Harry observó los rasgos torneados de su ama de llaves.
—¿Cómo puedes saber lo que ______ piensa?
—Bueno,______ me ha dicho todas estas cosas, desde luego.
—La chica no puede hablar. Maddy alzó la barbilla.
—No como nosotros, eso es indiscutible. Pero puede hacerse entender si se le insiste un poco.
—¿Cómo?
—Suba conmigo y compruébelo usted mismo.
Tras decir estas palabras, ella giró sobre sus talones y se dirigió a las escaleras, hablando para sí con enfado a lo largo de todo el camino.
Atento a no asustar a ______, Harry entró en su dormitorio después de Maddy. Oculta aún en el oscuro rincón, la chica se encontraba sentada con los brazos alrededor de sus piernas dobladas, con el vestido azul cubriéndole pudorosamente los tobillos. Aparentemente agotada, descansaba la cabeza sobre las rodillas. Para poder ver mejor, Harry encendió la lámpara de la mesita de noche antes de atravesar la habitación para acercarse a ella. Cuando lo hizo, la muchacha se enderezó y fijó en él una mirada de desconcierto y recelo. En lo más profundo de sus ojos azules, él leyó varios sentimientos: miedo, una cantidad nada desdeñable de desconfianza y una penosa desesperación.
¡Dios santo! La había llevado a su casa para darle su protección. ¡Y qué bien lo estaba haciendo! La habían pellizcado en todo el cuerpo, le habían dado puñetazos y sabe Dios qué otras cosas. No era de extrañar que lo mirara de la manera en que lo hacía.
Agachándose frente a ella, la observó durante un momento. Buscaba cuidadosamente señales de abusos, pero no pudo ver ninguna. Aparte del hecho de que había perdido un poco de peso, lo cual mal podía permitirse hacer, parecía estar limpia y sana. Su pelo negro estaba recogido con trenzas muy bien cuidadas, que le caían hasta la cintura.
—Maddy me dice que la señora Perkins te ha estado tratando muy mal,______, ¿te gustaría hablarme de ello?
En respuesta, ella le lanzó su habitual mirada de perplejidad, clavando los ojos en su boca. Harry tuvo la sensación de que daría igual hablarle en griego. Era evidente que la chica no entendía siquiera las frases más sencillas. Que hubiera logrado comunicarse con Maddy de alguna manera parecía completamente increíble. No obstante, él sabía bien que su ama de llaves nunca mentía.
Resuelto a ver los cardenales de la joven, extendió la mano para intentar apartar ligeramente el cuello de su vestido. Cuando él hizo este movimiento, la joven se apretujó más contra la pared. El miedo hizo que sus ojos se ensombrecieran. Sosteniendo la mano en el aire,Harry cerró el puño en señal de frustración. A pesar de que sus capacidades mentales parecían ser muy limitadas, estaba claro que ella no tenía ninguna dificultad en recordar lo que Douglas le había hecho y que creía que él podría hacerle lo mismo.
Miró a Maddy, que se había hecho a un lado, y negó con la cabeza.
—Es inútil. Tendré que confiar en tu palabra. ¿Estás segura de que no debo hacer llamar al doctor Muir?
—Como ya le he dicho, yo puedo ocuparme de los golpes. —Maddy hacía esfuerzos para no llorar—. Lo que me molesta, señor, es que usted no parece creer lo que le he contado. Ella me enseñó cómo esa mujer le embutía la comida en la garganta, créame. Y me dijo que piensa que se está poniendo muy gorda.
Harry se levantó y se alejó de ______ para apoyar un hombro contra la pared.
—Lo creeré cuando lo vea.
Maddy le lanzó una mirada glacial y se dirigió a la pequeña mesa para coger el plato de comida de _______. Tras levantar con el tenedor una patata fría, volvió sobre sus pasos, sonriendo a la joven de oreja a oreja.
—Anda, cariño, sé una buena chica y come un poco. Hazlo por Maddy.
______ negó con la cabeza, y ese simple gesto asombró a Harry. Parecía entender lo que Maddy le había dicho.
—Pero tienes que comer, cariño. Enfermarás si no lo haces. —Intentaba convencerla con zalamerías—. Sólo un bocado, anda, compláceme.
_______ negó con la cabeza de nuevo y dirigió una mirada de recelo hacia Harry. Luego, hinchó las mejillas e intentó, sin mucho éxito, doblar su barbilla. Si bien estaba demasiado delgada para parecer una mujer gorda, hiciese las muecas que hiciese, el mensaje era claro. Harry la miró boquiabierto.
—¡Dios mío!
Sin apartar la vista de ______, Maddy siguió hablándole con el tenedor extendido.
—Eres una buena chica. Come un poco para complacer a Maddy.
Cada vez más nerviosa, ______ estiró las piernas y se llevó las manos a la cintura para darle palmaditas a su vientre. Luego, como si tuviera un cubierto invisible, fingió meter comida a su boca y masticar. Después, volvió a hinchar las mejillas y a negar con la cabeza.
Haciendo un movimiento con el tenedor en señal de victoria, que estuvo a punto de lanzar las patatas por el aire, Maddy se volvió hacia Harry.
—¿Se da usted cuenta?
Harry se apartó de la pared bruscamente. Se le puso la piel de gallina mientras miraba a la joven que estaba frente a él. Durante un instante que se hizo eterno, no pudo poner las ideas en orden para pronunciar palabra. Cuando finalmente lo hizo, sólo logró repetir lo que acababa de exclamar.
—¡Dios mío!
—¿Qué le había dicho? —Maddy tenía ahora aire de suficiencia—. Si eso no es hacerse entender, entonces dígame usted qué es.
—Maddy... —dijo Harry en voz muy baja—. ¿Tienes alguna idea de lo que esto significa? El hecho de que ella pueda establecer una correlación entre comer y subir de peso... bueno, pues es totalmente increíble. Quiere decir que en realidad debe tener capacidad de razonamiento.
—¿No es tan tonta como usted creía, eh, señor? Vaya, cuando uno empieza a pensar en todo esto, se le embrolla la cabeza. —Volvió la espalda a ______ para llevar el plato a la mesa—. Si ella puede entender este tipo de cosas, uno tiene que preguntarse qué más puede entender. O sentir. Me pregunto si echará de menos a su bebé cuando usted se lo arrebate de los brazos.
Una espantosa sensación de debilidad se adueñó de las piernas de Harry. Sin poder recuperarse aún de la sorpresa, todo lo que podía hacer era mirar fijamente a su cruz. No, no era su cruz, era su esposa. Su esposa embarazada, a quien su hermano había violado y con quien él se había casado. Con el fin de quitarle a su hijo.
Un animal reproductor, la había llamado Maddy. Un objeto sin inteligencia que sus padres y él podían llevar de un lugar a otro. Este pensamiento le asqueó tanto que cerró los ojos con fuerza.
—Dios mío, Maddy, ¿qué he hecho?
Un pesado silencio se asentó en la habitación. Finalmente, Maddy sentenció.
—Lo hecho, hecho está, señor. Lo que importa ahora es lo que haga a partir de este momento.