¿Henry?
—Cuando usted reemplazó la caja fuerte de su estudio, le ordené que subiera la vieja al ático. Seguramente olvidó cerrar la puerta con llave. Cuando le pregunté, me aseguró que lo había hecho, y no vi ningún motivo para dudar de su palabra.
Harry suspiró.
—Sólo Henry podría pensar que ha cerrado una puerta con llave sin haberlo hecho. Debí subir yo mismo a echar un vistazo. —Alzó la vista hacia el rellano del primer piso y frunció el ceño—. ¿El ático? El lugar más sucio y desagradable. —Negó con la cabeza—. ¿Para qué diablos subirá allí?
—No tengo ni idea. Por eso le pedí que viniera, para que la trajera aquí. Yo iría a buscarla, pero usted sabe cuánto odio los ratones. Frederick se ofreció a subir, pero ______ lo ha visto muy pocas veces, y no quiero que se asuste. Con la mala suerte que tenemos, podría tratar de huir y pisar una de esas trampas para ratones.
Las trampas del ático no eran la única preocupación de Harry. Ciertamente, por lo que recordaba, el piso más alto estaba lleno de ellas. Lo que más le preocupaba era que en el ático probablemente hiciese un calor sofocante en aquella época del año, por no mencionar que debía estar oscuro, cubierto de polvo e infestado de arañas. Dado que las viudas negras eran autóctonas de aquella región, éste no era un pensamiento muy reconfortante.
Harry apartó a Maddy de un empujón y se dirigió a las escaleras.
—¿Quiere que le pida a Frederick que suba para que le ayude a buscarla? —gritó ella.