Después de dejar a ______, Harry se encerró en el estudio para poner al día sus cuentas. Este trabajo lo ocupó hasta la hora de la comida, momento en el cual se detuvo para almorzar en el escritorio. Cuando la criada recogió los platos, se recostó en su silla, puso los pies sobre la mesa y apoyó la cabeza en el respaldo del sillón. Mirando pensativamente al vacío, contempló otro problema relacionado con ______; problema en el que, hasta aquel momento, no se había permitido pensar mucho.
¿Cómo podía un hombre cortejar a una chica sorda y tímida?
Recordó durante unos breves minutos lo que había sentido al bailar con ella en el ático el día anterior; y sabía, sin la más mínima duda, que quería volver a estrecharla entre sus brazos. Era tan sencillo, y a la vez tan complicado, como eso. Seducirla sería todo un reto. A juzgar por su reacción ante la propuesta de bailar el vals aquella mañana, ella evitaría rabiosamente cualquier tipo de cercanía física.
Normalmente, Harry se habría conducido de la manera habitual, pero hacerle una propuesta directa no surtiría efecto con ______, y él lo sabía. Por una parte, ella le tenía miedo a causa de lo que Douglas le había hecho, lo cual era comprensible. Por otra, la vida que ella había llevado hasta entonces no la había preparado para ser sincera. Sus padres se habían esforzado tanto por mantener a ______ y el mal que padecía en un segundo plano, que la habían convertido también en una persona cautelosa y reservada, maestra del disimulo.
La seducción era su objetivo, pero ¿qué debía hacer para conseguirlo? Pasaron unos cuantos minutos, durante los cuales Harry concibió y descartó varias ideas. Luego, una creciente sonrisa apareció en su boca. ¿Cómo seducía un hombre a una mujer? La atraía con algo a lo que ella no pudiera resistirse.
Aquella tarde, cuando Maddy bajó a supervisar a las criadas en sus diversas tareas domésticas, ______ la siguió a todos lados, como había estado haciendo desde hacía más de una semana. La única diferencia era que aquel día había un observador en la casa. Cuando vio que su esposa se encontraba en la planta baja, él se retiró a su estudio, teniendo mucho cuidado de dejar la puerta entreabierta.
Sentándose en su silla favorita, Harry cogió la olla que había traído de la cocina. La sujetó firmemente entre las rodillas y empezó a aporrear su fondo con un cucharón de metal. El sonido resultante fue un estruendo que habría podido levantar a los muertos de sus tumbas. No satisfecho con el sonido, recolocó la olla hasta que la percusión produjo un agudo ruido metálico. Puesto que había advertido a Maddy, las criadas y Frederick con antelación, Harry sabía que ninguno de ellos intentaría buscar la fuente del sonido. Sólo una persona lo haría... si podía oír el ruido.
Tan, tan, rataplán. Sin lugar a dudas, estaba armando un jaleo terrible, y se sentía completamente ridículo. ¡Un hombre adulto golpeando una olla sin ton ni son! Sólo esperaba que surtiese efecto. Obligándose a no dirigir la mirada hacia la puerta, aporreó la olla sin cesar, sin saber siquiera si ______ podía oírlo.
Estaba a punto de perder la esperanza cuando alcanzó a percibir un movimiento con el rabillo del ojo. Con renovado entusiasmo, siguió dándole a la olla. Por todos los medios, evitó sonreír, para no poner de manifiesto su euforia. Un instante después, los zapatos gastados de ______ aparecieron ante su vista, y él supo que ella se encontraba a apenas unos cuantos metros de distancia. Siguió blandiendo el cucharón, fingiendo que no la había visto.
Atraída por el ruido como las virutas de metal por un imán, la muchacha se acercó. Luego, se acercó aún más. Finalmente, Harry se permitió alzar la vista. La expresión del rostro de ______ hizo que valiera la pena haber hecho el ridículo. Totalmente embelesada, sus ojos enormes y perplejos se clavaron en la cuchara.
Harry se permitió sonreír, aunque sólo levemente, y dejó de aporrear la olla. Ella se sobresaltó al percibir el repentino silencio y dirigió su mirada hacia él. Harry le estaba ofreciendo la cuchara.
—¿Quieres intentarlo?
El vehemente deseo que se reflejaba en sus ojos era inconfundible. Recordó lo que James le había dicho acerca del vergonzoso comportamiento de ______ con el órgano de la iglesia hacía ya muchos años y se le encogió el corazón. El sonido. Para ______, era escurridizo y poco frecuente, un milagro que de vez en cuando atravesaba el muro de silencio que la rodeaba. Cuando era una niña, para humillación de sus padres y su propia condena, ella no pudo resistirse a sus encantos en la iglesia y abrazó con todo su cuerpo el órgano, haciendo lo que su padre había llamado «ruidos bestiales». Cuando se convirtió en una mujer adulta, siguió atrayéndola irresistiblemente. El sonido. Un regalo inestimable para alguien como ______, un regalo que él podía ofrecerle.
Al contemplar la tormenta de sentimientos que se reflejó en su rostro, Harry casi se sintió avergonzado de sí mismo por usar el sonido como señuelo seductor. Casi. Ella era su esposa y, por las buenas o por las malas, tenía la intención de hacer que su matrimonio dejara de ser una farsa. No sólo por su propio bien, sino también por el de ella. Dado el defecto físico que tenía, era posible que la joven nunca pudiese llevar una vida completamente normal, pero él podía darle algo muy semejante. Amor, risas, compañía. Dentro de muy poco tiempo tendrían incluso un hijo que criar. ______, en su calidad de madre, participaría activamente en su educación. El se ocuparía de ello.
Harry le estaba ofreciendo la cuchara, tentándola sin misericordia y sin que le remordiera demasiado la conciencia. El recelo hizo que sus preciosos ojos se volvieran tan grises como un día tormentoso. Pero también vio en ellos el deseo. Un deseo tan vehemente que hizo que Harry sintiese una profunda pena por ella. El tenía la magia en sus manos. Todo lo que ella debía hacer era alargar la mano para cogerla.
Todo su cuerpo se puso a temblar al acercarse y alargar la mano para coger el mango de la cuchara. Sus dedos se rozaron en aquel momento. Una sensación electrizante para Harry, y a todas luces perturbadora para ella.
—Venga, aporréala.
______ apartó la mirada de su boca para dirigirla hacia la olla. Un brillo de emoción apareció en sus ojos. Reacia a acercarse demasiado, se inclinó hacia adelante para golpear la olla. Al oír el ruido metálico que produjo con el cucharón, la muchacha parpadeó. Aunque pareciese mentira, parpadeó. Harry estuvo a punto de gritar de júbilo.
—¡Sigue! No te va a morder.
Ni yo tampoco, juró él en silencio. No podía echar a perder aquel maravilloso momento. Quizá nunca la mordería, ni la tocaría siquiera, pero la felicidad de aquel instante no se la quitaría nadie.
Se le hizo un nudo en la garganta al verla golpear una vez más el fondo de la olla. Una expresión de asombro recorrió su rostro al percibir el sonido resultante. Luego sonrió. Esa radiante sonrisa transformó su cara a tal punto que Harry se quedó mirándola fijamente. ______ alzó la vista para mirarlo a los ojos, y surgió entre ellos un sentimiento que no tenía nada que ver con la seducción, y sí mucho con una amistad en ciernes.
Para Harry, esto tenía que ser suficiente de momento. Para ______, era un comienzo.