CAPITULO 59

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—No, ______. Cariño, sigue gritando. A mí no me importa.

Harry no creía que, tan aterrorizada como estaba, pudiese entender lo que él le estaba diciendo. Su delgado cuerpo se estremecía violentamente a causa de los sollozos contenidos. El se quedó mirándola fijamente, incapaz de salvar el abismo que se extendía entre ellos. La sordera. Toda una vida obedeciendo normas y siendo reprendida con severidad cuando las infringía. Incluso en medio de la oscuridad, Harry pudo ver su pequeño rostro transido de dolor, que iba adquiriendo un aterrador y apagado tono rojo. Las venas de sus mejillas y su cuello sobresalían, moradas bajo la piel, latiendo con fuerza e hinchándose a causa de la creciente presión.

Una furia impotente estalló dentro de Harry. Se puso de pie de manera tan repentina que la cabeza empezó a darle vueltas. James Trimble. El maldito asentador de navajas de afeitar.

Se volvió y salió corriendo del ático. Bajó las estrechas y empinadas escaleras como si no estuviesen allí. Casi inmediatamente después de que saliera del desván, ______ empezó a gritar de nuevo. La pobrecita no tenía manera de saber lo fuertes que eran sus gritos.

Prácticamente cegado por las lágrimas, Harry atravesó la casa. Le parecía estar caminando trabajosamente sobre un lecho de melaza que le llegara hasta la cintura. Cada paso representaba un enorme esfuerzo, cada movimiento era exasperantemente lento. Harry llegó a su estudio convertido en un demente. El asentador. El maldito asentador. No podía recordar dónde lo había dejado.

Cuando llegó a su escritorio, empezó a abrir los cajones con tal fuerza que los sacó de sus rieles, volcando sus contenidos en el suelo. Harry se dio cuenta vagamente de que Maddy había entrado en el estudio. La oyó hablar como si estuviese muy lejos de allí y no logró distinguir las palabras que pronunciaba. No le importaba lo que ella estaba diciendo. En aquel momento sólo le importaba la joven del ático.

Finalmente encontró el asentador de navajas de afeitar en el último cajón del escritorio. Cerró el puño en torno a él y pasó corriendo junto a Maddy, sin siquiera dedicarle una mirada. Volviendo sobre sus pasos, regresó al ático. Ya sabía que ______ se callaría en cuanto lo viera. Esa era la regla.

Pues bien, ya se había hartado de las estúpidas normas de los Trimble y se lo iba a demostrar a ______ de una vez por todas.

Cuando entró en el salón de nuevo, ella reaccionó tal y como lo había hecho antes: dio un grito ahogado y luego contuvo la respiración para sofocar todo sonido que quisiera salir de lo más hondo de su ser. Harry se dirigió directamente a la tambaleante mesa de tres patas. Con un amplio y violento movimiento del brazo, hizo volar su heterogénea colección de tazas y platillos de porcelana, que chocaron contra la pared, haciéndose añicos. Las partículas y fragmentos de porcelana rebotaron. No le importaba. Podía comprarle más tazas de porcelana, todas las que quisiera, con tal de hacerla feliz. ¡Pero no podía comprarle otra oportunidad de vivir!

Temblando de furia, Harry tiró el asentador sobre la superficie de la mesa. Luego, sacó la navaja del bolsillo de su pantalón. Con movimientos trémulos, desplegó la navaja y la emprendió con la tira de piel, haciéndola trizas.

—¡Grita! —rugió—. ¡Grita, chilla, llora! ¡A mí no me importa, ______! ¿Me entiendes? No te castigaré por hacer ruido. Nunca te castigaré. ¡Nunca!

Ras, ras, ras. En medio de su ataque de histeria, Harry cortó la tira de piel hasta verla convertida en minúsculos pedazos. Entonces, y sólo entonces, se detuvo. Tirando la navaja al suelo, puso las manos sobre la mesa y dejó caer la cabeza, respirando como si hubiera corrido más de diez kilómetros. Cuando finalmente alzó la vista, vio que ______ aún se encontraba acurrucada en el rincón, apretándose las rodillas con los delgados brazos. Contra su cara asombrosamente roja, sus enormes ojos llenos de lágrimas eran como manchones de color azul oscuro.

Harry la miró.

—Te amo, ______ —susurró con voz ronca, y luego le abrió los brazos.

Harry esperó durante un momento que le pareció eterno, rogando en silencio que ocurriera un milagro. Era algo que no hacía desde que era un niño. Sólo un pequeño milagro.

—Por favor... —susurró con voz entrecortada—. Ven aquí, ______, cariño.

La joven se levantó del suelo con un gemido, de manera tan repentina que pareció moverse medio a ciegas. Luego, se lanzó a sus brazos, estrellándose contra él con la parte más sobresaliente de su pequeño cuerpo, que en aquel momento de su embarazo era el vientre. Temiendo que la joven pudiera hacerse daño, Harry cedió ligeramente bajo su peso para aminorar el impacto y estuvo a punto de perder el equilibrio en el intento. Sosteniéndola contra su cuerpo, dio un tambaleante paso hacia atrás, pero luego logró recobrar el equilibrio.

______ le rodeaba el cuello con sus delgados brazos, aferrándose a su cuerpo como si estuviera a punto de caer a un precipicio y él fuese su único asidero. Sus sollozos profundos y trémulos, que ahora ahogaba contra el hombro de Harry, no eran tan fuertes; pero aun así lograban sacudir sus cuerpos. A él le alegraba que ella no siguiera conteniendo la respiración.

—Ay, Dios, ______... —Con dulzura, Harry hizo que su mujer se apretara más contra él, si es que esto era posible, pues ella se había derretido en sus brazos como una porción de mantequilla sobre una rebanada de pan caliente—. Perdóname, cariño. Perdóname.

Dado que tenía el rostro apretado contra su hombro, Harry supo que ella no había oído lo que estaba diciendo, y quizás esto fuese lo mejor. Antes de intentar calmarla, él también tenía que tranquilizarse, y en aquel preciso instante no estaba tranquilo en absoluto. El tenía la culpa de todo. Había tenido una oportunidad de sentarse con ella y explicarle el proceso del parto y, debido a una caballerosidad mal entendida, había eludido esa responsabilidad, diciéndose que la ignorancia era una bendición.

Qué equivocado estaba. Al no tratar el tema, había permitido que ______ fuese vulnerable de una manera en que ninguna mujer debía serlo. Por culpa suya y de su estupidez, ella estaba muerta de miedo y presa del pánico. Esto no tenía sentido y era completamente innecesario. Debió haber hablado con ella. Si hubiera hablado con ella, si hubiera sido sincero y le hubiera explicado las cosas tal y como eran, se habría podido evitar aquel desastre.

Desesperadamente deseosa de acercarse más a él, ella se puso de puntillas y se aferró con más fuerza al cuello de su esposo. Pesaba tan poco que Harry casi no sintió la presión sobre sus pies. Doblando un brazo debajo de su trasero, la alzó, apretada contra su cuerpo, sonriendo a través de las lágrimas al sentir toda su dulzura. ______, con su enorme vientre, era la más preciosa carga que sus brazos habían llevado en toda su vida. El hombre apretó su rostro contra el pelo de ______ y ella lo soltó dejando escapar un grito terrible y desgarrador que salió de manera entrecortada de su pecho.

Para Harry, era un sonido lleno de dolor, no un grito estudiado que buscara compasión; tampoco un sollozo delicado, cuidadosamente calculado para parecer femenino. Aquel grito salió de su alma, crudo, lleno de dolor, desagradable en su extrema franqueza. Nada fue reprimido ni moderado. Aun así , Harry pensó que era el sonido más bello del mundo. El simple hecho de que ella se hubiera atrevido a proferirlo era un regalo, una muestra de confianza.

Al comprender esto, sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Olvidando su delicado estado, olvidándolo todo, la estrechó con más fuerza entre sus brazos, plenamente consciente del frágil entramado de costillas que había bajo sus manos, de su estrecha espalda, de su levedad. Ella no era muy grande, pero, de una manera maravillosa, había llenado por completo su mundo. Estrecharla entre sus brazos... Saber que ella confiaba en él como nunca había confiado en nadie...

The ______ Song (Harry Styles) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora