La fecha de la boda se fijó para la semana siguiente, y Harry llegó al umbral de los Trimble a las diez en punto de la mañana designada para convertir a ______ en su legítima esposa. El plan parecía bastante sencillo: un matrimonio rápido, pasaría unos cuantos meses cuidando de ______, y luego devolvería a la joven a casa de sus padres. ¿Qué podría salir mal? A Harry le parecía que la respuesta a esta pregunta era: todo. Desde el instante mismo en que entró en la casa, empezó a tener dudas, muchísimas dudas.
Como una niña curiosa obligada a subir al piso de arriba mientras había invitados en casa, ______ se encontraba sentada en el rellano que daba al recibidor. Su pequeño rostro quedaba enmarcado por los balaustres de caoba y sus ojos estaban exageradamente abiertos por la perplejidad, mientras observaba todo lo que estaba pasando abajo. El reverendo Widlow, el pastor que iba a oficiar la ceremonia, había llegado apenas unos segundos antes que Harry y un criado lo conducía al salón. Dos peones transportaban uno de los baúles de ______ a la planta baja. Las criadas corrían de aquí para allá. Cualquiera podría darse cuenta de que algo fuera de lo común estaba a punto de suceder allí.
Cuando Harry entró en el recibidor, ______ se quedó completamente paralizada y su rostro pareció perder hasta la última gota de sangre. No se necesitaba ser un genio para comprender que la pobre chiquilla creía que era Douglas. Dada su incapacidad intelectual, él no sabía cómo sacarla de ese error. Como tanto le gustaba a la gente recordarle, él era la viva imagen de su hermano. A Harry no le parecía que la semejanza fuese tan acusada; pero para ______, quien sin duda recordaba todo lo relacionado con Douglas como una imagen borrosa, de pesadilla, las diferencias entre ellos no parecían ser tan evidentes.
Temeroso de que la novia sufriera un ataque de pánico, Harry paró en seco. Aun a una distancia de siete metros, él podía sentir el miedo de ella. Electrizante, flotaba en el aire que había entre ambos, poniéndole la carne de gallina.
Con su metro ochenta de estatura, el criador de caballos era una cabeza más alto que la mayoría de los hombres. Por infinidad de razones, en distintas ocasiones deseó ser más bajo, pero nunca tanto como en aquel momento. Se había quitado el sombrero antes de entrar en la casa, de manera que en aquel instante no podía descubrirse de golpe para parecer más bajo. A juzgar por el terror que se reflejaba en los ojos de ______, encorvar los hombros tampoco le estaba ayudando mucho. Era un hombre grande. Había muy poco que pudiera hacer para ocultar ese hecho. Con una chica como ______, que tenía todas las razones del mundo para estar asustada, éste era un incuestionable punto en contra.
Si ella fuese capaz de hablar, de entender, Harry habría podido tranquilizarla. Tal y como estaban las cosas, todo lo que podía hacer era quedarse allí e intentar expresar con su mirada lo que no podía decirle con palabras; concretamente, que él no era Douglas y que no había sido cortado con la misma tijera que su hermano. A él nunca se le ocurriría hacerle daño, ni tampoco permitiría que ninguna otra persona se lo hiciera.
—Hola, ______ —dijo al fin en voz baja.
Cuando Harry habló, ella pasó a fijar toda su atención en la boca de él, y una expresión de absoluto desconcierto cruzó por su rostro. A Harry se le cayó el alma a los pies, pues había esperado que ella pudiera entender al menos unas pocas palabras. Convencido de que no era así, metió las manos en los bolsillos de su pantalón y cerró los puños.
La manera en que ella lo miraba hacía que se sintiera como un monstruo. Un monstruo gigante. Esbozó lo que esperaba que fuese una sonrisa de apariencia inofensiva, pero sentía su rostro tan rígido que temía que más bien pareciese una mueca. Por si ella podría caer en la cuenta de que él no era Douglas si lograba verlo bien, se acercó un poco más.
Por alguna razón, él, que nunca la había tenido tan cerca, no la había imaginado tan menuda. Tenía los hombros estrechos, los pies pequeños y los miembros frágiles. Dudaba de que pesara siquiera 45 kilos, con ropa y todo.
A lo largo de los años, había conocido a varias mujeres que podría describir como delicadas, pero incluso éste parecía ser un adjetivo demasiado fuerte para ______. Le recordaba a una figura de cristal delicado. Su rostro tenía la forma de un corazón, sus rasgos estaban finamente cincelados y eran casi perfectos. La nariz, pequeña y recta, nacía entre las cejas negras y elegantemente arqueadas.
Cuando él se acercó, ella cambió ligeramente de posición. Por la tensión de todo su cuerpo, supuso que la muchacha estaba dispuesta a salir corriendo si él hacía algún movimiento brusco. Una sonrisa contenida hizo que una ola de calor invadiera su pecho, cuando de repente vio que ______ había alzado levemente una rodilla. Desde la ventajosa posición en que se encontraba, la joven podía pensar que estaba muy bien cubierta. Pero, al mirarla desde abajo, las cosas eran totalmente diferentes. Como la mayoría de los calzones bombachos, los de ______ también tenían una abertura en la entrepierna, y ella no llevaba enaguas que obstaculizaran la vista.
Volvió a fijar su atención en el rostro de ______. Un calor abrasador subía lentamente por su cuello. Mirándola a los ojos, intentó establecer si ella se habría dado cuenta de que su mirada se había extraviado en aquel lugar de su cuerpo. Vio sus ojos. Extraordinariamente grandes y del color del cielo despejado y luminoso de un día de verano. No había malicia alguna en ellos.
Hombre práctico hasta la médula, Harry nunca había creído en las tonterías que los hombres decían cuando estaban enamorados. Sólo había estado a punto de morir ahogado al mirar los ojos de una mujer, en una ocasión en que empezó a sudar a chorros, y ello exclusivamente a causa del deseo. Pero los ojos de ______ eran diferentes. No es que estuviera ahogándose en ellos esta vez. Pero casi. Se sentía como un pez enganchado por las dos agallas, y los grandes ojos azules de la joven eran como el sedal que lo arrastraba hacia ella.
Era una criatura tan indefensa y tan terriblemente vulnerable... Sin duda alguna, casarse con ______ era el menor de dos males. Pero, aun así, odiaba la idea de que pudiera contribuir a causarle más dolor. Era como tener a un cervatillo tembloroso en la mira del rifle y apretar el gatillo.