Hacia mediados de diciembre, el doctor Muir les hizo una visita. Supuestamente iba para ver a ______, pero en realidad quería hablar en privado con Harry. Temeroso de que ______ se alterara durante el reconocimiento médico, que necesariamente sería más invasivo que el que Muir le había hecho en los primeros meses de su embarazo, Harry se quedó junto a su esposa mientras el médico la examinaba. Después, los dos hombres fueron al estudio a tomar un coñac y a hablar acerca de lo que el doctor había encontrado.
Muir fue al grano.
—Todo parece estar normal, Harry. Deja ya de preocuparte tanto.
Harry sonrió mientras le daba una bebida al buen doctor.
—¿Soy muy pesado?
—Le has tomado mucho cariño. Eso es evidente.
Harry apoyó un pie sobre su rodilla.
—Así es.
—¿Y cómo van las lecciones?
—Muy bien. Ella ha llegado a dominar un buen número de señas y ya conoce el alfabeto. La semana pasada terminamos de estudiar el primer manual.
Muir alzó la copa.
—Felicitaciones. Lo que estás haciendo es una hazaña.
Harry puso el pie en el suelo y se inclinó hacia adelante para apoyar los brazos sobre sus rodillas.
—Creo que sí. Si quieres que te sea sincero, pensé que los audífonos serían más útiles de lo que han resultado.
Aunque puede oírme con ellos si le hablo fuerte, no parece poder reproducir los sonidos correctamente. Las pocas palabras que ha intentado decir le salen muy distorsionadas. Daniel asintió con la cabeza.
—Eso era de esperar. Perdió el oído cuando tenía apenas seis años. Hace ya catorce que no le permiten hablar. Ha olvidado cómo hacerlo. Dada su incapacidad auditiva, lo más seguro es que se requiera algún tiempo para que ella vuelva a aprender todo lo que ha olvidado.
Harry suspiró.
—No hago más que decirme esas mismas palabras. —Se encogió de hombros y sonrió—. Ahora que puedo leer los labios, logramos comunicarnos bastante bien.
—Pero ¿qué pasará cuando nazca el bebé? Sería conveniente que ______ llegara a dominar al menos un pequeño vocabulario antes de que él empiece a aprender a hablar.
Harry reflexionó un momento sobre esas palabras.
—Habrá que ver cómo avanzan las cosas.
Daniel dio un golpecito a la copa, mirando a Harry por encima de su borde.
—Sé que quieres lo mejor para ______ y el bebé.
—Desde luego que sí.
—Sólo me preguntaba si estarías dispuesto a considerar la posibilidad de mandarla a una escuela.
—¿A una escuela? Daniel alzó las cejas.
—Ella necesita una educación especial, Harry. Sé que estás haciendo milagros. No quiero restarte méritos. Pero, para que realmente pueda recuperar el habla, ______ debe contar con profesores especializados, gente que sepa cómo ayudarla. La escuela de Albany tiene una reputación intachable. Irene Small, la directora, es una fantástica profesora y, además de atender a las necesidades particulares de sus alumnos, también se ocupa de enriquecerlos cultural y socialmente. Sería estupendo que ______ fuese allí, al menos durante dos o tres años. No es mucho tiempo. Aún será joven cuando salga de la escuela. Y piensa en cuánto podría beneficiarla la experiencia.
Harry sintió como si se le cayera el alma a los pies.
—¿Dos o tres años?
Daniel sonrió.
—Albany no está muy lejos de aquí. Parece que te hubiera sugerido que la mandaras a un país extranjero. —El también se había inclinado hacia adelante en la silla. Su mirada era franca y estaba llena de preocupación—. Harry, al menos piénsalo, por favor. Creo que podría convencer a Irene de que le haga sitio. Como va a tener un bebé, podría ser una estudiante no residente. Maddy podría ir a vivir a Albany con ella. Las dos podrían alquilar una casita cerca de la escuela. Un lugar que se encuentre lo suficientemente cerca para que ______ pueda ir andando a las clases.
Harry se levantó rápidamente de la silla. El desasosiego que lo invadió le hizo derramar el coñac.
—No. Eso es totalmente imposible. Estamos hablando de mi esposa. No voy a mandarla a ningún lado dos o tres años. —Se pasó una mano por el pelo y empezó a andar de un lado para otro—. Por Dios, Daniel, no sé cómo puedes sugerir siquiera algo semejante. Si crees que ______ necesita un profesor especial, contrataré uno. Pero ella se quedará aquí, en Styles Hall, que es donde debe estar, y no se hable más del asunto.
Daniel dejó de lado la bebida y se puso en pie, cogiendo su maletín mientras se levantaba.
—Harry, a pesar de todo tu dinero y de tus buenas intenciones, no puedes comprarle a ______ las cosas que ella más necesita. En Albany, los estudiantes ponen en escena sus propias obras. Hacen bailes, reuniones sociales y musicales; todo eso está pensado expresamente para las personas sordas. ______ estaría rodeada de gente como ella por primera vez en su vida. Por más que quieras, no podrás proporcionarle todas esas experiencias.
Harry le lanzó una mirada llena de ira.
—Quizás no. Pero me estás pidiendo que mande a mi esposa y a mi hijo lejos de aquí. No puedo hacerlo. No lo haré. No estaría bien.
—¿No estaría bien para quién, para ti o para ______? Piénsalo, Harry.
Daniel se dirigió lentamente a la puerta del estudio. Se detuvo antes de abrirla para mirar a Harry por encima de su hombro.
—Si realmente quieres a la chica, y yo creo que sí, terminarás haciendo lo que es mejor para ella. Estoy con vencido de que así será. Como ya te he dicho, creo que puedo convencer a Irene de que la reciba. Si quieres, hablo con ella para confirmarlo. Creo que ______ podría empezar en marzo. En esa época ya se habrá recuperado por completo del parto, y podrá viajar y hacer la mudanza.
Esforzándose por recobrar la compostura, Harry buscó una respuesta.
—Supongo que no hará ningún daño que hagas las averiguaciones que creas necesarias. Siempre que entiendas que es muy poco probable que yo considere en serio la posibilidad de hacerlo.
Daniel sonrió ligeramente.
—Harás lo que es debido. Siempre lo haces.
Tras decir estas palabras, Daniel salió de la habitación.