CAPITULO 63

140 7 0
                                    

A la mañana siguiente, en cuanto se levantó de la cama, Harry pensó que ya era hora de empezar a darle clases a su esposa. Sin embargo, en el instante mismo en que intentó obrar en consecuencia con esta decisión, se encontró frente a una joven muy desdichada. ______, fascinada con todos aquellos cacharros productores de ruido que él le había regalado, no quería hacer otra cosa que no fuese jugar con ellos. Cuando Harry la llevó a su escritorio y la hizo sentarse en su silla, ella adoptó una expresión de rebeldía e hizo un mohín. Un inconfundible mohín. Harry comprendió que su ángel se estaba volviendo algo mimada.

Acercó una silla, se sentó junto a ella y alargó la mano para coger las publicaciones que el doctor Muir le había conseguido: Un léxico de signos mudos, de James S. Brown, y El lenguaje de señas de los indios, de W. P. Clark. El segundo, para gran regocijo de Harry, tenía alrededor de mil entradas descritas verbalmente, y relacionaba cada una de ellas con su equivalente en la lengua de signos norteamericana. De esta manera, el libro se convertía en un diccionario, tanto de las señas indias como de las estadounidenses. Además de esas publicaciones, había dos copias en papel carbón de unos folletos recopilados especialmente para Harry por una mujer que vivía en Albany y trabajaba con sordos en un centro especializado.

—El trabajo va antes que el juego —le dijo a su esposa con voz firme—. Ya es hora de que empieces a llenar esa preciosa cabecita tuya con algunos conocimientos, cariño.

Abrió uno de los libros y empezó a hojear las páginas para encontrar el alfabeto dactilológico. Cuando volvió a alzar la vista, ______ había cogido un audífono dé su escritorio y estaba soplando con todas sus fuerzas. Harry se quedó mirándola durante un momento con una sonrisa indulgente. Luego, le quitó el aparato de las manos y metió uno de los extremos del artefacto en su oído. Alzando su mano derecha, con los dedos doblados sobre su palma y el pulgar extendido sobre ellos, él se inclinó hacia adelante y gritó en el otro extremo del audífono:

¡¡A!!

______ se sobresaltó como si la hubiera pinchado con un alfiler y, de un tirón, sacó la trompetilla de su oído para mirarlo fijamente. Tras unos instantes, volvió a metérselo en el oído con una expresión expectante en el rostro. Harry comprendió que ella pensaba que el audífono había hecho el ruido por sí mismo.

—No, no, ______, cariño. He sido yo. —Eufórico porque ella parecía haberle oído,Harry se cercioró de que la joven mantuviera el artefacto en su oreja mientras él se llevaba solemnemente a la boca el otro extremo—. He sido yo, ______ —gritó él.

La muchacha se sobresaltó de nuevo. Pero esta vez no se sacó el audífono del oído. En lugar de ello, cogió a Harry del pelo y metió la parte inferior de su cara en la campana. Harry empezó a reír tan fuerte que, de haberlo querido, no habría podido pronunciar palabra. Cuando su alborozo decayó, la miró a los ojos por encima de la campana del audífono. En aquel instante lo abandonaron todas las ganas de reír. Los ojos de ______ reflejaban los sentimientos más intensos que él hubiese visto en toda su vida. Esperanza contenida. Incredulidad. Alegría recelosa. Sintió una opresión en el pecho. Echando la cabeza hacia atrás para que ella pudiera ver su boca al hablar, se declaró a voz en grito:

—Te amo.

Ella se quedó mirándolo durante un momento. Sus ojos azules se le llenaron de lágrimas, que lanzaban destellos como si fueran diamantes. Luego, para gran consternación de Harry, las lágrimas pasaron a sus pestañas y empezaron a correr por las mejillas en forma de gotas brillantes. Mientras la observaba, le pareció que toda su cara se echaba a temblar: primero la boca, luego la barbilla y por último los pequeños músculos situados debajo de sus ojos. Harry se apartó del audífono.

—No llores, cariño. Pensé que esto te haría feliz.

La trompetilla voló por los aires cuando ella se lanzó a sus brazos. Conmocionado por su reacción, Harry le apretó la espalda con una mano y con la otra le acarició el pelo. Sintió su cuerpo sacudirse a causa de los sollozos. Luego, como si se le estuviese partiendo el corazón, ella apartó sus brazos con dificultad y salió corriendo del estudio.

Preocupado, Harry la siguió a su habitación, sólo para descubrir que ella había vuelto a cerrar la puerta poniendo una silla bajo el pomo, a manera de cuña. Y, en aquella ocasión, hiciese lo que hiciese para intentar convencerla, no la abriría.

The ______ Song (Harry Styles) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora