ATHENA acababa de salir de debajo de la relajación abrumadora que venía con su cama perfumada de lavanda y orquídea para poder calmar la sutil sed que persistía en su garganta. Había adquirido el hábito de una cacería semanal los sábados, lo necesitara o no. Se convirtió en una sensación de normalidad en su muy confusa existencia y se apegaría a ella, de lo contrario, esa sensación de normalidad se desvanecería y correría el riesgo de caer en un entumecimiento una vez más. Había escapado del entumecimiento y pasó a ser más feliz por sí misma, finalmente borró el único número en su teléfono que le dio algún tipo de consuelo. Estaba harta de hablarle a una pared de ladrillos y, aunque era catártico, sabía que los últimos meses no habían sido muy saludables. Una abrumadora sensación de felicidad la invadió una vez que miró su teléfono y ya no vio su nombre. Lo extrañaba, por supuesto, obviamente lo hacía, pero el recordatorio inconstante permitió que su mente divagara por un rato. Un tiempo lo suficientemente largo como para que ella pudiera olvidar.
Bajó los escalones de un salto y sacó el abrigo más cercano de la percha, que resultó ser el verde, cuando un repiqueteo resonó en sus oídos. Su mirada captó el brillo de la plata y se encontró recogiéndola sin siquiera pensarlo dos veces. Ella sonrió mientras giraba en sus manos el brazalete que creía haber perdido en el bosque. Era uno que Billy le había dado durante la única visita a Forks que se había permitido durante los doscientos años que pasó fuera. Había sido una reunión muy discreta que implicó mucha planificación pero también una gran cantidad de esporadicidad. Había sido un día lluvioso, por lo que había menos mortales por ahí, pero el clima no tuvo ningún efecto amortiguador en el día. Había sido una reunión muy necesaria donde hablaron hasta que se puso el sol. No había rastro de ella en Forks durante o después, tal como tenía que ser.
Cuando volvió a colocarse el brazalete en la muñeca y se acercó a la puerta para salir a cazar, otra interrupción la hizo suspirar profunda y ruidosamente. Esta decepción pronto se cambió por pánico cuando escuchó el latido del corazón acelerado de la persona al otro lado del teléfono. –¿Billy? ¿Qué pasa? ¿Por qué tu corazón late tan rápido?
–Ocurrió–. La respuesta fue simple, pero ella no pudo por su vida descifrar lo que él quería decir. Pensó profundamente, tomándose unos segundos para hacerlo, pero aun así no pudo pensar en lo que podría haber sucedido. Fue un momento muy ciego para ella, uno en el que Billy la sacaría de quicio en los años venideros.
–¿Eso? ¡Oh!– hizo una pausa, finalmente haciendo la revelación que hizo reír a Billy mientras se sentaba en la silla más cercana. –Dime cómo–, continuó emocionada mientras metía las piernas debajo de su cuerpo, prestándole toda su atención mientras esperaba la historia. Eran momentos como estos los que la hacían sentirse como una adolescente mortal, cotilleando sobre algún evento en la vida de su amiga. Extrañaba mucho ese sentimiento.
–Llegó a casa del cine con Bella y se veía todo sudoroso y agitado. Lo primero que pensé fue que se veía raro y si estaba bien, así que le pregunté eso, luego la ira empeoró y él giró a la derecha en el frente de la casa. Sam lo sintió y estaba en el bosque para buscarlo después para que todo pudiera explicarse, así que ahora solo estoy esperando que regrese.
–Lucifer, esto es increíble–, se rió entre dientes, declarando lo completamente obvio, pero su mente todavía estaba en una especie de estado de shock. Ella suspiró, haciendo automáticamente las preguntas que surgieron en su mente, –Supongo que no debo acercarme por un tiempo.
–No no, todavía puedes venir aquí. Solo tenemos que tener una charla reevaluada y poner las reglas de nuevo–, respondió rápidamente, haciendo que su voz fuera lo más persuasiva posible ya que sabía cómo era ella en este tipo de situaciones.
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WRITER IN THE DARK • JASPER HALE - TRADUCCIÓN
FanfictionAthena disfrutó viendo los placeres más pequeños, hasta un simple escarabajo en la tierra. Después de todo, después de unos buenos años de vida, no podía dejar de notar las cosas más pequeñas. Las grandes cosas ya no tenían el mismo efecto. Ella sim...
