Llevaba un vestido de día de color rosa y zapatos negros de cabritilla, que seguramente había sacado de uno de los baúles de su madrastra muerta. Vestida de esta manera parecía un verdadero figurín, si bien era cierto que su aspecto estaba totalmente pasado de moda. Con su largo pelo negro recogido en un moño de rizos desgreñado y ligeramente descentrado, el cual sujetaba con una pequeña cinta, su perfil parecía el de un camafeo. Así y todo, era la mujer más preciosa que hubiese visto en toda su vida, sin duda alguna.
—______, ¿qué diablos estás haciendo?
No hubo reacción alguna. Ni siquiera hizo el más mínimo movimiento para indicarle que le había oído.
Tan asombrado que no podía moverse, Harry se quedó mirándola boquiabierto. ______siguió ocupándose de sus asuntos, y muy ocupada parecía estar, en efecto. Usó muebles viejos para organizar un salón, si así pudiese llamársele, en el cual él advirtió que no había telarañas ni polvo. Había puesto tazas y platillos rotos en una mesa de tres patas sostenida por cajones en una de sus esquinas, y fingía estar sirviendo el té.
Sus invitados imaginarios, un muñeco y una muñeca que había hecho con ropas viejas rellenas, se encontraban sentados en dos de las tres sillas desiguales que había sacado de algún lugar del ático. El caballero estaba exquisitamente vestido con un traje apolillado, y la dama igualmente elegante con su vestido azul desteñido, con adornos de encaje amarillo. Sus cabezas, hechas con medias rellenas, estaban engalanadas con sombreros; el del hombre era un bombín de fieltro y el de la mujer, un deslucido arreglo de flores de seda con un velo que caía sobre la parte superior del rostro.
Harry no pudo menos que sonreír. Era un milagro que Maddy no se hubiese quejado de que las medias de ______ estuvieran desapareciendo. Al parecer, la chica también había cogido a escondidas bayas de la mesa del desayuno. Sus muñecos rellenos tenían las caras pintadas con un sospechoso color rojo frambuesa.
—¡______, esto es increíble! —Harry lo decía de todo corazón—. Muy ingenioso. ¿Hay algo que no hayas...?
Se interrumpió para observar cómo servía la chica el té imaginario. Sonreía gentilmente a sus invitados. De pronto empezó a mover los labios. Aunque de su boca no salió sonido alguno, parecía como si estuviese hablando. Sus movimientos eran precisos y fluidos a la vez, exactamente como debían ser los de una dama.
—¿Azúcar? —le preguntó ella en silencio al caballero al tiempo que le presentaba la azucarera. Luego, dirigiendo la mirada hacia la luz del sol que entraba por las ventanas, dijo—: ¡Caramba! Hace un día precioso, ¿verdad?
O al menos esto fue lo que Harry creyó ver que intentaba decir. No podía estar seguro porque nunca había tenido que leer los labios a nadie. Después ______ siguió «hablando», pero Harry tuvo dificultades para entender las palabras que decía.
Las palabras que decía... ¡Dios santo! Aunque fuese en silencio, ella estaba hablando. Aunque pareciese mentira, estaba hablando. Era como mirar a una niña jugando en su mundo de fantasía. Sólo que ella no era una niña. Y aquello no era para ella un mundo de fantasía, sino la realidad. Su única realidad.
______ no había estado esfumándose en el aire, como había creído Maddy. Había estado pasando de un mundo a otro.
Una vez, hacía ya muchos años, un semental adulto coceó en el vientre a Harry. El golpe lo hizo tambalearse. Se quedó sin respiración durante un interminable instante. Todo se volvió borroso. Sintió incluso como si el corazón hubiera dejado de latirle. Pues bien, así se sentía también en aquel momento: le parecía que había sufrido una tremenda sacudida y que todo se hubiera parado en su interior.
Cuando su cuerpo empezó a recobrar la sensibilidad, el dolor también llegó; un dolor implacable que se centraba en su pecho. Había oído muchas veces eso de «se me ha partido el corazón». Él también había usado esta expresión con frecuencia a lo largo de su vida. Pero hasta entonces estas palabras no tenían significado alguno para él. Después de todo, el corazón humano no se partía en realidad. No se deshacía, pedazo a pedazo, ni caía a sus pies.
¡Y un cuerno!
______ Trimble, la Oops del pueblo. Pero no era ninguna Oops. Estaba sorda. Sorda como una tapia. Y él, que Dios lo perdonara, había estado completamente ciego.