—¿Estás segura de que no te molesta cuidar de ella? Por razones obvias, no quiero que salga sola de casa.
—No me molesta. —Maddy lo observó durante un momento—. En cuanto a no dejar que salga sola, quizás pueda usted encontrar tiempo para acompañarla.
—¿Yo? —Esta sugerencia cogió a Harry desprevenido. Después de la reacción física que la cercanía de _____ le produjo en el carruaje aquella mañana, no le hacía ninguna gracia la idea de quedarse a solas con ella—. Creo que sería mejor que le pidiera a uno de los empleados de la casa que la acompañe.
Maddy torció el gesto.
—Señor, después de lo que pasó con la señora Perkins, ¿cómo puede siquiera ocurrírsele una idea semejante? Debemos tratar a ______ como un miembro de su familia. Ella no es una mascota a la que cualquier persona que esté disponible puede sacar a pasear.
Sabiendo que el ama de llaves tenía razón, Harry dejó escapar un suspiro.
—Miraré mi agenda para ver si puedo tratar de pasar un poco de tiempo con vosotras todas las tardes. —Rogó que la irlandesa no le preguntase por qué necesitaba su presencia. Tras sacar el reloj de su bolsillo, miró la hora. Aquella tarde había quedado con dos hombres que estaban interesados en comprar una de sus yeguas—. Bueno, pues, ya que hemos resuelto esto, supongo que debo...
—Hay otro pequeño asunto —le interrumpió Maddy.
Harry puso cara de sorpresa.
—Como le dije anoche, de alguna manera tiene que lograr que ______ entienda que su cuerpo está aumentando de tamaño debido a que está esperando un bebé. Se sigue negando a comer.
Harry gruñó.
—Maddy, no creo que ella entienda nada de lo que yo le diga.
—Entonces hágale un dibujo.
—¿Un dibujo? Yo no sé dibujar. Además, la chica se pone muy nerviosa en mi presencia. ¿No sería mejor que una mujer se lo explicara?
Un brillo se reflejó en los ojos de Maddy.
—No me mire a mí. Yo tampoco sé dibujar. En cuanto a que yo deba explicarle lo que está sucediendo, considero que es una tontería. Usted es el marido de la chica.
—Soy su marido en el sentido menos estricto de la palabra.
—Situación que debe usted rectificar. Se lo he dicho desde un principio.
—La chica es...
—Encantadora.
—Ningún hombre que tenga un poco de decoro...
—Y también muy dulce.
—Maddy, por el amor de Dios, sé razonable.
—Me parece perfectamente razonable. —Ahora la mujer discutía alegremente—. Según la ley, ella ya es su esposa. Además, está esperando un bebé que llevará su nombre. Usted mismo ha dicho miles de veces que no tiene ninguna intención de casarse con otra mujer. ¿Por qué no hacer de éste un verdadero matrimonio?
Maddy dejó que la pregunta quedara flotando en el aire, puso su copa en el aparador y salió de la habitación. Una vez que se hubo marchado, Harry se quedó mirando el suelo con la mirada perdida.
Un verdadero matrimonio... Cerró los ojos para intentar ahuyentar este pensamiento, pero negar la realidad del mundo que lo rodeaba no ayudaba en nada a aliviar el dolor de la soledad arraigada en lo más profundo de su ser.