—No eres ninguna estúpida. Créeme. Y tu madre no dice que lo seas. Ya no lo dice. No puedo asegurarte que será fácil, pero, si prestas atención durante las clases y estudias mucho, puedes aprender a leer, ______. Y también a escribir.
Aparente y repentinamente convencida, ella cruzó los brazos y se sentó muy erguida.
—Entonces enséñame.
Harry soltó una risita feliz.
—Bueno, no lo lograremos en una sola mañana. Ahora sólo podemos empezar.
—¡Enséñame! —repitió ella—. Por favor.
Y, para gran alegría de Harry, hizo las señas de por favor al tiempo que articulaba esta palabra.
Tratando de disimular su satisfacción, Harry emprendió la tarea de enseñarle.
Aprender el lenguaje de signos era la tarea más difícil que ______ había intentado llevar a cabo en su vida, pero también era la más fascinante. Cumpliendo las órdenes de Harry, su madre y todos los residentes de Styles Hall empezaron a aprender el alfabeto dactilológico para que ______ pudiera comunicarse con ellos en un futuro cercano. Con este fin, todos ellos estudiaban el alfabeto al menos una hora diaria. Henry y Deiter, que no sabían leer ni escribir, eran los únicos empleados de la casa que estaban dispensados de esta obligación.
Dos semanas después, Edie Trimble, ______ y todos los que vivían en Styles Hall habían aprendido de memoria el alfabeto dactilológico. Una vez que se consiguió este objetivo, Harry hizo una lista de palabras que insistió en que ______ aprendiera a deletrear antes de proseguir con las clases: enferma, ayuda, calor, frío, beber, comer y Harry; la última porque sólo él podía leer los labios y, si lo llamaban, podría entender lo que ella necesitaba en caso de que nadie más lograse hacerlo.
La primera vez que ______ entró en la cocina y pudo pedir una bebida, fue para ella un momento muy emocionante. La criada a la que le deletreó la palabra enseguida le entendió y le dio un vaso de agua. Fue la primera vez en más de catorce años en que ______ pudo pedirle algo a alguien. Después de beber el agua, salió de la cocina, buscó la privacidad de su habitación y se puso a llorar. Hablar, aunque fuese con las manos, era para ella un don inestimable.
Al remontarse a sus primeros días en Styles Hall, ______ recordó cuánta rabia le dio cuando se enteró de que estaba casada. En aquel momento pensó que no había recibido regalo alguno el día de la boda, y se sintió engañada. Ahora comprendía que había recibido un regalo que no tenía precio: un hombre alto y de pelo enrulado, con ojos de color esmeralda y sonrisa seductora. El era, sin lugar a dudas, un hacedor de milagros. El hecho de conocerlo había cambiado su mundo de tantas maneras que ella ya ni siquiera podía contarlas.
Amarlo de la manera en que lo hacía la ponía en una situación muy difícil. En tres ocasiones diferentes, él le había expresado con toda claridad su deseo de estar con ella, no sólo besando y acariciando sus pechos, lo que a ella le parecía muy placentero, sino también abajo, como una vez lo hiciera su hermano Douglas. ______ no podía soportar la idea de que alguien volviera a hacerle eso, ni siquiera Harry.
Pero él quería. Últimamente, pensaba esto cada vez que estaba junto a él. Este mensaje estaba en sus ojos cuando la miraba, en sus manos cuando la tocaba y hasta en el aire que los rodeaba; era una sensación pesada y expectante.
Lo más difícil de todo aquello era que ______ no se sentía completamente segura de que estar con Harry fuese algo terrible. Las caricias y besos que le dio en la habitación de los niños fueron maravillosos y, debido a esto, ella no podía menos que preguntarse si las otras cosas que él quería hacer también serían placenteras. Según Harry, sí lo serían, y que ______ supiera, él nunca le había mentido.