56 - Pequeñas coletas o conejitos?

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ATHENA SE SENTÓ en la esquina de su sofá, la música sonaba suavemente de fondo mientras miraba las notas editoriales de su libro. Había pocas, pero ella era una perfeccionista, cualquier pequeña crítica significaría una nueva redacción completa de esa sección. Requería mucho tiempo, lo cual no era realmente un problema ya que ella tenía todo el tiempo del mundo y el extracto siempre salía mejor. Así que valió la pena en todos los sentidos, pero la repetición la aburría mucho. A menudo tomaba pequeños descansos, se sumergía en los libros o bailaba para aliviar el estrés en la cocina.

Mientras estaba en pleno desarrollo de un párrafo que había causado un bloqueo en su mente, el sonido de pasos corriendo por los escalones de ladrillo lamidos por la lluvia hacia su casa llamó su atención. Se volvió hacia la puerta justo cuando Jasper entraba, apenas tocado por la lluvia gracias a su chaqueta que se quitó y colgó en el perchero. Una vez que se dio la vuelta, su sonrisa cayó solo un toque. Podía decir que algo lo estaba molestando, ya fuera grande o pequeño, simplemente podía decirlo. Se mostraba diferente, más tenso y tenía una especie de vaga mirada oculta en sus ojos. –¿Qué ocurre?– preguntó suavemente mientras él la besaba en la mejilla.

–Nada–, suspiró sin siquiera darse cuenta mientras se sentaba a su lado en el sofá. Inmediatamente supo que él estaba ocultando la verdad, solo podía verlo en sus ojos.

–¿Seguro?– preguntó, tratando de no mostrar su preocupación a través de su expresión. Él tarareó en respuesta, haciendo que la pequeña parte de su cerebro que pensaba que no estaba mintiendo se desvaneciera de inmediato. –Ven aquí–, respondió ella en voz baja, moviéndose para poder sentarse mejor en el sofá. Jasper, como lo habían hecho unas cuantas veces antes cuando tenía algo en mente, se acostó en su regazo y ella comenzó a pasar los dedos por su cabello. Sus ojos se cerraron mientras ella pasaba suavemente los dedos por su cabello. Le gustaba estar quieto para relajarse, tan quieto que parecía una estatua y el asunto del cabello era algo que ellos descubrieron que también ayudaba. Ella bajó la voz a un susurro, no queriendo perturbar su paz, –Si no quieres hablar de eso, está bien, solo sé que estoy aquí si quieres.

Sonrió suavemente, una diferencia por la que estaba muy agradecido ya que el ceño fruncido también había comenzado a molestarlo. Simplemente no podía no pensar en ello. Era como si alguien con un poder superior quisiera que se sintiera tan horrible por dentro, que solo reviviera los días de tortura absoluta sin forma de distraerse. Lo devoraba por dentro, la culpa, la culpa por algo que ni siquiera tenía intención de hacer en primer lugar. Había estado cegado por la esperanza, por un falso amor y por algo más que simplemente no podía controlar. Era como si una mancha de odio se hubiera fijado en su cerebro durante los años posteriores, pero ahora había crecido sin esperanzas de volver a encogerse. Intentó alejar los pensamientos de su mente de nuevo, diciendo, –Simplemente no lo hagas–. Como una forma de hacerla reír, una distracción para él.

–¿Preferirías pequeñas coletas? ¿O tal vez conejitos?– ella se rió suavemente, satisfaciendo algo dentro de su cabeza.

Él levantó una ceja, –¿Conejitos?

–Coletas pero como un moño, básicamente–, explicó en voz baja, todavía trazando líneas a través de su cabello en los patrones que sabía que lo relajaban más. El silencio volvió de nuevo y dejó que su mente divagara, tratando desesperadamente de no concentrarse en lo que tanto le molestaba. Si lo hiciera, un mundo de diferentes escenarios sería tratado en su cabeza y casi uno de ellos tendría algo de verdad. Todo lo que harían haría que su preocupación creciera. Entonces pensó en Benji y en lo feliz que se veía cuando ella le dio algunas fresas esa mañana.

–Se trata de mi transformación–, dijo en voz baja, sacándola de su ensoñación.

–Jazz, no tienes que–

–Quiero decírtelo–, interrumpió, abriendo los ojos de nuevo para profundizar en el punto.

–¿Estás seguro? Porque no quiero haberte presionado para que hagas algo–, preguntó, manteniendo la voz baja y observando cómo él sonreía suavemente. Daría cualquier cosa por poder descifrar la mirada en sus ojos en ese momento.

–Muy seguro–, sonrió tranquilizadoramente y desde ese momento, Athena permaneció en silencio. Solo esperando que él estuviera listo para hablar de nuevo –cumplí  un año ayer, tarde en la noche. Y trajo un montón de cosas de aquel entonces.

–¿Como?

Suspiró, pensando por una fracción de segundo, –Simplemente todo. María y la construcción constante del ejército y todas las cosas que te he dicho antes. Era tan estresante y nunca tuve la oportunidad de relajarme. Tenía que estar constantemente en guardia, listo para atacar en cualquier momento porque tuve que luchar por mi vida en ese entonces. Tuve que luchar y vivir una relación tóxica y forzada para poder pasar los días largos. Nunca relajarme arruinó tantas cosas en mi mente de mi vida humana, al igual que las cosas simples que simplemente no eran posibles, por lo que se hicieron añicos como todo lo demás.

–¿Qué tipo de cosas?

Sonrió suavemente, cayendo en los recuerdos de su vida humana. –Ir tan rápido en un caballo que el polvo levantado por sus cascos crea una nube de polvo que muestra dónde has estado. O simplemente ver cómo la tierra se vuelve naranja bajo el resplandor de las puestas de sol. Y camina, sin tener que escuchar cada uno de ellos sin el ruido en el bosque para los intrusos–, casi susurró, imaginando cada pequeña cosa sobre esos recuerdos en su cabeza y todos los sentimientos que habían surgido a causa de ellos.

–¿Haces eso ahora? Me refiero a buscar intrusos todo el tiempo.

–Parcialmente. Creo que ahora está grabado en mi cerebro–, respondió después de pensarlo por un momento.

Ella sonrió al comprender, –¿Quieres saber por qué siempre escucho música en los paseos?

Abrió los ojos, mirando a los de ella mientras preguntaba sorprendido, –¿En serio?

–Sí. La insignia de cazadora Vulturi no le sentó bien a mucha gente. La música, al menos para mí, me calmó y comencé a darme cuenta de que nada iba a saltar del bosque y matarme en un momento dado.

Permaneció en silencio de nuevo, solo pensándolo y considerando si eso era algo que querría hacer. –Tal vez debería intentarlo.

–Si quieres–, respondió suavemente, quitando suavemente todo el cabello de su rostro antes de presionar un solo beso en su frente.

Habló casi en un susurro cuando preguntó, –¿Vienes conmigo cuando lo haga? Las primeras veces tal vez.

Ella sonrió, –Por supuesto.

El silencio se apoderó de ellos de nuevo y ella volvió a pensar, ya no necesitaba algo para distraerse. En cambio, estaba imaginando las cosas más felices que él hacía cuando era humano y cómo se sentiría eso. Luego sonrió, –Ahora, si te sientas, verás las coletas más adorables con trenzas.

Inmediatamente se sentó y se miró en el espejo, volviéndose hacia ella en broma una vez que había visto su reflejo, –Mentirosa.

Ella se rió, –Oh, vamos, ¿no puedes decirme que pensaste que realmente haría eso?

–Eres un poco impredecible a veces–, se encogió de hombros, luchando por no reír.

–Ah, bueno, soy increíble así–, respondió con un dejo de sarcasmo en su voz, poniendo su computadora portátil cerrada que había estado sobre el sofá sobre la mesa de café mientras breves risas escapaban de sus labios.

WRITER IN THE DARK • JASPER HALE - TRADUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora