—¡Dios mío! ¿Acaso olvidé decirte que ha habido un cambio de planes?
Harry lo miró asombrado.
—¿Qué cambio de planes?
—Bueno, pues verás, Harry, olvidé mirar mi agenda cuando acordamos celebrar la boda hoy por la mañana. —Echó una mirada al pastor—. Como sin duda pudiste deducir por la conversación que tuvimos anteriormente, el reverendo Widlow tenía todos los demás días de la semana ocupados, de manera que no logramos cambiar la fecha de la ceremonia.
—¿Qué me estás diciendo exactamente, Trimble?
—Hoy por la tarde ofrezco una comida en el jardín. Me temo que Edie va a estar muy ocupada. Tendrás que arreglártelas sin ella hasta mañana.
—¿Arreglármelas sin ella? —Harry sabía perfectamente que estaba subiendo la voz, pero no podía evitarlo—. El problema no es que yo me las arregle sin ella, James, y tú lo sabes muy bien. Si Edie va a estar ocupada hoy, dejaré a ______ aquí hasta mañana. Su madre debe estar con ella cuando se mude a Styles Hall. Todos estuvimos de acuerdo en este punto.
James se rascó una oreja. Luego, miró el suelo, la pared, el techo... miró todos los sitios y objetos, pero eludió la mirada de Harry.
—Bueno, verás, las cosas son un poco más complicadas. Algunos de mis invitados vienen de otros pueblos, y yo los he invitado a dormir en casa. La habitación de ______estará ocupada. —Alzó las manos con gesto de impotencia—. Pensé que ella iba a quedarse en tu casa.
Un tenso silencio se asentó en la habitación; un silencio terrible, interrumpido tan sólo por el monótono tictac del reloj de péndulo colocado en una de las paredes. Cuando vio a James aquella mañana, Harry pensó que su atavío era poco apropiado. Pero no era así. El hombre estaba perfectamente vestido para la reunión que planeaba ofrecer en el jardín. Iba vestido como un político, para asistir a un encuentro de puro politiqueo.
Una reunión política que a todas luces tenía preferencia sobre ______. Al parecer, casi todo era más importante que ______, pensó Harry con sarcasmo. Los funerales. Las reuniones en el jardín. Los invitados que se quedaban a pasar la noche. ¡Maldición! Harry no esperaba una boda con todo el boato ceremonial de costumbre. Pensar tal cosa sería ridículo. Pero le parecía que había un principio que debía tenerse en cuenta, un principio que James Trimble había pasado por alto: el respeto. Cuando de su hija se trataba, éste era un atributo que él parecía no tener.
—Déjame tratar de entender lo que me estás diciendo. —Harry hablaba en voz baja, con ira contenida—. Edie no puede acompañar a ______ para ayudarla a instalarse en Styles Hall, pero la chica tampoco puede quedarse aquí.
James asintió con la cabeza, con un aspecto de profunda aflicción.
—Nada de esto ha sido intencionado, Styles. Es sólo una de esas... —tosió de nuevo—situaciones inevitables.
Una situación inevitable. Hacía mucho tiempo que Harry había clasificado a James Trimble como un hombre egocéntrico e insensible, pero esto superaba todas sus expectativas. Sentía un irrefrenable deseo de coger a aquel truhán presuntuoso de las solapas y sacudirlo hasta que los ojos se le salieran de las órbitas. De no haber sido por el hecho de que un comportamiento semejante asustaría a______, eso es exactamente lo que habría hecho.
Volviéndose hacia Edie, Harry logró decir con voz relativamente serena.
—Usted me prometió que acompañaría a ______ a Styles Hall para ayudarme a instalarla, señora Trimble. No es posible que no pueda venir, aunque sólo sea durante un par de horas.
Edie miró a ______ con aire de culpabilidad, luego a su esposo, y empezó a retorcerse las manos.
—Sé que se lo prometí, señor Styles, pero lo hice antes de enterarme de que había una recepción en el jardín. James necesita que yo esté aquí para que sea la anfitriona. Esta comida es importantísima. Para su carrera política, como debe usted imaginar. Yo, sencillamente... —Dejó de hablar y tragó saliva—. En fin, con todos los invitados que vienen, me es totalmente imposible ausentarme durante dos horas.