—Ah, no. No puede usted marcharse. Éste es su grano de arena, no el mío, y es a usted a quien le corresponde ocuparse de él.
Harry volvió a darle unas palmaditas en el brazo.
—Venga, Maddy. No seas tan timorata. Sabes que, si yo pudiera, se lo explicaría todo. Pero es muy difícil para un hombre tratar un tema de esta naturaleza.
Maddy le lanzó una mirada que habría podido pulverizar una roca.
—Usted es el esposo de la chica y, por consiguiente, es su deber, no el mío. No sé si lo recuerda, pero yo nunca me he casado. Mis conocimientos acerca de este tipo de cosas podrían caber en un dedal.
—Pero seguramente conoces las nociones elementales.
—¿Las nociones elementales? Si usted sale de esta habitación, resolveré este asunto buscando un huevo en su ropa de cama, ya lo verá.
—¡No te atreverías a hacer algo semejante!
—Desde luego que sí.
Harry la miró con la frente arrugada.
—Maddy, alguien le tiene que explicar los pormenores de la reproducción humana a la chica, y ese alguien de ninguna manera puedo ser yo. No podemos permitir que siga creyendo que está a punto de poner un huevo, ¡por el amor de Dios! Eso es... bueno, es... —Se interrumpió porque no sabía qué decir. Finalmente, encontró la palabra—. Irresponsable, eso es lo que es.
—Entonces, asuma sus responsabilidades.
—Esa clase de cosas no son responsabilidad mía. Ella y yo tenemos una relación que aún es prácticamente inexistente.
—Cobarde.
—No seas ridícula. No me molestaría tratar el tema con ella. Pero lo que aquí importa es cómo se sentiría ella si yo lo hago.
Maddy cruzó los brazos debajo de sus pechos.
—Entonces pídale a su madre que venga a hablar con ella. Tal y como yo veo las cosas, el deber de la señora Trimble era en primer lugar educar a la chica y, dado que lo ha hecho tan mal, a ella le corresponde arreglar este lío.
—¡Por encima de mi cadáver!
—¿Y entonces qué haremos?
Harry se echó las manos a la cabeza.
—Vale, bueno. Pero si ella se disgusta, la culpa será toda tuya, no mía. Sería mejor que una bondadosa mujer mayor, alguien en quien ella confíe, le hablase de un tema de esta índole.
Fingiendo una seguridad en sí mismo que no sentía en lo más mínimo, cogió a ______ de la mano, la llevó a la mesa, con afabilidad le hizo sentarse en una silla y se sentó frente a ella. Descansando sus brazos cruzados sobre la mesa, Harry se inclinó hacia adelante, sin apartar los ojos de su mirada desconcertada.
—______, cariño, hay un par de cosas que debes entender. —Desde la barrera, Maddy carraspeó de forma exagerada y chasqueó la lengua. Harry decidió ignorar su sarcasmo. Él le explicaría las cosas de la forma más sencilla posible—. Entre los bebés y los pollitos... bueno, hay unas cuantas diferencias fundamentales en lo que se refiere a la manera en que nacen.
Aquellos ojos... Al mirarlos, a Harry le parecía que estaba temblando por dentro. ¿Cómo podría explicarle algo tan...? Ni siquiera se le ocurría una palabra. ¿Abyecto? ¿Personal? Definitivamente éste no era un tema que los hombres solieran mencionar delante de las mujeres. Decidió que el secreto estaría en darle una explicación adecuada sin ser demasiado explícito. Usar términos sencillos, éste era su propósito.